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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El euro digital, una iniciativa que no debería esperar

Es mejor prepararse para el futuro que esperar a ver qué pasa

CINCO DÍAS

Lejos queda ya la utopía, o distopía según como se mire, del bitcoin como una moneda digital descentralizada que no dependiera de los bancos centrales. Los criptoactivos tradicionales se han convertido hace ya tiempo en un activo financiero, por más que sean la representación conceptual no de un valor tangible, sino de una oferta escasa. Mientras los pagos con bitcoin siguen siendo anecdóticos, el interés inversor, y los precios, se han disparado a medida que la industria financiera ha abierto las puertas de este mundo a carteras de corte tradicional. El mercado ha asignado un precio a los bitcoins, y bajo esos parámetros de pragmatismo extremo operan los agentes financieros.

Ahora bien, una derivada de esta evolución está dando trabajo extra a los banqueros centrales, y son las stablecoins, que toman del mundo tradicional la estabilidad monetaria del dinero respaldado por los bancos centrales, pero con el soporte tecnológico y, sobre todo, la apertura de barreras que implica el universo cripto. Las stablecoins son el patrón de este ecosistema económico, atadas como están a la cotización de las monedas de toda la vida. Una dinámica ante la que el BCE ha instado a acelerar el euro digital.

Paradójicamente en un mundo tecnológico donde todo parece nuevo, la historia es vieja. El euro digital nació, de hecho, como respuesta al proyecto Libra, una stablecoin (aunque entonces no existía esta palabra) lanzada por Facebook en 2019 con el objetivo de convertirse en la moneda de la red social, donde hacer pagos o transferencias. Los bancos centrales apretaron el paso en su momento para frenar esta iniciativa, al tiempo que iniciaban los trabajos para desarrollar sus divisas digitales. Pero los tiempos de la industria tecnológica no son los de la Administración, y las stablecoins vuelven a mostrar una vía por la que crear un circuito monetario paralelo.

La preocupación mostrada por el BCE es legítima: la industria cripto ya ha mostrado cómo crear de la nada un sistema financiero alternativo, y dotado de estabilidad para competir con el mundo tradicional. Las normas planteadas a nivel europeo tratan de conjurar los riesgos, pero internet no entiende de fronteras. El usuario (salvo en algunos extremos políticos) tampoco tiene preferencias particulares: usará un euro digital o una stablecoin según un balance de ventajas o inconvenientes. No conocemos aún los riesgos para la privacidad o la estabilidad financiera de las stablecoins; quizá sean exagerados. Pero es mejor prepararse para el futuro que esperar a ver qué pasa.

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