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Opa hostil
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las miserias de la banca en España más allá del oropel de sus cifras récord

El sector se amolda a consejos eternos por las exigencias regulatorias y a la dificultad de encajar sus necesidades financieras y las presiones políticas

Christine Lagarde, presidenta del BCE, durante el pasado Foro de Davos.
Christine Lagarde, presidenta del BCE, durante el pasado Foro de Davos.GIAN EHRENZELLER (EFE)

Puede que, visto desde fuera, muchos consejeros o ejecutivos de bancos vivan en un mundo irreal. De hecho, no es fácil entender sus quejas, confesadas solo entre bastidores, si se tienen únicamente en cuenta los beneficios récord que arrojó el sector en 2023. Sin embargo, más allá de una superficie bañada en oro, el negocio y la operativa han cambiado. “Los consejos de administración se han convertido en comités de dirección”, lamenta un afectado, a la vez que denuncia cónclaves interminables dedicados a menudo a analizar y desbrozar vieja y nueva regulación. Un botón como muestra. Se ha llegado a un punto en el que se pide que haya consejeros encargados de materias concretas, por las que deben rendir cuentas ante sus colegas, como el risk data aggregation (RDA), concepto que implica que todos los datos del banco deben tener trazabilidad y supervisarla el máximo órgano de representación de la casa.

La respuesta que los afectados dan a ese yugo regulatorio está en Fráncfort. Una conversación informal con ejecutivos del sector, dolientes durante años por unas cotizaciones ampliamente por debajo de los valores en libros, aflora un rosario de lamentos por la dificultad de generar retornos ante los crecientes requerimientos del Banco Central Europeo (BCE), por ejemplo en términos de capital. Argumentan que el riesgo, ligado de forma natural a la actividad financiera, se ha convertido en anatema para una casta de funcionarios empoderada tras la crisis de 2008, y conjurada para evitar un nuevo Lehman. Asumiendo las bondades del planteamiento y la obvia necesidad de una potente red de seguridad, las constricciones a la gestión también han restringido dramáticamente los rendimientos. Sin contar con que ni siquiera ratios de capital elevados garantizan la supervivencia de nadie en caso de una crisis mayor. En la balanza de las organizaciones, generar negocio y ser rentable podría estar perdido foco frente a cumplir con la regulación.

Un ejecutivo que pasa por todos esos procesos los relata con cierta resignación. “Como muestra de los procesos de supervisión anuales, tenemos el denominado ICAAP (proceso de evaluación sobre el capital interno), que exige un trabajo de meses; el ILAAP (lo mismo, pero sobre la liquidez), los test de estrés de la Autoridad Europea Bancaria (EBA), etc. Además, según los temas del año, varias OSI (investigaciones exhaustivas sobre el riesgo, los controles y la gobernanza), thematic reviews o targetted reviews, por ejemplo, de ciberseguridad, riesgos de crédito o cambio climático y sostenibilidad, donde se está pidiendo a los bancos un papel activo para que actúen como tractor principal de las empresas”. Además, los Joint Supervisory Team (equipos de supervisión permanentes asignados a cada entidad, formados por representantes del BCE y el banco central nacional) hacen seguimiento específico de la solvencia, ratios de liquidez, apalancamiento o riesgo de mercado, entre otros.

Por si no fuera suficiente servidumbre, a ese exigente marco regulatorio se suma la presión política, un vector con la misma capacidad de impactar en los balances. Por ejemplo, el fuego cruzado dentro del propio gabinete de Pedro Sánchez a la hora de abordar el efecto en las familias de las subidas de los tipos de interés provocó un auténtico rompecabezas en las entidades para equilibrar su problemática financiera con las demandas del legislador, capaz de generar notable impacto mediático y daño reputacional. Corría mediados del pasado año y conspicuos miembros del Gobierno insistían en la necesidad de incrementar la remuneración de los depósitos como supuesta medida social, pese al exceso de liquidez en el mercado y la escasa necesidad por parte de la entidades de pagar por obtener financiación.

“La subida de tipos provocó una disminución del número de operaciones de financiación y la amortización de hipotecas, lo que redujo el negocio bancario. En este contexto, los bancos solo podíamos mantener volumen ganando cuota a los competidores, rebajando márgenes en el producto estrella, que son los préstamos hipotecarios”, desvela un directivo de banca mediana. Por esa competencia, en el lado del activo del balance, el diferencial de los precios de los préstamos hipotecarios y los créditos a sociedades con el euribor a 12 meses evoluciona en mínimos históricos. “Los márgenes en muchas ocasiones no dan ni para cubrir los costes”, remacha.

La cuestión es que esa guerra del activo hubiera sido imposible con una guerra paralela del pasivo. Aunque, bajo la presión del Ministerio de Asuntos Económicos, las nuevas formalizaciones de depósitos minoristas en España rozan ya una remuneración media del 2,5%, se trata de un guarismo aún alejado de la media de la zona euro. Los pagos en ese entorno evolucionan ampliamente por encima del 3%. El coste de las nuevas hipotecas a particulares en nuestro país no llega al 4%, mientras que el promedio comunitario si corteja ese umbral.

“El modelo no es eficiente para nosotros -asegura otro alto ejecutivo del sector-. Pero si lo miras desde un punto social, es mejor prestar hipotecas baratas y remunerar un poco por debajo los depósitos”. Lo entendió mejor que sus colegas de gabinete la vicepresidenta Yolanda Díaz, partidaria desde un principio de poner el foco en el problema de las hipotecas y en mejorar el alivio a los colectivos vulnerables que en pagar más por los ahorros. La mayor o menor sensibilidad de la banca para aunar sus intereses con la problemática social no evitó la prolongación en el tiempo del impuesto extraordinario al sector diseñado por el Ejecutivo para gravar su facturación extra por la escarpada subida de tipos.

Exceso de regulación, márgenes estrechos, presiones políticas y problemas reputacionales que una montaña de ganancias -nacionales e internacionales- sitúan en un segundo plano. Al menos de momento. Las reticencias de los bancos extranjeros a entrar en España deja el próximo episodio en manos de las fintech, más ágiles y capaces por ahora de dar esquinazo a los corsés regulatorios. Como decía el bardo, los tiempos están cambiando.

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