Las claves: llevar billetes de euro en el bolsillo cobra de repente un nuevo sentido
Españoles y portugueses pudieron comprobar este lunes que la seguridad con la que vivimos día a día es más mucho frágil de lo que parece


La comisaria europea de Cooperación Internacional y Desarrollo, Hadja Lahbib, hizo unas semanas atrás un llamativo vídeo –que dio lugar también a muchas chanzas, por el tono, más que por el fondo– en el que daba una serie de recomendaciones para prepararse para una crisis. Entre ellas, llevar siempre efectivo en el bolsillo, amén de las gafas (y una baraja de naipes para pasar el rato). Españoles y portugueses pudieron comprobar ayer que la seguridad con la que vivimos día a día es más mucho frágil de lo que parece. Sin electricidad, no funcionan las terminales de pago, y las monedas y los billetes vuelven a ser necesarios (es un aviso para que el euro digital y otras iniciativas sean complementarias, y no excluyentes).
Está por ver si los peninsulares –o el resto de los europeos– se volverán ahora más preparacionistas, es decir, si acumularán herramientas y recursos para casos de emergencia. Pero el apagón de ayer hará reflexionar sin duda sobre la vulnerabilidad de las sociedades modernas, tan interconectadas, y a la vez tan sensibles, quizá por eso mismo.
Otro suceso inesperado para inquietar a los inversores
El mundo puede hundirse, pero los mercados se mantienen en pie; sin demasiado entusiasmo, eso sí. Ayer, la Bolsa de Madrid permaneció en funcionamiento, gracias a sus grupos electrógenos. Los inversores decidieron no sacar conclusiones de un suceso aún por investigar, y no castigaron a las compañías eléctricas.
En un entorno de gran volatilidad por la guerra comercial, una crisis como esta, que demuestra la fragilidad de los sistemas eléctricos y, por ende, de la economía, puede provocar aún más temor entre los inversores, y no solo de los que apuestan por los mercados peninsulares.
Cuando hay que pedir el móvil al vecino o a un compañero de trabajo
En un mundo hiperconectado, sucesos como el de ayer nos dejan inevitablemente descolocados. La telefonía móvil funcionó mal, o prácticamente nada, y WhatsApp lo hizo con muchos problemas. Los ciudadanos tuvieron que recurrir al móvil del compañero de trabajo o del vecino para contactar con sus seres queridos, quizás en trance de ir a un hospital.
La crisis de ayer servirá también para destacar lo milagroso que es poder estar conectados de forma instantánea con todo el planeta, y que eso es la excepción, y no la norma, en la historia de la humanidad. Esa interconexión, irónicamente, facilita los ciberataques, una de las posibilidades que estudian las autoridades para explicar el apagón.
La frase del día
Estamos dispuestos a compartir nuestros conocimientos y experiencia con España y Portugal, incluidos los adquiridos durante los ataques sistemáticos rusos contra la infraestructura energética
German Galuschenko, ministro de Energía de Ucrania
Las consecuencias del apagón en la economía española
Los bomberos tuvieron que emplearse ayer a destajo para rescatar a personas atrapadas en los ascensores, mientras otras se quedaron encerradas en vagones de metro o de tren. Esos son los problemas más urgentes, los humanos, pero el apagón tendrá también consecuencias a nivel económico, sin perjuicio de que parte de la actividad no desarrollada ayer pueda recuperarse más adelante.
El buen momento de la economía española a nivel macro (a nivel micro, el poder adquisitivo no está tan boyante) afronta así un nuevo obstáculo imprevisto, que puede recordar a la dana de Valencia de hace unos meses. Tiempo habrá, también en este caso, para buscar las causas y trabajar en la prevención.