Más allá del progreso: tecnología al servicio de la sociedad
La concentración en manos de unas pocas empresas de EE UU o de China puede resultar muy lesivo para el bien común

Existe bastante consenso en definir el bien común como aquel conjunto de condiciones sociales, económicas, culturales, políticas y medioambientales que permiten a personas y territorios desarrollarse de forma integral, alcanzando con ello altas cotas de bienestar compartido. El objetivo del bien común va mucho más allá de lograr el bien moral, que podría resultar en lograr mejoras sensibles en bienestar para algunos, y pone el foco en maximizar el bienestar colectivo.
Sin duda, aquellos actos o decisiones que buscan el bien moral, si están orientados hacia valores universales como la justicia, la equidad y la solidaridad, contribuyen al bien común, pero mientras el bien moral puede centrarse en lo que es correcto o beneficioso para una persona o grupo, el bien común exige crear un marco de convivencia que favorezca a toda la sociedad de forma inclusiva. Esta apreciación es fundamental para el objetivo que Nausika se marca en esta nueva andadura, que es favorecer aquellos cauces por los cuales la tecnología puede favorecer el bien común, y en consecuencia el bienestar compartido.
La tecnología es una herramienta con alto potencial para acelerar estas condiciones que hemos definido como el bien común. De hecho, el buen uso de la tecnología nos ha permitido en este siglo XXI tan atormentado, entre otras cosas, reducir por diez veces el número de fallecidos en la última pandemia, prolongar la esperanza de vida de la ciudadanía en más de veinte años, evitar desastres mayores en la amenaza del cambio climático, mejorar las calidades de nuestros alimentos y extender la capacidad productiva de nuestras tierras.
El acceso online a la educación permite que colectivos y regiones muy desfavorecidos accedan a servicios educativos que de otro modo serían impensables. Y otra dimensión no menor es el potencial de la tecnología para mejorar las capacidades de las personas, haciéndolas más productivas y generando nuevas oportunidades laborales.
Sin embargo, para que la tecnología sea aceleradora de este bien común, deben darse algunas condiciones en las que el reciente premio nobel de Economía, Daren Acemoglou insiste en varios de sus libros. En primer lugar, este autor subraya la importancia de reconstruir los poderes compensatorios a partir de organizaciones de la sociedad civil que reúnen a las personas en torno a problemas comunes y que trabajan en nuevas normas de acción política y autogestión. A su vez, destaca la importancia de que las instituciones sean inclusivas, transparentes y responsables, buscando en el desarrollo tecnológico una gobernanza global y no una fuente para extraer rentas que concentren el poder en menos manos.
De hecho, la concentración de algunas tecnologías clave en manos de unas pocas empresas de EE UU o de China puede resultar muy lesivo para el bien común, al afectar negativamente a la competencia y a la equidad de mercado. Europa llega tarde a la pelea para competir con un modelo basado en la concentración de poder tecnológico como el americano o el chino, pero todavía estamos a tiempo de liderar una revolución tecnológica orientada al bien común, donde la innovación contribuya a resolver los problemas actuales de nuestra sociedad con equidad, sostenibilidad y con respecto a los derechos humanos. Esta ha sido nuestra esencia desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El reto de Europa es transformar nuestro modelo regulatorio en un motor de innovación responsable y competitiva y pasar a la acción apostando por una gobernanza tecnológica que ponga a las personas en el centro y convierta la innovación en una herramienta para la prosperidad compartida.
Dadas las potencialidades y riesgos del desarrollo tecnológico, es más importante que nunca que nos pronunciemos y exijamos a nuestras instituciones y empresas que utilicen el desarrollo tecnológico para favorecer el bienestar colectivo, incentivando la innovación inclusiva, que a su vez potencie las capacidades de las personas trabajadoras y posibilite la existencia de empleos más dignos y saludables; que fortalezcan las instituciones democráticas, evitando la concentración y los abusos de poder mediante la regulación; y que redistribuyan los beneficios que la tecnología aporta, ofreciendo tratamientos positivos diferenciales a quienes utilizan el desarrollo tecnológico para aumentar el bienestar colectivo.
A partir de estos objetivos más generales, desde Nausika, iremos, en esta nueva etapa, píldora a píldora, ejerciendo nuestra voz para detenernos en cada una de las dimensiones en las que la tecnología debe y puede favorecer el bien común, alertando de los peligros y celebrando los éxitos que vamos detectando. Todo ello en aras de compartir con el resto de los lectores y lectoras hasta qué punto percibimos esa asociación entre tecnología y bien común. Y también de incidir, en lo posible, en las instituciones y en las empresas para que todas las decisiones que tomen respecto al desarrollo tecnológico nos lleven a una sociedad que ofrece mayores niveles de reconocimiento, dignidad para todos y todas, y en definitiva, mayor bienestar compartido.
Grupo Nausika es una plataforma de pensamiento formada por Xavier Castillo, Antón Costas, Sara de la Rica, Guillermo Dorronsoro, Emma Fernández, Xavier Ferràs, José María Lassalle, Paco Marín, Pedro Mier, Felipe Romera y Ana Ursúa.