Una reunión clave para la credibilidad de Estados Unidos
La decisión de mantener tipos se antoja lógica: cualquier otro movimiento mandaría un peligroso mensaje al mercado


La Reserva Federal decidirá hoy si mantiene los tipos de interés –como todo apunta– o si, como le pide insistentemente el presidente de Estados Unidos, los baja. La reunión se produce en un momento de máxima tensión entre el presidente de la Fed, Jerome Powell, y Donald Trump, que ha llegado a insinuar su despido para luego desdecirse. Será la primera decisión sobre el precio del dinero que se tome desde que comenzara la ofensiva arancelaria de Washington y marcará no solo la vital independencia de la institución respecto del Gobierno, sino también la credibilidad de Estados Unidos como mercado.
Más allá de sus declaraciones, la agresiva política de Trump no le está poniendo las cosas fáciles a Powell: los aranceles amenazan con una ralentización económica global, que ya ha mostrado indicios con un primer trimestre de regresión del PIB de la primera economía del mundo. Todo ello en un ambiente de extrema volatilidad, con los mercados castigando al dólar y a la deuda y con el presidente estadounidense pidiendo un poco de aire en forma de bajada de tipos.
Sin embargo, el presidente de la Fed cuenta con argumentos de difícil discusión –al menos en el maltratado plano de lo racional– para suspender las bajadas: su mandato independiente consiste en controlar la inflación y conseguir el pleno empleo. Y, aunque dieron un respiro en marzo –fundamentalmente por el abaratamiento de la gasolina–, los precios siguen por encima del objetivo del banco central. Mientras, los últimos datos de empleo reflejan un mercado laboral resiliente. Son estas, y no las aspiraciones del morador de la Casa Blanca, las guías que tienen que marcar el camino de la Fed.
La decisión de mantener los tipos se antoja, pues, lógica. Cualquier otro movimiento mandaría un peligroso mensaje al mercado: inflacionista, primero, pero también de fragilidad institucional. Es en las siguientes reuniones donde se complicará la política monetaria, cuando se vayan concretando las políticas comerciales y sus efectos sobre la actividad, los precios y el empleo.
A Powell, que ya ha avisado de las peligrosas consecuencias de la guerra arancelaria, le queda un año en el cargo, en el que tendrá que seguir bregando por la independencia de la institución frente al presidente que lo aupó en su primer mandato. De su firmeza frente a los arrebatos populistas de Trump dependerá buena parte de la maltratada credibilidad de Estados Unidos como mercado serio y fiable. Su sustituto más probable y declarado partidario de Trump, el antiguo gobernador de la Fed Kevin Warsh, ya espera. También los mercados.