DeepSeek, la disrupción de la disrupción
Las dinámicas geopolíticas y económicas podrían cambiar si China realmente se pusiera a la par de EE UU en la IA
![Liang Wenfeng, fundador de DeepSeek, en Shanghái en 2019.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/FTAGQLDIF5GEBGHI6HDXSFQEUM.jpg?auth=bac101a66f8c981ebd511d3a0e51c964a8d96fcea5e29c01fab6aa3d887b2976&width=414)
DeepSeek, la pequeña startup china, ha encontrado un atajo para crear modelos de lenguaje de inteligencia artificial (IA) tan potentes como los lanzados en los últimos años, pero con un coste muy inferior y empleando chips de Nvidia de una generación anterior. Además, ha publicado todos los detalles del modelo, por lo que debería de ser fácilmente replicable.
Si se confirma la potencia y utilidad del enfoque de esta compañía, no solo trastocaría toda la cadena de valor de la IA, sino que podría tener importantes consecuencias geopolíticas y económicas. Si con modelos más simples y semiconductores menos avanzados se pueden alcanzar resultados similares, resultaría que la ventaja de Estados Unidos no es tan grande, China podría ponerse rápidamente a la altura de EE UU en esta disrupción, y Europa no estaría tan rezagada.
La solución encontrada por DeepSeek ha puesto súbitamente en duda la auténtica carrera armamentística entre los gigantes tecnológicos. Quizás no sea necesaria tanta potencia de computación, y la IA no está abocada a ser un oligopolio tan controlado por EE UU. Si los chips de hace unos años son suficientes, el liderazgo de Nvidia, ASML, Broadcom o Taiwan Semiconductors no sería tan incontestable, y muchos otros fabricantes podrían reengancharse a la carrera. Tampoco serían necesarias tantas inversiones en fábricas de semiconductores y en centros de datos. Por esto, hasta que se tenga más visibilidad de sus efectos, estos sectores deberían de ser los más castigados en Bolsa.
Pero esto no significa, ni mucho menos, que el bum haya terminado. Porque los supercentros de datos que se están instalando con cientos de miles de GPU (unidades de procesamiento gráfico) de última generación y proyectos como el Stargate anunciado en cuanto Trump volvió a la Casa Blanca sin duda acabarán produciendo nuevos saltos en las capacidades de la IA.
Hay otro argumento de peso para afirmar que aún nos encontramos en una fase incipiente de esta disrupción. Basado en lo que en economía se denomina paradoja de Jevons, y que se ha demostrado en anteriores revoluciones industriales y tecnológicas (la última vez, hace apenas unos años con la migración de procesos y datos a la nube), las mejoras de eficiencia y el abaratamiento de la tecnología acaban teniendo como resultado una aceleración de la adopción del cambio. En otros términos, la caída de los costes acaba disparando la demanda, de forma que el volumen de negocio sigue creciendo a gran velocidad.
Entramos, por lo tanto, en la fase que podríamos denominar de democratización de la IA, con una avalancha de modelos y aplicaciones desarrolladas específicamente por o para usos concretos de las compañías. Implica que pasamos de la fase de la disrupción, en la que la clave ha sido contar con la mayor capacidad de computación (hardware), a otra en la que lo importante serán los usos prácticos y la monetización del negocio (software).
En este sentido, la lectura preliminar de los mercados parece bien encaminada. Sufren los diseñadores y fabricantes de chips, pero mucho menos los gigantes integrados verticalmente (Microsoft, Alphabet, Meta, Amazon y Apple), por su capacidad de generar ingresos en sus bases de cientos de millones de clientes fidelizados con varias aplicaciones, y que incluso podrían ahorrar costes frenando sus ambiciosos proyectos de inversión en centros de datos. Por esto, contemplaríamos una toma de beneficios como una oportunidad para reforzar posiciones en estos valores y en algunas otras compañías de software.
Los que no cambian en absoluto, desde nuestro punto de vista, son los procesos de electrificación y descarbonización del transporte, la industria y los hogares, por lo que parece exagerado el castigo a algunas de las compañías industriales más directamente involucradas.
Pero tan relevantes como las implicaciones empresariales podrían ser también las económicas y geopolíticas. La tesis de excepcionalidad de EE UU se apoya en su abrumador liderazgo tecnológico, que impulsa las inversiones, productividad y crecimiento económico. Pero si la IA tiene menores barreras de entrada, aunque en menor medida, también sería beneficioso para Europa, China y el resto del mundo. Si semiconductores menos punteros también sirven, tiene aún más sentido que la UE mejore su autonomía estratégica promoviendo la instalación en nuestro continente de fábricas y centros de datos y la creación de modelos y aplicaciones independientes.
La irrupción de China en la carrera por la IA podría trastocar también la estrategia de EE UU, ya iniciada por su anterior Administración, de tratar de mantener un claro liderazgo tecnológico impidiendo su acceso a los semiconductores más punteros. Si este dejara de ser un vector competitivo tan crucial, quizás deba centrarse en reforzar sus capacidades de seguridad y defensa, aunque puede que redoble su apuesta, acelerando aún más la carrera.
En conclusión, entramos en una nueva fase de la disrupción de la IA que rompe algunas de las premisas que se habían dado por sentadas y amenaza la prevalencia de EE UU y de sus siete magníficos. Esto en Bolsa debería de conducir a múltiplos menos exuberantes de las tecnológicas y a cierta rotación sectorial. Pero, con una perspectiva más amplia, puede que acaben siendo buenas noticias para nuestras economías y empresas, y el catalizador de un proceso de reequilibrio global en diversos ámbitos.
Roberto Scholtes Ruiz es CFA, jefe de estrategia de Singular Bank