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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El agua fría del Atlántico obliga a cambiar el paso del BCE

Hace bien Lagarde en insistir en lo incierto del panorama; la credibilidad empieza por el realismo

Sede del BCE, en Fráncfort.
CINCO DÍAS

En el mes de octubre, Christine Lagarde proclamaba que el BCE no había roto el cuello a la inflación, pero que estaría cerca de hacerlo. Una certidumbre con la que la autoridad monetaria europea marcaba el camino de la normalización monetaria. En los meses siguientes, el debate versó sobre una cuestión de tono académico, el tipo de interés neutral al que se llegaría prácticamente con el piloto automático. Ayer el banco empeoró sus previsiones económicas (más inflación, menos crecimiento) y, lejos de aclarar el panorama de la próxima reunión, en abril, lo abrió.

La causa de la incertidumbre es de todos conocida. En una simbólica elipsis, Lagarde, parafraseando sus propias palabras en la cumbre del G20 en Sudáfrica, asimiló las corrientes marinas que chocan en el cabo de Buena Esperanza con las fuerzas contrapuestas que gravitan sobre las condiciones financieras en Europa, citando “el agua fría que viene del Atlántico”. Los aranceles ya anunciados, los que puedan venir, y los riesgos geopolíticos han alterado el panorama financiero hasta un punto que deja caducas las expectativas económicas en pocos días. El BCE ya ha retocado sus previsiones a partir de la primera oleada de aranceles de Estados Unidos sobre Canadá y México, que ya empeoran el saldo comercial esperado y los precios de las importaciones. Pero no ha incluido las eventuales barreras comerciales que pueden recaer sobre Europa. Tampoco el efecto económico de los planes de inversión en infraestructuras y defensa, bendecidos como un impulso económico que no pone en riesgo el mercado de deuda ni condiciona la política monetaria. Un apunte más que relevante, dado el peso de Fráncfort en el proceso decisorio europeo y su ascendente en los mercados, pero también esperado. El sacrosanto Bundesbank ha dado el aval implícito a la reforma del techo de deuda con su propia propuesta.

Quedan seis semanas hasta la reunión de abril. Es imposible listar la cantidad de paradigmas económicos, legales y políticos, que en las seis semanas transcurridas desde la reunión de enero han sido arrasados por el terremoto con epicentro en Washington. Hace bien Lagarde en insistir en lo incierto del panorama; la credibilidad empieza por el realismo. La pausa en los recortes de tipos puede parecer precipitada, vista la acumulación de riesgos. Pero no es menos cierto que los mercados financieros, y algunos economistas, están mejorando las previsiones sobre la economía europea justo en el momento más crítico para la Unión.


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