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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

España necesita empresas grandes, pero no por la inflación

El tamaño es una asignatura pendiente de la economía española, que precisa que las compañías crezcan, pero gracias a la mejora de sus fundamentales

CINCO DÍAS
pyme
pixelfit (Getty Images)

La crisis inflacionaria que ha golpeado con dureza la economía europea en los dos últimos años ha tenido efectos negativos directos sobre el coste de las materias primas, la financiación, la renta familiar, el consumo y la inversión, pero también ha provocado efectos adversos indirectos o colaterales. Entre estos últimos figura la distorsión de los límites que, a efectos contables, determinan la calificación de las empresas como grandes, medianas y pequeñas. La inflación ha engordado la facturación de los negocios, lo que supone una suerte de caramelo envenenado para las empresas más pequeñas, porque ese incremento no equivale necesariamente a un alza de beneficios, pero sí trae consigo un aumento de las obligaciones y los costes.

Para corregir esa distorsión, la Comisión Europea aprobó a finales del año pasado una reforma de los criterios contables (cifras del balance general y del volumen de negocio neto) que determinan las categorías de las distintas empresas y los alteró en un 25% para ajustarlos a los efectos de la subida de precios. Una reforma que España está ahora en proceso de incorporar –el texto finaliza mañana el trámite de audiencia pública– y que supone modificar tanto la Ley de Auditoría de Cuentas como la de Ley de Sociedades de Capital para incorporar los nuevos parámetros. Según estos, el importe del balance de las microempresas pasará de 350.000 a 450.000 euros y su volumen de facturación neta lo hará de 700.000 a 900.000. En el caso de las pequeñas, la cifra de balance pasará de 4 a 5 millones y la de facturación neta, de 8 a 10; y, finalmente, en el de las grandes, el alza será de 20 a 25 y de 40 a 50 millones, respectivamente.

La reforma que ha impulsado Bruselas beneficia principalmente a las pequeñas empresas y a las microempresas, que son las más golpeadas tanto por la inflación como por el coste de las obligaciones legales y burocráticas ligadas a esa distorsión de criterios contables. Las pymes y micropymes integran el 99% del tejido empresarial español, son responsables de casi el 70% del empleo y cuentan de media con 4,7 empleados, por debajo de los 6 de la media europea y muy lejos de los 12 de Alemania.

Existe una relación probada entre el tamaño empresarial y el desempeño económico, lo que explica que esa atomización se considere una de las causas del déficit de competitividad y de la brecha de productividad que España mantiene respecto a otros países europeos. Se trata de una vieja asignatura pendiente de la economía española, que necesita que las empresas crezcan, pero que lo hagan por la mejora de sus fundamentales, no por el efecto coyuntural de la inflación.

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