Los bancos logran una victoria pírrica sobre sus disruptores potenciales
La mayor desventaja para los nuevos actores es el largo historial de bajos retornos del sector
Tesco planeó con precisión su ataque a la banca británica. A mediados de 2008, cuando el sector financiero mundial se enfrentaba a su peor crisis en 80 años, el gigante de los supermercados tomó el control de su empresa conjunta de servicios financieros de Reino Unido con la promesa de ofrecer una gama completa de productos de banca minorista. “Dada la pérdida de confianza en el sector bancario, nuestro enfoque conservador y directo puede ser exactamente lo que buscan los clientes”, escribió Laurie McIlwee, directora financiera, en el informe anual de la empresa al año siguiente.
Pero no fue así. Pese a su red de tiendas y de conocer los hábitos de gasto de millones de clientes a través de su programa de fidelidad Clubcard, Tesco apenas hizo mella en la banca minorista de Reino Unido. El día 9 anunció la venta de la mayor parte de sus operaciones a Barclays -uno de los grupos con los que esperaba luchar- por unos 600 millones de libras (700 millones de euros). En el periodo intermedio, los depósitos de Tesco crecieron un 50%, incluso cuando los depósitos de los hogares en los bancos británicos se duplicaban. En el ejercicio hasta febrero de 2023, Tesco Bank registró un beneficio operativo ajustado de solo 143 millones de libras, un 40% menos que en 2010.
Tesco no está sola. Durante la última década y media, muchas empresas de todo el mundo desarrollado han intentado, sin éxito, irrumpir en la banca minorista. Operadores de telefonía móvil, empresas de servicios públicos y minoristas -incluido J Sainsbury, rival británico de Tesco - han tratado de imponerse en un sector famoso por su ineficacia, falta de innovación e indiferente servicio al cliente.
Más recientemente, nuevas empresas digitales como la británica Monzo y la alemana N26 han atraído a los clientes con sitios web ingeniosos y aplicaciones superiores para smartphones. Pero los grandes bancos minoristas han demostrado una notable resistencia. La regulación, el aumento de los costes tecnológicos y la inercia de los clientes han jugado un papel importante. Pero la barrera de entrada más eficaz ha sido probablemente la persistente escasa rentabilidad del sector bancario.
Los cambios en el comportamiento de los consumidores complican la vida a los aspirantes. Tesco lanzó su asalto justo cuando el internet de alta velocidad daba a los clientes menos razones para visitar las sucursales físicas, lo que reducía el atractivo de los puntos de venta del minorista. Pero incluso los contendientes que parecían mejor preparados para competir en banca digital, como los operadores de telefonía, han tenido problemas. En 2016, Orange compró una participación mayoritaria en un pequeño banco con la intención de ofrecer servicios financieros a clientes europeos. Esperaba replicar el éxito de la banca basada en la telefonía móvil en África, donde operadores como Orange y Vodafone permiten pagos y transferencias de efectivo a clientes que carecen de acceso a los bancos. Pero los usuarios europeos eran más difíciles de conquistar. El año pasado, Orange inició negociaciones exclusivas para vender el negocio, que cuenta con más de 2 millones de clientes, a BNP Paribas, el mayor banco de Francia.
Los reguladores también han subido el listón para los nuevos operadores. La crisis de 2008 dio lugar a nuevas normas que obligaban a los bancos a mantener mayores reservas de capital y liquidez. Estas normas contribuyeron a aumentar la seguridad de los bancos de todo el mundo, pero también incrementaron la inversión inicial -y redujeron los beneficios probables- para cualquiera que planeara enfrentarse a los bancos tradicionales. Tesco Bank tenía el triple de capital en 2023 que en 2010. En EE UU, las normas federales que aplican la regulación bancaria a la totalidad de las operaciones de cualquier grupo con una filial bancaria son un factor disuasorio adicional para los potenciales aspirantes del país, como el gigante minorista Walmart.
Mantenerse al día de los cambios en la normativa y enviar información a los reguladores es otro reto. Los informes regulatorios cuestan a los bancos británicos entre 2.000 y 4.500 millones de libras al año, según una investigación de McKinsey para el informe Future of Finance de 2019 del Banco de Inglaterra. Las normas británicas de delimitación, que restringen las actividades de cualquier banco minorista con depósitos de más de 25.000 millones de libras, disuaden a los retadores de crecer demasiado. En el mundo en desarrollo, los reguladores locales han amordazado a aspirantes como la china Ant y la india Paytm.
Estos factores se combinan para crear la mayor desventaja para los posibles disruptores: el largo historial de bajos retornos del sector bancario. Según McKinsey, la rentabilidad media de los recursos propios del sector bancario mundial fue de apenas el 9% entre 2009 y 2023, por debajo del coste probable del capital del sector. Y aunque la subida de los tipos ha impulsado recientemente los ingresos de la mayoría de los bancos, las valoraciones bursátiles siguen siendo moderadas. Tres cuartos de las acciones bancarias se negociaron por debajo de los valores netos de los activos declarados en 2022, según Boston Consulting Group. No es de extrañar que los gigantes tecnológicos, con sus altas valoraciones, se hayan mantenido al margen de un asalto a gran escala a la banca minorista.
Las bajas cotizaciones son también un síntoma de las sombrías perspectivas del sector. Mientras que la mayoría de los nuevos bancos no han logrado hacerse con una cuota de mercado significativa -con notables excepciones como el brasileño Nubank, de 49.000 millones de dólares-, grupos como Stripe han irrumpido en el sector de los pagos, mientras empresas como Wise se han hecho un hueco en los servicios de cambio de divisas. Los ejecutivos bancarios temen ahora que sus instituciones se asemejen a empresas de servicios públicos, que ofrecen funciones bancarias reguladas, mientras grupos más ágiles acaparan a sus clientes.
De hecho, el mayor quebradero de cabeza para las entidades no son tanto los aspirantes en su propio territorio como la actividad que se desplaza a otras instituciones financieras. Entre 2008 y 2022, los activos del sistema bancario mundial crecieron un 79%, hasta 183 billones de dólares, según el Consejo de Estabilidad Financiera. Pero durante el mismo periodo, los activos controlados por las denominadas instituciones financieras no bancarias -incluidas aseguradoras, fondos del mercado monetario y prestamistas directos- aumentaron un 128%, hasta alcanzar los 218 billones de dólares.
La última serie de normas bancarias mundiales, conocidas en EE UU como Basilea Endgame, parece destinada a acelerar este cambio al hacer menos atractivo para los bancos mantener determinados activos en sus balances. Las entidades han vencido a posibles disruptores como Tesco. Pero su victoria es pírrica.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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