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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La II Guerra Comercial será fácil de perder para China

El modelo de crecimiento en el que está invirtiendo Pekín hará que otra contienda sea más peligrosa

Xi Jinping China
El presidente chino, Xi Jinping, toma una taza de té durante una sesión de la Asamblea Popular Nacional, en Pekín.Ng Han Guan (AP/LaPresse)

Las guerras comerciales son buenas, y fáciles de ganar”, tuiteó Donald Trump en marzo de 2018 cuando era presidente de EE UU, apenas unos meses antes de iniciar en serio uno de los mayores conflictos comerciales de la historia moderna. La campaña posterior de aranceles de ojo por ojo entre Washington y Pekín apenas le dio la razón: en junio, China anotó un superávit comercial mensual récord con EE UU de 99.000 millones de dólares. Pero el candidato republicano a las elecciones presidenciales de noviembre ha amenazado con aumentar los aranceles a las exportaciones chinas de un 10% efectivo a un 60% generalizado si gana. Con Trump codo con codo con su rival demócrata Kamala Harris en los principales estados en liza, Pekín se enfrenta a la posibilidad real de una Segunda Guerra Comercial.

Si la primera guerra comercial sirve de guía, los líderes chinos probablemente no puedan impedir que Trump imponga aranceles. Sigue descontento con el déficit comercial de 280.000 millones de dólares que su país tendrá con China en 2023. Los funcionarios pueden, sin embargo, desplegar algunas tácticas que han aprendido en los últimos seis años para amortiguar el impacto de cualquier nuevo asalto a sus exportaciones, y frenar el desacoplamiento económico que echó raíces durante el primer mandato de Trump.

En la primera contienda, el acercamiento ayudaró a retrasar la aplicación de algunos de los aranceles más elevados. Pekín permitió que el yuan se debilitara frente al dólar amortiguando el golpe para los exportadores chinos desde el principio; redirigir los envíos de productos electrónicos y textiles a través de otros países como México ayudó a algunos a eludir aranceles de hasta el 25%.

Sin embargo, fueron necesarias una docena de rondas de conversaciones –durante las cuales Washington tachó a China de manipuladora de divisas, para luego retractarse– antes de que ambas partes llegaran a un acuerdo en enero de 2020, la Fase Uno, que ponía fin a las subidas recíprocas.

Quizá la lección más importante de esta primera guerra es que una vez que se aplican los aranceles, no se eliminan. La tregua detuvo nuevas subidas, pero no proporcionó un camino claro hacia la eliminación de las tasas impuestas por EE UU, a pesar del compromiso del presidente Xi Jinping de comprar 200.000 millones de dólares más en bienes y servicios estadounidenses, incluidos productos agrícolas y energía.

Desde 2021, el presidente, Joe Biden, ha añadido más aranceles y restricciones a las exportaciones. No está claro si Kamala Harris seguirá el mismo camino si gana la carrera a la Casa Blanca. Por otra parte, Trump puede estar profiriendo amenazas vacías, aunque lo mismo se dijo de sus proclamas cuando llegó a la Casa Blanca.

El impacto directo de la guerra comercial hasta ahora no ha sido demasiado grave. Aunque la participación de China en las importaciones totales de EE UU ha caído ocho puntos desde 2018 hasta aproximadamente el 13%, la participación de China en las exportaciones mundiales ha aumentado 1,5 puntos. Según el Instituto Peterson de Economía Internacional, China no compró esencialmente ninguno de los bienes y servicios adicionales que prometió.

Una de las únicas victorias reales de Trump se produjo gracias a la cuota de EE UU en las importaciones agrícolas de China, que aumentó del 10% en 2019 al 19% en 2021, ya que las piaras de cerdos que se recuperan de la peste porcina africana en China impulsaron la demanda de grano. Pero esa cuota cayó al 15% el año pasado, ya que Pekín –preocupado por la seguridad alimentaria tras la invasión rusa de Ucrania– se alejó de las granjas estadounidenses en favor de la soja y el maíz de Brasil.

La ventaja manufacturera de China sigue siendo fundamental para algunas de las empresas más valiosas de EE UU, como Tesla y Apple. El año pasado, el fabricante del iPhone anunció planes para trasladar casi una quinta parte de la producción mundial a la India, pero en marzo reconoció que “no hay cadena de suministro en el mundo que sea más crítica para nosotros que China”.

Las cosas pueden ser mucho peores para China en la Segunda Guerra Comercial. Washington tendrá menos probabilidades de conceder a Xi el beneficio de la duda en las negociaciones, lo que hará mucho más difícil cualquier desescalada. Además, habrá mucho más en juego. Los economistas de UBS estiman que una subida del 60% podría restar 2,5 puntos porcentuales al PIB chino, lo que reduciría a la mitad la ralentización de su tasa de crecimiento. El banco suizo calcula que cerca de la mitad del golpe vendrá directamente de la caída de las exportaciones, aunque el apoyo político de Pekín podría ayudar a limitar la caída general a cerca de 1,5 puntos porcentuales.

La presión sobre la divisa china será inmediata, al igual que el renminbi soportó el peso de los temores del mercado con cada nueva amenaza arancelaria lanzada a lo largo de 2018 y 2019. BNP Paribas ha pronosticado que la moneda caerá un 6% frente al dólar, con o sin estímulos internos para amortiguar el golpe.

Cualquiera de los dos escenarios pondría en jaque los controles de las autoridades sobre el tipo de cambio -que ya se han visto presionados este año por un crecimiento mediocre- e iría en contra del deseo de Xi de contar con un yuan fuerte para apuntalar las ambiciones de China de convertirse en una superpotencia financiera mundial. En última instancia, los nuevos aranceles podrían limitar la capacidad de China de relajar la política monetaria para apuntalar la economía; ya parece difícil que Pekín alcance su objetivo de crecimiento del PIB de “alrededor del 5%” este año

Para empeorar las cosas, el último comunicado político de la última cumbre de los líderes del partido en julio deja claro que están redoblando su apuesta por una política industrial que confía en las exportaciones de todo tipo de productos, desde vehículos eléctricos a dispositivos médicos, para compensar la débil demanda interna. Este impulso dejará su economía aún más expuesta a la amenaza de los aranceles estadounidenses.

En resumen, puede que Pekín haya salido relativamente indemne hasta ahora. Pero el modelo de crecimiento en el que están invirtiendo los responsables políticos hará que una segunda conflagración comercial con Washington sea más peligrosa y difícil de extinguir. Para China, otra guerra comercial sería mala y fácil de perder.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Pierre Lomba Leblanc, es responsabilidad de CincoDías.

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