Las claves: España y el resto de la UE confían en evitar los accidentes en la carrera comercial
Trump no parece Max Verstappen, pero tiene un vehículo potente


Dice Fernando Alonso que la Fórmula 1 es el salón del motor, en el sentido de que lo que importa es el coche. Donald Trump no parece precisamente Max Verstappen, el campeón del mundo, pero tiene un vehículo potente, así que no conviene minusvalorar sus posibilidades de ganar la carrera arancelaria; Liz Truss, breve primera ministra británica, pilotaba más bien un Aston Martin como el de Alonso.
La reunión del martes del secretario del Tesoro de EE UU, Scott Bessent, con el ministro español de Economía, Carlos Cuerpo, se saldó con un balance frío y exigente por parte de la Casa Blanca. Más gasto en defensa (o más “salto tecnológico”, como dice Pedro Sánchez) y eliminar la tasa Google son las principales demandas, pero también se incluyen las regulaciones de lenguas cooficiales en el cine, por ejemplo. Se comprende que España apueste por acercarse a China: en el mundo no abundan clientes tan fuertes, y los países que pueden presumir de libertades no son tantos. Washington y Pekín tiran de la cuerda, mientras Bruselas se pone de perfil y confía en salir indemne si hay un accidente, y cruzar la meta primero, aunque sea por casualidad.
La naturaleza del escorpión es picar, por mucho que le done la rana
Aunque la exención a la tecnología de vanguardia de los aranceles de EE UU se ha podido interpretar como un guiño al sector, la realidad es que está tan expuesto o casi al capricho de la Casa Blanca. Nvidia lo ha vivido en sus carnes con la prohibición de exportar a China un chip diseñado especialmente para esquivar las restricciones anteriores. Washington ha decidido que la única regla es que no hay reglas, y que no hay previsiones ni estrategias que valgan. La holandesa ASML reconoce que las perspectivas son inciertas. Picar es, como la del escorpión, la naturaleza de Donald Trump. Por mucho que le done la rana.
El BCE vuelve a las escenas que más cómodas le resultan... de momento
La tendencia natural de los bancos centrales en las últimas décadas es bajar los tipos de interés: que haya alegría monetaria. Las subidas provocadas por la crisis energética e inflacionaria fueron una exigencia del guion, pero los actores protagonistas nunca se sintieron cómodos con esas escenas. Así que, en caso de duda, suelen preferir volver a la senda de bajadas: el alza del euro, la caída de los precios de la energía y la inquietud sobre el crecimiento ponen el foco en la deflación más que en el repunte de los precios, pese al estímulo alemán y el ambicionado rearme europeo (que repentinamente ha pasado a un segundísimo plano en el debate público). La transición energética sigue siendo un peligro inflacionario de fondo. El BCE puede tener que volver a cambiar pronto el guion.
La frase del día
“Llamo a todos los embajadores a que transmitan a sus navieras que el mar Rojo es seguro. El último de los ataques de los hutíes fue el año pasado. Yo creo que no debería haber preocupación”
Osama Rabie, presidente de la Autoridad del Canal de Suez
El vegetarianismo, una dieta que requiere imaginación, pero no es más cara
Los debates sobre alimentación suelen ser maximalistas, como si todo el mundo tuviera que compartir la misma dieta. Partiendo de que cada persona es distinta (dentro de un orden), lo mejor es acercarse al asunto sin demasiados prejuicios, probando por uno mismo y fijándose en cómo está el cuerpo después. El vegetarianismo, por ejemplo, proporciona todas las proteínas necesarias, pero suele requerir más elaboración, imaginación y complejidad para ingerirlas todas que un simple filete. Tampoco es especialmente caro, señalan los expertos, salvo que se quiera jugar a la carne de mentira o vegetal, como la de Beyond Meat, cuyos productos no se han hecho mainstream, quizá precisamente por su precio. Un factor que también juega un papel crucial, más allá del gusto y del bienestar.