El escándalo inmobiliario tipo Enron de China aún puede dar sorpresas
El fraude en las cuentas de Evergrande podría asustar a los inversores extranjeros y afectar a las auditoras
¿Cuándo no hay que preocuparse por un fraude de 72.000 millones de euros? El índice de referencia Hang Seng de Hong Kong perdió solo un 1% el martes, ya que los mercados se encogieron de hombros ante los hallazgos de la Comisión Reguladora del Mercado de Valores de China de que, al registrar ventas antes de tiempo, China Evergrande infló los ingresos de su unidad insignia en 564.000 millones de yuanes (72.000 millones de euros) en 2019 y 2020, la friolera del 65% de su línea superior durante el período. Pero, como demuestra la desaparición de Enron en 2001, el dolor puede compartirse ampliamente.
Evergrande lo hizo, alega el organismo de control, anotando las ventas en su cuenta de resultados antes de que se cerraran. En 2019, la táctica impulsó la línea superior en 214.000 millones de yuanes, lo que representó alrededor de la mitad de sus ingresos ese año. En 2020 añadió otros 350.000 millones de yuanes utilizando el mismo método, o casi el 79% del total de ese año.
El regulador también prohibió al fundador Hui Ka Yan ejercer de por vida en el sector de los valores y le impuso una multa de 47 millones de yuanes (6 millones de euros).
Evergrande no es ajena a las comparaciones con la extinta compañía eléctrica estadounidense, que utilizó todo tipo de sociedades instrumentales y otras herramientas para ocultar pérdidas y aumentar aparentemente sus ingresos. El vendedor en corto Citron Research lo mencionó en un informe de 2012 que calificaba al grupo chino, ahora en quiebra, de “insolvente” y “fraudulento”; Andrew Left, el fundador del fondo de cobertura, fue inhabilitado para operar en el mercado de Hong Kong durante cinco años como consecuencia de ello.
Una gran diferencia, por supuesto, es que el descenso de Enron desde la cima del mercado hasta la bancarrota solo duró unos meses. Evergrande y empresas similares como Country Garden llevan bajo presión desde que Pekín publicó sus tres líneas rojas en agosto de 2020 para intentar frenar el burbujeante mercado inmobiliario. Además, en enero, un tribunal de Hong Kong ordenó la liquidación de Evergrande; su fundador, Hui Ka Yan, fue detenido el año pasado bajo sospecha de delitos no especificados. Así que es comprensible que los inversores se muestren indiferentes ante las últimas noticias.
Sin embargo, podría haber muchas más sorpresas desagradables. En primer lugar, el regulador de valores solo se ha fijado hasta ahora en dos años de cuentas de Evergrande. Si el organismo de control opta por mirar más atrás, el presunto fraude podría ser exponencialmente mayor que el de Enron, y un escándalo políticamente embarazoso para Pekín en un momento en el que los inversores extranjeros ya desconfían de China.
Es probable que también se culpe a los auditores, en este caso la filial china de PricewaterhouseCoopers. El año pasado dimitió como contable de Evergrande, y los liquidadores ya estaban planeando demandar a la unidad, informó el Financial Times el mes pasado. La quiebra de Enron precipitó, junto con el escándalo de la empresa de telecomunicaciones WorldCom, la desaparición de Arthur Andersen, entonces una de las cinco grandes empresas de contabilidad. El fiasco de Evergrande podría acelerar la retirada de las Big Four, Cuatro Grandes, de China. Las operaciones de PwC en la China continental, en Hong Kong y en Macao cuentan con más de 800 socios.
Los bancos también pueden estar en la línea de fuego, como JP Morgan y Citi por el trabajo hecho para Enron. El regulador de valores chino ha señalado que los bonos de Evergrande emitidos sobre la base de los beneficios de 2019 o 2020 podrían ser fraudulentos, lo cual es un mal presagio para los colocadores.
Puede que los últimos descubrimientos no cambien mucho las cosas en Evergrande. Pero los inversores están siendo demasiado optimistas si piensan que la responsabilidad termina ahí.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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