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Para pensar
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Españoles rotos entre pobres y ricos

En esta brecha social creciente radica uno de los mayores, si no el mayor, de los problemas actuales de España

La ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego (centro), durante una reunión con las principales entidades sociales del tercer sector, para prevenir y combatir la pobreza infantil, en marzo pasado.
La ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego (centro), durante una reunión con las principales entidades sociales del tercer sector, para prevenir y combatir la pobreza infantil, en marzo pasado.Marta Fernández Jara (Europa Press)

Veinte años escuchando la matraca de que se rompe España por Cataluña, cuando la Encuesta Financiera de las Familias (Banco de España) aporta datos que evidencian que la brecha social, con el ascensor social averiado, es la que está rompiendo España sin que parezca que los políticos se sientan obligados a efectuar un solo debate en el Congreso para buscar, no culpables, sino soluciones. Y las necesitamos. Porque dentro de la regresión histórica que estamos viviendo con el auge de la vieja extrema derecha europea, aquella que nos condujo a la Segunda Guerra Mundial, todavía hay quien confunde ser rico con estar bendecido por los dioses, y ser pobre, con ausencia de virtudes personales.

En España, como en todo el mundo occidental actual, la mayor desigualdad social procede de la diferencia creciente en riqueza. Según los datos, la riqueza neta de los españoles aumentó un 3,7% entre 2020 y 2022. Crece el valor patrimonial (muebles e inmuebles), a la vez que se reduce la deuda de las familias. Sin embargo, descontando la inflación, el patrimonio neto promedio de los españoles todavía no ha recuperado el nivel previo a la crisis de 2008. La desigualdad en la distribución de esta riqueza se ha agrandado desde principios de siglo: si en 2002 el 10% de las familias más ricas disponía del 43% del total de la riqueza, mientras el 50% más pobre lo hacía del 14%, 20 años más tarde las distancias son mayores: los más ricos suben 10 puntos y los más pobres bajan ocho puntos.

Otra manera de ordenar los datos de riqueza es hacerlo por edad: en los hogares con cabeza de familia menor de 35 años, la riqueza es mucho menor que en aquellos con un mayor de 65 años. Hasta aquí, un hecho normal, acorde con la teoría económica del ciclo vital de la renta: a lo largo de los años de trabajo, se acumula ahorro que se invierte en patrimonio; mayormente en España, vivienda en propiedad. Lo que no es normal es lo que está ocurriendo en España: los jóvenes no solo han dejado de acumular ahorro y patrimonio, sino que pierden riqueza comparado con antes, mientras los mayores siguen aumentándola, razón por la que la brecha generacional se está abriendo paso en nuestra sociedad, entrecruzada con la de pobres y ricos (también hay jóvenes ricos y viejos pobres).

Si aparcamos la riqueza y analizamos los ingresos totales (capital y trabajo) constatamos algo similar: ajustándolo por la inflación, entre 2019 y 2021 caen los ingresos de los menores de 44 años, mientras que suben a partir de los 45 en todos los grupos de edad. En términos clásicos, las rentas del 20% más rico representan el 43% del total, con un salario medio real estancado, y desde 2010 la tasa de pobreza se acerca a la cronicidad. España es el quinto país más desigual de la Unión Europea.

En parte, porque la capacidad redistributiva del Estado mediante impuestos y transferencias es muy baja (nuestras políticas fiscales y sociales son poco redistributivas) y, en parte, porque los ciclos de la economía española se han caracterizado por recuperar rentas en las fases de auge a una menor intensidad de la que se destruyen durante las crisis. La crisis inmobiliaria y financiera continuó con la del euro en un largo ciclo depresivo (2008-2013), seguido de una recuperación lánguida frenada por la covid en 2020, a lo que siguió una intensa recuperación interrumpida por la invasión de Ucrania y la crisis inflacionista posterior. La crisis de 2008 sigue marcando a la sociedad española, haciendo que hoy los ricos sean más ricos y los pobres, más pobres, ambos en términos relativos.

Lo cual suele venir acompañado por una desigualdad en renta que se mantiene o apenas se reduce a lo largo de los años, y, sobre todo, porque se han congelado las posibilidades para acceder a la riqueza: hoy, solo un 30% de los menores de 35 años es propietario de una vivienda, frente al 70% que lo era hace 20 años, cuando sigue siendo el principal activo de los españoles. Además, ha disminuido la proporción de jóvenes de familias con rentas bajas que acceden a niveles superiores de renta y riqueza a partir de su esfuerzo y méritos. El hijo del pobre tiene todas las cartas para seguir siendo pobre, y rico, el hijo del rico: la posición social se hereda cada vez más, en una sociedad con movilidad estancada, alejada de la meritocracia.

No parece que, a nuestra derecha política, mientras sigue agitando el fantasma de la imposible ruptura territorial de España, le preocupe esta herida social que sangra entre españoles. Y nuestra izquierda, como está en el Gobierno, se siente obligada a justificar lo mucho que está haciendo para combatir la desigualdad social que se ha instalado en nuestro país, con visos de quedarse si no se aprueban reformas profundas en las políticas públicas básicas, en las administraciones que las transmiten a los ciudadanos, en un sistema empresarial que ha convertido, impulsado por la reforma laboral, la antigua temporalidad en jornadas y sueldos precarios, a la vez que se impulsa una eficaz política de construcción de viviendas accesibles. Sin todas estas reformas, seguir hablando de esfuerzo, méritos e igualdad de oportunidades no deja de ser una broma pesada.

No sé a ustedes, pero a mí me parece que en esta brecha social creciente entre pobres/ricos, jóvenes/mayores radica uno de los mayores, si no el mayor, de los problemas actuales de España. De los de verdad. De esos que se analizan, se cuantifican, se estudian y para los que se conocen las soluciones. De esos que permiten hacer Política, de la que resuelve problemas reales y refuerza el espacio de vida en común, abriendo posibilidades de mejora a los ciudadanos. De esa que ya no se estila porque es muy aburrida. ¿Quién gana y quién pierde con esta política-espectáculo?

Jordi Sevilla es economista

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