Las claves: la guerra comercial no matará la actividad en España, pero es difícil que no la hiera un poco
No es el país más directamente afectado por el conflicto, pero indirectamente es indudable que sentirá las repercusiones
La economía española dio en el primer trimestre una leve, levísima, señal de desaceleración, puesto que creció un 0,6%, frente al 0,7% del trimestre anterior, y al 0,8% previsto por el INE en su avance. Quizá simplemente fue que marzo resultó extremadamente lluvioso. No se pueden sacar grandes conclusiones de variaciones tan leves, como leve puede ser el efecto del apagón del lunes (que, no obstante, dejó buenos réditos a las terrazas de los bares, gracias a que el dinero en efectivo sigue siendo de curso legal).
Habrá que estar atentos, no obstante, al impacto de la guerra comercial en los precios, y por ende en el consumo. No es España el país más directamente afectado por el conflicto, pero indirectamente es indudable que sentirá las repercusiones. Puede ocurrir, sin embargo, que una retracción del turismo europeo, por ejemplo, redunde en una reducción del IPC, de modo que el consumo local compense la caída de los ingresos de los viajeros. Con todo, una guerra comercial es una guerra, y es difícil salir ganando de ella.
De intenciones está lleno el mundo, pero no suele bastar con ellas
No hay apagón que pueda con el negocio de BBVA, que presentó ayer otros grandes resultados: ganó 2.698 millones en el primer trimestre, un 22,7% más. Estas y otras cuentas financieras (todas desde que lanzó la opa por Sabadell) suponen serios argumentos de la entidad para acabar absorbiendo al banco catalán. También es verdad que este tampoco ha levantado el pie del freno en su negocio y, aunque menores, sigue cosechando grandes resultados trimestre tras trimestre. El CEO de BBVA afirma que no tienen “ni intención ni necesidad” de aumentar su oferta. De lo que sí tienen intención es de que la opa triunfe, pero no siempre basta con ello.
Unas buenas condiciones laborales no deberían implicar renuncias
Dice un estudio que los trabajadores españoles estarían dispuestos a renunciar a un quinto de su salario solo por estar algo menos estresados. La proporción se dispara hasta casi el tercio del sueldo si es a cambio de “recibir un trato justo”. Toda vez que el trabajo consume gran parte de nuestro tiempo, es normal que los empleados quieran tener unas condiciones inmateriales satisfactorias, que les permitan pasar todo ese tiempo de la mejor forma posible. También es verdad, sin embargo, que del buen rollo, la fruta en la oficina y un futbolín en el comedor no se puede comer. Y, como hay pocas cosas más estresantes que no poder comer, lo suyo sería no renunciar a ello para no estar tan estresado. Ni para que le traten a uno de forma justa.
La frase
La actividad en fusiones y salidas a Bolsa alcanzará un nivel de confort. Si el nivel de incertidumbre aumenta, sí, no se verá la misma actividad de capital, pero las cosas se estabilizarán. La gente necesita hacer transacciones. En parte es un reajuste de las expectativasDavid Solomon, CEO de Goldman Sachs
Pocos bailan felices en la fiesta del chivo
En la particular fiesta que ha organizado el presidente de Estados Unidos–con todo pagado: aranceles, amenazas de anexión de territorios, devoluciones en caliente, detenciones de jueces– pocos bailan a gusto. Las grandes, grandísimas, empresas estadounidenses sufren en Bolsa, porque no les interesa que su país esté más aislado del mundo. Las pequeñas también, porque son pequeñas, pero a la estadounidense (es decir, muy grandes), y dependen de la salud de su economía, amenazada por la inflación y el estancamiento. Así que felices disfrutan pocos: unos son los criptoactivos meme, en un gran ejercicio de coherencia. Otros, los valores personalmente relacionados con Trump, en un gran ejercicio de republicobananerismo. Y, por último, algunos de defensa. Por algo será.
