Los paradigmas también se tambalean en las finanzas
Los gestores de fondos han cambiado el perfil de sus carteras a una velocidad desconocida, saliendo de la Bolsa estadounidense para moverse hacia Europa


Son tiempos estos en los que se cuestionan las verdades que parecían escritas en piedra. La mitad de los españoles tenía menos de 10 años cuando cayó el Muro de Berlín; el mundo que llegó después de la caída del Telón de Acero, el mundo de la globalización, es el único recuerdo para la mayoría de la población. La Administración Trump ha dejado en el aire (o directamente atropelladas) premisas fundamentales en política exterior, la economía y el sistema de Gobierno estadounidense, como si el futuro EE UU fuera a ser más esplendoroso a medida que se rompen más cosas en el presente.
El Trump 2.0 parece tener menos filtros a su alrededor, y cuando se vuelca el tablero de juego no todas las piezas caen como queremos. La agresividad extrema puede funcionar bien a la hora de negociar el precio de una contrata, o de un programa de televisión, pero en economía las decisiones tienen siempre efectos secundarios, algunos previstos, otros imprevistos y algunos intangibles, como las expectativas.
Así, que los aranceles generan más inflación era algo con lo que el mercado contaba ya desde antes de las elecciones del 5 de noviembre: suben los precios de los artículos importados y, por tanto, la cesta de la compra es más cara. Pero el deterioro de la confianza de consumidores y empresas está siendo peor de lo previsto, y la recesión está en las quinielas de los grandes bancos de inversión. Y la supuesta reducción del tamaño del Estado se traduce más en caos y memes que en ahorro de dinero.
Aún más imprevisible ha sido la reacción de los mercados de valores. Los gestores de fondos han cambiado el perfil de sus carteras a una velocidad desconocida, saliendo de la Bolsa estadounidense para moverse hacia Europa, aparentemente el eslabón más débil en este mundo en formación. A ello contribuyó, sobre todo, la excesiva valoración de parte del mercado estadounidense. Ahora bien, el nuevo escenario político sí está aflorando dudas sobre otra premisa básica con la que trabajan los mercados de valores: la excepción americana. La convicción del mayor dinamismo estructural de EE UU ha permitido que en las últimas décadas sus mercados coticen con una prima, en forma de valoraciones más altas o tipos más bajos. El mantra aún resuena, pero está en cuestión en un mundo nuevo, en el que la globalización (liderada por los gigantes de Wall Street) y la primacía del país como única potencial mundial están escritas con un signo de interrogación al final. El reequilibrio global no es una calle de sentido único, y los volantazos no ayudan.

