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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El agitado 2024 de las materias primas

Ni el petróleo ni los metales industriales están respondiendo a los pronósticos razonables de principios de año

Plataforma petrolífera de Total en la costa de Angola.
Plataforma petrolífera de Total en la costa de Angola.RODGER BOSCH (Getty)
Juan Ignacio Crespo

Al acercarse el mes de agosto sorprende que los mercados del petróleo estén dando señales de flojera por precisamente lo contrario de lo que se esperaba hace unos pocos meses. Entonces se contaba que para estas fechas las reservas de petróleo estuvieran en niveles bajos por el mayor consumo de gasolina y diésel asociado a la temporada de vacaciones, pero lo cierto es que esa expectativa no se ha materializado a pesar de que la temporada de verano ya casi ha superado su ecuador.

Pero no es solo el precio del petróleo el que no está respondiendo a lo que parecían pronósticos razonables a primeros de año (recuérdese que al inicio de abril el precio del petróleo Brent llegó a ser de 92 dólares por barril, para cotizar ayer en 79 dólares) sino que algo parecido le ha sucedido al precio de los metales industriales, que tuvieron una subida nada desdeñable hasta el mes de mayo para en la actualidad tener un precio como grupo ligeramente inferior al que tenían a comienzos de año.

Las dos cosas dan idea de que la economía mundial no está tan boyante como pudiera pensarse, fundamentalmente por la incapacidad aparente este año de que el PIB chino consiga crecer según el objetivo marcado por su Gobierno.

Tampoco hay que exagerar pensando que ese mal comportamiento de precio tanto de la energía como de los metales industriales esté indicando una flojera económica excesiva: el precio de las materias primas industriales estuvo durante casi toda la década pasada con una bajada tendencial, sin que en paralelo se estuviera produciendo un deterioro del crecimiento económico. Más bien se podría hablar de lo contrario: en la fase de precios más bajos (hacia 2015-2016) las economías ya habían dejado atrás las peores consecuencias económicas de la Gran Crisis financiera.

La tendencia secular de bajada de precio de las materias primas se inició en 2011 (una mayor precisión exigiría decir que comenzó en 2008, pero la recuperación que tuvieron en 2009 y 2010 hace que normalmente se tome febrero de 2011 como el punto de inicio de esa caída) y entonces estaba más que justificado que así fuera: tras una recesión inicial asociada a la crisis financiera, la economía europea volvió a entrar en recesión entre 2011 y 2013; la japonesa entró en recesión también en 2012, en parte por las consecuencias del maremoto de Fukushima de 2011, y se mantuvo débil por la subida de los impuestos. También China se vio envuelta en un período de inestabilidad financiera y cambiaria importante en 2015 y 2016, pero de conjunto, la década que va de 2010 a 2020 se caracterizó por un crecimiento económico apreciable: EE UU tuvo una tasa anual promedio de los diferentes trimestres del 2,43% (oscilando entre 1,5% y 4%) mientras que los datos de crecimiento anual del PIB mundial proporcionados por el Fondo Monetario Internacional oscilaron entre 2,83% y 4,17%.

Pero si el desajuste entre la evolución de la actividad económica medida por el PIB y la evolución del precio de las materias primas resulta a veces sorprendente, el que estas mantienen con las Bolsas es pasmoso. Así, el ratio o cociente entre el índice de materias primas GSCI Spot y el índice de Bolsa americana S&P 500, bajó entre julio de 2008 y mayo de 2020 de 0,68 hasta 0,09. O, dicho de otra forma: mientras el S&P 500 se multiplicaba por 2,2 entre esas dos fechas, el Índice de materias primas GSCI Spot perdía un 70%.

Un comportamiento tan dispar y desequilibrado en favor de las inversiones realizadas en la Bolsa de EE UU frente a una cesta de materias primas que siguieran el índice GSCI Spot dio lugar en los años pasados a argumentaciones en favor de que se estaría a punto de iniciar un ciclo secular alcista del precio de estas, creando expectativas que no se han cumplido y tampoco tienen aspecto de que se vayan a cumplir en este año 2024.

Eso no ha sido óbice para que en ciertos momentos pareciera que se iba a materializar la subida esperada de precio de las materias primas: entre el peor momento de la pandemia (que coincidió con la recesión súbita de abril de 2020) y junio de 2022 sí que se produjo una recuperación de su precio conjunto más rápida que la del S&P 500, hasta el punto de que el ratio entre ambos ya mencionado se duplicó con creces. Pero los acontecimientos posteriores parece que han hecho descarrilar, al menos por ahora, la expectativa de un nuevo ciclo secular alcista de precio de los materiales básicos.

Suele haber una tendencia a creer que el aumento de la liquidez en los mercados financieros que, normalmente, hace subir a las Bolsas, también sirve para las materias primas, pero el caso de los QEs (o políticas monetarias cuantitativas) aplicados tanto por la Reserva Federal como por el BCE (en menor medida) entre 2011 y 2016 han coincidido con momentos en que las materias primas bajaban de precio.

De modo que nos encontramos al final de julio y el precio conjunto de las materias primas ha subido en lo que va de año un 1,4%, siendo los metales preciosos (17%) y el ganado (12%) los que más han contribuido a esa subida, habiendo variado con grandes oscilaciones el precio conjunto, favoreciendo así al pronóstico de un IPC en dientes de sierra lateral u horizontal que habíamos hecho aquí y que viene produciéndose desde abril de 2023.

Juan Ignacio Crespo es economista y estadístico del Estado.

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