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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El sudoku de las pensiones no tiene solución individual

La única salida del laberinto pasa por dos asignaturas pendientes: la productividad y la tasa de actividad

El Movimiento de Pensionistas de Euskal Herria, en una manifestación en Vitoria para reivindicar salarios y pensiones mínimas justas y dignas.
CINCO DÍAS

El debate sobre la sostenibilidad de las pensiones siempre está en la frontera, terreno abonado para los discursos facilones, quizá a causa de que el sistema de reparto se pueda interpretar como un mecanismo de suma cero, donde lo que pierden unos lo ganan otros, siendo ambos colectivos fácilmente identificables: los jóvenes, los trabajadores de mediana edad y los jubilados. En estos colectivos, los códigos clásicos de la política son más complejos de interpretar, lo que, junto a la creciente predominancia de los electores de más edad, convierte la toma de decisiones sobre la jubilación en una pesadilla política.

En este escenario, las comparaciones con el entorno europeo son de cierta ayuda. Los jubilados españoles tienen una renta per cápita por encima de la media europea, mientras que la renta media de los españoles (jubilados o sin jubilar) está por debajo. Los porcentajes van algo más allá de lo que se puede interpretar como ruido estadístico, lo que sugiere que las pensiones en España son, teniendo en cuenta la renta media, más generosas que en la media de la UE (grupo que incluye a los países del este de Europa de reciente incorporación, lo que puede condicionar la estadística).

La brecha con la UE es creciente a medida que aumenta el nivel educativo, lo que indica que la aparente generosidad de las pensiones no se debe a un suelo relativamente más alto, sino al techo. En este sentido, cabe recordar la revalorización de las pensiones en función del IPC de hace apenas dos años, un 8,5% aplicado a todas las escalas, desde la pensión mínima a una máxima que está ya en los 3.800 euros mensuales. Un nivel de ingresos por encima de más del 80% de los asalariados.

No es el de las pensiones el único sudoku económico que no solo es de casi imposible resolución, sino que tiene también un componente generacional. La vivienda está a la par. Ninguno de los dos se puede abordar partiendo de ángulos individuales: los jubilados con más ingresos tienen razón al pensar que sus cotizaciones son fruto del trabajo, al igual que los jóvenes a pensar que sus abuelos ganan más que ellos con una pensión que no saben si cobrarán ellos. Y los jubilados con peores carreras laborales tampoco deberían pagar los platos rotos. No se trata de competir por las razones, sino de intentar paliar el impacto de la demografía sobre un sistema que, afortunadamente, no está en cuestión. Y sin olvidar que la única salida del laberinto pasa por dos asignaturas pendientes (una más que otra) de la economía española: la productividad y la tasa de actividad.


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