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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los aranceles ponen un asterisco a casi todos los números

Las empresas necesitan unas mínimas certidumbres para tomar decisiones de inversión, contratación o innovación

El presidente estadounidense, Donald Trump.
CINCO DÍAS

El nivel de incertidumbre que afecta a las previsiones macro y microeconómicas en esta primavera de 2025 solamente se puede comparar con el de hace cinco años, en el pico de la pandemia de Covid-19. Con la diferencia de que el origen fue entonces un fenómeno epidemiológico, y no las volubles decisiones de un gobernante encerrado en una torre de marfil, como actualmente. La rueda del mundo sigue girando, en todo caso, y tanto analistas como instituciones económicas tienen que intentar aventurar qué deparará el futuro, y esforzarse por ponerle números.

Lo hacen, pero todas y cada una de las previsiones viene con asterisco: los giros de guion de la Casa Blanca se cuentan en horas, por lo que prever el cuarto trimestre de este año es un ejercicio formal necesario pero de precisión escasa. El sector bancario español arranca hoy la temporada de resultados del primer trimestre, que apunta a una nueva subida de los beneficios. A pesar del impacto de los menores márgenes, la banca está aprovechando el dinamismo de la economía, por lo que cabe esperar otro ejercicio de resultados récord... con el asterisco arancelario correspondiente. Lo mismo sucede con las grandes cifras económicas; si algo destaca el FMI en las previsiones de primavera, además del recorte al crecimiento, es la dificultad de recrear escenarios económicos incluso en los plazos más cortos. Un contexto que, más allá de las medidas que finalmente aplique Estados Unidos o del resultado de las eventuales negociaciones, es una mala noticia.

Las empresas necesitan unas mínimas certidumbres para tomar decisiones de inversión, contratación o innovación. Y las turbulencias financieras como las de las últimas semanas solo agravan la situación, en la medida en que encarecen o dificultan la financiación de proyectos o la refinanciación de deudas, así como las operaciones en el mercado de capitales. Por más que Washington ejecute otro paso atrás ante la presión de los mercados, como ocurrió ayer con los cambios de tono respecto a la Reserva Federal y a China, buena parte del daño está ya perpetrado. Nada impide un nuevo giro de guion, y la aparente ligereza con la que se toman las decisiones acerca mucho esta posibilidad. Ni el hecho de que Bolsas y mercados de deuda ejerzan de guardarraíles de Trump ni las subidas, a veces verticales, de las cotizaciones pueden solapar la realidad: la economía afronta una expedición en aguas inexploradas con un piloto, además de inexperto, caprichoso.

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