Estrategias para el abordaje de la obesidad
Es un problema de salud en el que interactúan la biología, el entorno y los factores socioeconómicos

La obesidad es un problema de salud pública de primer orden y ocupa un espacio notable en el debate público y privado. En términos sociales, se le atribuye la etiqueta de epidemia, o bajando a la esfera individual se le considera un factor de riesgo o una enfermedad. Las causas de la obesidad residen en múltiples factores sobradamente conocidos: dieta desequilibrada, actividad física reducida, entorno (disponibilidad y acceso a alimentos, comercialización y publicidad), predisposición genética, determinadas enfermedades y tratamientos, así como características socioeconómicas que a su vez interactúan con los aspectos anteriores.
El sobrepeso y la obesidad reducen la esperanza de vida en 2,7 años en los países de la OCDE, cifra que aumenta a 3,2 años si se consideran los años de vida saludable. Además, representan un coste sanitario notable, ya que su tratamiento y el de las afecciones relacionadas cuestan a los países un 8,4 % del gasto total en salud.
Y, si consideramos la economía en su conjunto, el sobrepeso y los problemas de salud asociados reducen la productividad de los adultos en edad laboral, por ejemplo, a través del absentismo y la jubilación anticipada. En los países de la OCDE, se estima que el sobrepeso reduce la productividad laboral, en promedio, un -1,66% per cápita al año. Al combinar el impacto en la fuerza laboral y la esperanza de vida, se estima que el sobrepeso reduce el PIB en un 3,3% anual en promedio en los países de la OCDE.
Sabemos también que las estrategias adoptadas hasta el momento han resultado mayoritariamente insatisfactorias, y actualmente la obesidad afecta a una octava parte de la población mundial, según se reconocía en la revista The Lancet el pasado mes de enero por parte de la comisión de expertos creada al efecto.
Al mismo tiempo, la citada comisión sugería la necesidad de conceptualizar mejor la obesidad y medirla con mayor exactitud, y para ello estableció los criterios objetivos para el diagnóstico de la enfermedad, y reconsideró el índice de masa corporal como indicador, ya que a fecha de hoy es del todo insuficiente, y por este motivo convendría añadir otras medidas adicionales para disponer de una estadística más precisa.
Se plantean dos situaciones distintas para tener en cuenta respecto a la asistencia sanitaria y la obesidad. Mientras que para las situaciones de obesidad clínica se sugiere el acceso equitativo a tratamientos coste-efectivos basados en la evidencia, para la obesidad preclínica convendría una monitorización y un seguimiento para reducir el riesgo. La primera situación sería considerada enfermedad y la segunda, factor de riesgo. En la revista The Lancet se detalla el alcance y significado de su propuesta.
Estamos ante un problema de salud donde interactúan la biología, el entorno y los factores socioeconómicos. Poner fin a la epidemia de obesidad requerirá acciones tanto individuales como colectivas. Ninguna de las dos opciones es suficiente por sí sola. Las personas intentan perder peso y mantenerlo, pero el sistema debe facilitarlo. La vía para lograr una pérdida de peso generalizada no pasará por dietas de moda e insostenibles. Se logrará mediante enfoques generalizados, apropiados, personalizados e integrales.
La primera medida que todos debemos tomar en consideración, sin importar nuestra talla, es informarnos sobre la obesidad. Es necesario que las personas comprendan los componentes estructurales, ambientales y genéticos de la obesidad. Es necesario que vean cómo los factores sistémicos contribuyen al aumento de peso. La idea de que la obesidad es una elección o una cuestión estrictamente de fuerza de voluntad ha sido completamente refutada. El hecho de que muchas personas todavía crean esto perjudica activamente los esfuerzos para reducir las tasas de obesidad.
El Gobierno debería primero intentar cambiar la percepción pública sobre la obesidad. Es en gran medida el resultado de fuerzas estructurales, no solo de decisiones y acciones individuales. Un conocimiento compartido de sus causas podría fomentar un mayor apoyo a las intervenciones que permitan a las personas tomar decisiones más saludables. Las empresas deben colaborar para que los alimentos saludables sean más accesibles, asequibles, apetitosos y prácticos que los alimentos poco saludables. Revertir la crisis de la obesidad requerirá entornos que promuevan la actividad física, que animen a las personas a hacer más ejercicio.
Para revertir la crisis de la obesidad, necesitamos un enfoque que involucre a todos. Los avances farmacológicos y otros tratamientos deben complementar las nuevas políticas, actitudes, prácticas sociales e intervenciones a nivel poblacional que promuevan dietas más saludables y un consumo equilibrado de alimentos.
En 2022, desde la OCDE se resumieron en 4 las estrategias de salud pública posibles y efectivas: influenciar la elección (ej., etiquetado de alimentos), ampliar las opciones (ej., transporte público), modificar precios (impuestos), y prohibiciones. En el informe se repasan distintos casos exitosos que han supuesto un avance notable hacia la reducción del sobrepeso y la obesidad en algunos países.
Cuando estamos ante un problema complejo y multifactorial, como es el caso de la obesidad, las estrategias para afrontarlo son necesariamente de largo plazo. La responsabilidad es individual y a la vez colectiva. En cualquier caso, desde los poderes públicos conviene ofrecer una información y conocimiento basados en la evidencia, que a su vez aparte el ruido que a menudo circula en esta cuestión.
Pere Ibern es economista de la salud e Investigador CRES-UPF