Torres en su laberinto: una opa se sabe cómo empieza... hasta que entra la política
BBVA cruza los dedos para que la salida en tromba del Gobierno contra la oferta por Sabadell se suavice tras la celebración de las elecciones catalanas
El embrollo en el que se había metido Carlos Torres en su afán por incluir el Sabadell en el acervo de BBVA tenía pocas salidas. En concreto, dos. La primera, la que esperaba el mercado tras conocerse el rechazo de la firma que preside Josep Oliu a una operación con un intercambio de acciones -en papelitos, como se conoce en el argot-, era mejorar la propuesta con efectivo. Esa vía se truncó definitivamente el pasado miércoles, cuando el Sabadell hizo pública una carta firmada de puño y letra por el propio Torres en que garantizaba que no tenía margen para dar ese paso. Los 6.000 millones que se han esfumado en Bolsa desde la comunicación de la propuesta eran un buen argumento. La segunda alternativa, la que fraguaba este jueves, el lanzamiento de una opa hostil, era el único plan viable que tenía el exMckinsey para salvar la cara. No hacer nada y asumir un segundo tropiezo en la piedra del Sabadell, para un presidente que ya carga con la crisis reputacional provocada por el judicializado caso Villarejo, era arrojarse en una crisis de liderazgo de consecuencias imprevisibles. Mejor acelerar que pisar el freno. Eso sí, las opas se sabe cómo empiezan. Cómo acaban es harina de otro costal.
Lo saben bien en la casa que ahora preside Torres. Los más veteranos del lugar, en comidas de baserri, seguro que recuerdan la opa hostil promovida por José Ángel Sánchez Asiaín, allá por 1988, para tomar Banesto, en lo que fue un desafío sin precedentes a la aristocracia financiera del momento y al oligopolio de los siete grandes bancos. La operación fracasó, pero sirvió para dar un vuelco al sector, poco acostumbrado a movimientos no dirigidos por el supervisor o los políticos de turno. Andando el tiempo, fue la primera piedra en el ascenso y reinado de Mario Conde en Banesto a costa de la histórica familia Garnica. También del cortejo y boda de Sánchez Asiaín con Pedro Toledo para forjar la íntegración del Banco Bilbao y el Banco de Vizcaya, una entente entre enconados rivales que la posterior adquisición de Argentaria, en 1999, convirtió en BBVA.
El sector eléctrico se lleva la palma en desenlaces inesperados, con Endesa como piedra de toque. La opa lanzada por Gas Natural sobre la histórica eléctrica española en 2005 desencadenó una ola de reacciones políticas que, al grito apócrifo de “mejor alemana que catalana”, trajo a España a Wulf Bernotat, un simpático teutón amante del restaurante Julián de Tolosa, que al frente de E.ON y con los parabienes iniciales del Gobierno se posicionó para adquirir la compañía. Nada estaba resuelto. En algún momento de los dos años que duró el proceso, la opinión pública reparó en que entregar Endesa a una firma pública germana tampoco era una solución asumible. Un caballero blanco 2.0, la dupla Enel-Acciona, entró en liza para comprar en mercado y dotar al culebrón de una pátina carpetovetónica. Mero disfraz, apenas válido para el corto plazo y para maquillar una nefasta gestión política. Como estaba previsto y andando el tiempo, los Entrecanales dieron un paso lateral. En suma, lo que empezó como una operación de concentración española terminó con Endesa en manos de la pública italiana Enel, meses después de que el entonces presidente de la firma, Manuel Pizarro, enarbolara la Constitución y los derechos de los accionistas para justificar lo que, en realidad, fue un desaguisado en términos de interés nacional. Torres no necesita acudir a los libros de historia para desgranar aquel culebrón. Estaba allí. Era el director financiero de la eléctrica.
El caso Endesa es relevante, en tanto la refriega entre BBVA y Sabadell se ha despeñado ya por la ladera política. Con efectos difíciles de predecir. Apenas una hora tardó este jueves el Gobierno en reaccionar al anuncio de opa hostil del BBVA, expresando su rotundo rechazo. Frente a la tibieza de los días precedentes, esa salida en tromba del Ejecutivo aflora que el carácter hostil de la transacción ha quebrado una línea roja. No es ajeno a ese movimiento el final de la campaña electoral catalana y el temor a que cualquier posición alineada con la desaparición de la marca Sabadell perjudique en las urnas, especialmente a las fuerzas independentistas. La entidad que preside Carlos Torres ha percibido con nitidez ese cambio de discurso, hasta el punto de minimizar sotto voce su impacto, en la esperanza de que todo se suavice el lunes, una vez quede despejado el mapa político catalán. Sin embargo, fuentes financieras no descartan que la cúpula del Sabadell empiece a mover o haya movido ya sus peones para perpetuar la presión.
De hecho, aunque Josep Oliu no se ha distinguido precisamente en estos años por su cercanía al soberanismo, siempre hay resortes para tocar la fibra sensible de Junts cuando los intereses personales coinciden con los catalanistas, con figuras como el omnipresente Josep Sánchez-Llibre como resuelto consejero. El resultado de los comicios, con su repercusión en la gobernabilidad nacional y las alianzas que sostienen a Pedro Sánchez, perfilará mejor el escenario. Desde luego, es llamativo que un Gobierno, a quien se supone rigor para afrontar un movimiento de tanta gravedad como una oferta pública de adquisición en el sector financiero, se pronuncie tan abiertamente y tan pronto, sin informe alguno de los organismos preceptivos sobre la mesa. Resulta curioso recordar cómo, en cambio, la fusión entre CaixaBank y Bankia, con la madrileña absorbida y la catalana absorbente, no despertó en su momento recelo alguno en los entornos gubernamentales.
Torres, cual Teseo, se ha adentrado en el laberinto y no está claro que porte el ovillo de hilo rojo de Ariadna. El presidente de BBVA no puede tropezar dos veces en la misma piedra; necesita diversificar sí o sí el riesgo emergente de Turquía y México; carece de plan B porque Sabadell es la única pieza en el mercado sin núcleo duro de control (Kutxa, Ibercaja y Unicaja están en manos de fundaciones), y no tiene recorrido para mejorar su opa. Además, bien haría en tentarse la ropa con el citado caso Villarejo, abierto en canal en un punto en que no es descartable el encausamiento del banco como persona jurídica. Por si fuera poco, siempre cabe la irrupción de una acaudalada familia catalana o del Unicredit de turno, ambos convenientemente alentados, para aprovechar el río revuelto. No sería la primera vez. Las opas se sabe cómo empiezan.
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