Las claves: la cacareada tregua arancelaria es más bien una guerra de baja intensidad
Donald Trump usa el método de marear al interlocutor y al público para que nadie tenga muy claro qué ha pasado


Donald Trump usa el método de marear al interlocutor y al público para que nadie tenga muy claro qué ha pasado, y si ha cambiado algo. Es lo que está pasando con la guerra comercial: si se llega hasta aranceles del 145% frente al 125%, y luego bajan a un 30%-10%, se puede interpretar que aquí no ha pasado nada, pese a que sean notablemente distintos, en términos relativos, al 20%-20% previo a las escaramuzas. Desde luego, es improbable que China no se haya dado cuenta de la jugada, del mismo modo que empresas como Walmart son conscientes de que hay más barreras comerciales que antes. También lo ha señalado así el gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey. Y la cacareada pausa de 90 días de los aranceles de la Casa Blanca no afectó al 10% mínimo global que sí está aplicando, por ejemplo, a la UE (amén de los que sufren el acero, el aluminio y la automoción). En el primer trimestre, el bloque duplicó su superávit comercial con EE UU por el adelanto de las ventas a fin de evitar los aranceles. Aunque estos se queden como están, el daño al comercio es obvio. Y las consecuencias en la economía también, aunque los mercados no quieran asumirlo.
La vivienda sigue a lo suyo, para alegría y despecho de muchos
Con los precios disparados; con todas las alarmas sonando por la crisis habitacional, se venden –y, por lo tanto, compran– pisos como churros. Concretamente, 183.140 entre enero y marzo. Cualquiera diría que ante la subida disparada del coste de un bien su demanda bajaría, pero entonces no entendería los extremos a los que puede llegar el mercado de vivienda. Hay quien necesita sitios donde vivir, y quien necesita activos con los que sacar tajada –a veces coinciden en la misma persona–, porque saben que esto del ladrillo no va a parar. El último año en el que se registraron cifras como estas fue en 2007. Ya sabemos lo que vino después.
La Bolsa llega viva al segundo asalto de la era Trump, pero con un ojo morado
“Todo el mundo tiene un plan hasta que se lleva el primer puñetazo”, decía Mike Tyson, uno de los mejores boxeadores de la historia. Los gestores de carteras de inversión tenían, efectivamente, un plan para este año, con todas las salvedades que un triunfo de Donald Trump pudiera añadir a la ecuación. Pero el puñetazo de este ha estado por encima de sus expectativas. Ahora, tocada la campanada del primer asalto, los mercados se recomponen del golpe que ha supuesto la ofensiva arancelaria estadounidense, con la conciencia de que no están los tiempos para mucho plan. Al segundo asalto habrá que salir a protegerse y verlas venir. Y, si se puede colar algún golpe, por aquello de sumar puntos, pues mejor que mejor.
La frase
Los empresarios de las criptos tendrán acceso prioritario cuando llamen al número de urgencias policiales [para luchar contra la ola de secuestros en el sector]. Todo el aparato del Estado está plenamente movilizado para encontrar a los autores y los instigadoresBruno Retailleau, ministro del Interior francés
Ser un melómano comprometido con los músicos se ha vuelto muy difícil
El sueño de internet produce monstruos. Pone todo el conocimiento del mundo, cual Aleph de Jorge Luis Borges, al alcance de la mano; pero también todas las trampas de las empresas que hacen uso de sus monopolios para manipular a los usuarios. Es el caso de Spotify, que promueve música hecha a destajo, sin afán artístico, y que le proporciona más rentabilidad. Para sortearlo, el internauta debe hacer una búsqueda activa. También es verdad que mucha gente se sentirá cómoda con que la compañía de Daniel Ek piense por ella y le pinche canciones que ni ensucian ni limpian. Lo mejor para apoyar a un músico es ir a sus conciertos... si se pueden pagar sus disparados precios. Ser un melómano comprometido se ha vuelto very difficult, que diría Rajoy.

