La energía verde será una inversión inteligente a la contra
Aunque la elección de Trump puede dañar a algunos actores del sector, este puede ser una oportunidad de compra
A primera vista, 2025 se perfila como un año nefasto para las energías renovables. El planeta parece cada vez más lejos de limitar el calentamiento global a un nivel manejable de 1,5 grados, y la elección de Donald Trump en EE UU significa que este se retirará visiblemente de la lucha colectiva contra el cambio climático. Pero, aunque el próximo año será dañino para algunos actores de la energía verde, el sector en general puede constituir una oportunidad de compra.
Dado que Trump ha calificado el cambio climático de “engaño” y ha afirmado varias veces que la eólica marina perjudica a las aves y provoca cáncer, es tentador temer que su Administración pueda tirar por la borda la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) de Joe Biden, que Bernstein calcula que dio lugar a inversiones en energías limpias en EE UU por valor de 488.000 millones de dólares en los dos años posteriores a su entrada en vigor –en agosto de 2022.
El ETF iShares Global Clean Energy, de los principales grupos de renovables, cayó un 10% en las dos semanas postelectorales, frente a una subida general del 2% de la Bolsa mundial. Los proveedores de eólica marina, como Orsted, lideraron inicialmente la caída. Las firmas de hidrógeno verde, como la noruega Nel, que hace electrolizadores que dividen las moléculas de agua, cayeron más de un 20%. Pero no todos los valores ecológicos se vieron afectados. Los más expuestos a las infraestructuras energéticas de EE UU, como el gigante nacional NextEra Energy, Iberdrola y la británica National Grid –que obtiene en torno al 45% de su ebitda en Norteamérica– se mantuvieron prácticamente estables. La alemana RWE, que compró solar de EE UU en 2022, vio subir sus acciones.
Esto tiene sentido si Trump está tan centrado en la energía de bajo coste como parece. La solar y la eólica terrestre son más baratas que el gas, según Lazard; la eólica marina no lo es. Dado que los Estados republicanos recibieron el 70% de la inversión en energías limpias en los dos primeros años de la ley IRA, una eliminación total de esta también sería una mala política.
Lo más probable es que Trump acelere la concesión de permisos para nuevos proyectos de combustibles fósiles, pero también para la solar y la eólica terrestre. Lo contrario podría ocurrir con los permisos para la eólica marina y el hidrógeno verde, que siguen necesitando subvenciones para competir.
Mientras, hiperescaladores como Microsoft y Amazon necesitan mucha más energía para entrenar sus modelos de inteligencia artificial. Esto debería de respaldar la demanda tanto de solar como de ampliación de la red. McKinsey afirma que la construcción de centros de datos en EE UU podría requerir más de 400 teravatios hora de electricidad adicional para 2030, en torno a todo el consumo anual de Francia.
El iShares Global Clean Energy ha caído casi un cuarto desde finales de 2023. Las continuas críticas de Trump a la energía verde podrían llevarle a desechar toda la ley IRA. Pero para hacer una apuesta a la contra, tiene que haber cierto riesgo.
Petróleo
Trump y Mohamed Bin Salmán (MbS) tienen objetivos contradictorios en 2025. El estadounidense quiere aplicar la “máxima presión” sobre Irán, pero no querrá el repunte de los precios del petróleo que podría acompañarlo. El príncipe heredero saudí está harto de renunciar a los ingresos del crudo, bombeando 3 millones de barriles por debajo de su capacidad diaria de 12 millones, pero desconfiará de un desplome de los precios si abre los grifos. Aun así, hay una forma de que su bromance (romance de colegas) florezca.
A primera vista, MbS y Trump tienen mucho en lo que discrepar. Si el nuevo presidente cumple sus promesas de reducir drásticamente los plazos de concesión de permisos, los precios podrían caer aún más por debajo del nivel de 100 dólares por barril con el que se equilibra el presupuesto saudí. A diferencia del primer mandato de Trump, MbS se ha acercado a Irán a través de conversaciones mediadas por otro enemigo del republicano: China. Además, la población saudí, predominantemente joven, simpatiza por naturaleza con los palestinos, lo que podría agitarse si Trump negocia un acuerdo de alto el fuego que parezca excesivamente generoso con Israel.
Aun así, es probable que las relaciones entre MbS y Trump sean mucho más cordiales que las frías del príncipe con Joe Biden. Trump y Elon Musk fueron vistos recientemente en un combate de artes marciales mixtas con Yasir Al-Rumayyan, jefe del fondo soberano saudí, PIF. Y la dinámica del petróleo puede ayudar más que entorpecer.
Con 13 millones de barriles, la producción diaria de petróleo de EE UU es la más alta del mundo. Pero, según Goldman Sachs, el precio necesario en la región clave del Pérmico para perforar nuevos pozos y obtener un rendimiento del 15% es de 70 dólares, al que cotiza actualmente. La mayor parte de la producción de EE UU estña en terrenos privados y no en las zonas públicas que controla Trump. Con pronosticadores como la Agencia Internacional de la Energía (AIE) anticipando un exceso de oferta de 1 millón de barriles al día en 2025, y la OPEP+ deseosa de poner fin a los recortes de la producción, puede que la inundación de EE UU sea más bien un goteo.
Así las cosas, los intereses de MbS y Trump podrían coincidir. Imaginemos que EE UU intenta reducir los 53.000 millones de ingresos anuales que Irán obtuvo en 2023 mediante sanciones más duras. De ser efectivas, podrían desaparecer del mercado 1,7 millones de barriles diarios de exportaciones iraníes, lo que podría disparar los precios incluso si se materializa el superávit previsto por la AIE. De este modo, Riad podría utilizar su excedente impunemente. Mientras que los precios caerían, la cuota de mercado del reino podría dispararse.
Tal escenario permitiría tanto a MbS como a Trump ganar en 2025. Pero ambos podrían engrasar las ruedas. Riad podría invertir en el deporte en EE UU, como el tenis, a través de la empresa SURJ Sports Investment del PIF. Trump podría abogar por grandes cantidades de inversión extranjera directa de proveedores de capital de EE UU en el reino para dar jugo a su agenda de diversificación Vision 2030, especialmente en el campo de la IA. De ser así, Arabia Saudí podría terminar el año más firmemente en el bando de EE UU.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías