El efecto del tamaño de las empresas sobre la competitividad y el PIB
Los expertos de Foro Futuro debaten sobre la relación entre competitividad y tamaño de las empresas y defienden el establecimiento de una regulación que favorezca el crecimiento de las compañías
En el dinámico panorama empresarial de España, el tamaño de las empresas juega un papel fundamental en la marcha de la economía. Desde pequeños negocios familiares hasta gigantes multinacionales, el tejido productivo español se distingue por su diversidad y complejidad. Las pequeñas y medianas empresas, que son la columna vertebral de la economía española, abarcan una amplia gama de sectores, de la manufactura a los servicios.
Estas empresas representan más del 99% del total de empresas en el país y desempeñan un papel vital en la generación de empleo, contribuyendo al 67% de la contratación total.
El tamaño promedio de la empresa española es de 4,7 empleados, por debajo de los 6 trabajadores de media que tiene la Unión Europea y muy por debajo de los 12 empleados por empresa que tiene Alemania, lo que afecta a la capacidad de innovación y la creación de empleo.
Estas y otras cuestiones vertebraron ayer la última edición en 2023 de Foro Futuro, el observatorio de investigación económica organizado por Cinco Días con la colaboración del Grupo Santander. Los participantes delinearon las características del tejido productivo y dialogaron sobre la competitividad y su relación con el tamaño de las empresas españolas.
El tamaño importa
Aumentar el tamaño empresarial supondría inyectar un 5% al PIB y crear más de un millón de empleos, revitalizando la economía. Es al menos lo que destacan los expertos y Cepyme, por lo que parece fundamental remar a favor de un ecosistema que fomente el aumento de las plantillas frente a un statu quo considerado por numerosos economistas como un lastre para el crecimiento y la creación de más corporaciones que compitan a nivel global.
Teóricamente, existe una relación entre el tamaño empresarial y el desempeño económico que normalmente se mide en términos de productividad. “Por lo general, las empresas más grandes están más internacionalizadas, más digitalizadas, invierten más en innovación, tienen mejor acceso a la financiación, un mejor gobierno corporativo, se presentan las economías de escala...” comentó Rafael Vaquero, director general de la Fundación Cre100do. “El aumento del tamaño de las empresas en España contribuye directamente al aumento de la productividad, al crecimiento económico y revierte en ese beneficio social”, añadió.
Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia Pacífico en Natixis, apoyada en el concepto de nueva economía y en casos de éxito como el de Airbnb, fue un poco más lejos y planteó la posibilidad de que los modelos teóricos sobre producción y tamaño fallasen: “Me sorprendió mucho ver en un evento de la Comisión Europea sobre capacidad industrial el pequeño tamaño de las empresas españolas que estaban presentes y eso no significaba que no fuesen innovadoras y exportadoras”. García-Herrero aprovechó su experiencia en el mercado asiático para diferenciar entre dos tipos de pequeña empresa: “Unas son las compañías innovadoras que entran dentro de un ecosistema o de una cadena de producción y que especializan mucho su inversión en I+D. Las otras, obviamente, empresas pequeñas que simplemente hacen lo que todo el mundo, compiten con precio y a la mínima de cambio desaparecen”, zanjó.
Nacho Conde, catedrático de Análisis Económico en la Universidad Complutense de Madrid y subdirector de Fedea, recogió el guante de la Alicia García Herrero y concretó que “el problema en España no es de productividad, sino de tamaño de empresa”. Conde utilizó un ejemplo muy ilustrativo para explicarlo: “Si tomamos la productividad de las empresas españolas y acercamos el número de este tipo de compañías al que presenta Alemania, conseguiríamos alcanzar la productividad media alemana”.
Por su parte, Santiago Carbó, catedrático de Análisis Económico de la Universitat de València y director de Estudios Financieros de Funcas puso el foco en la financiación, donde puede residir también parte del problema. “Existe cierto conservadurismo por parte del capital privado a la hora de invertir”. También lamentó la falta de mercados financieros para este tipo de empresas, aunque ello no limite su crecimiento.
Marco regulatorio
Otro de los puntos clave dentro del encuentro fue el de la creación de normas que favorezcan la actividad de las empresas. Y es que, entre los obstáculos para el crecimiento empresarial, Cepyme señala la excesiva carga burocrática y las cargas normativas, una realidad que, alertaba la patronal, “en lugar de mejorar, se está viendo agravada en los últimos años”.
García-Herrero consideró que la regulación tiene que ser muy flexible, ya que es el ecosistema en el que las pequeñas empresas innovadoras se mueven mejor. “Si nuestra regulación es demasiado pesada, el modelo de éxito no podrá llegar a nuestro país”. La economista jefe de Natixis añadió: “La regulación que afecta a ese sector puede ser de muchos tipos, como aquella que limita la innovación, por ejemplo. En este caso, el coste del empleo con un alto nivel de especialización no es clave”, explicó.
Por su parte, Vaquero subrayó cómo se observa en la estadística que a la pequeña empresa le cuesta dar el salto por la legislación vigente en estos momentos en España: “Necesitamos que no solo se inyecte capital al inicio de la curva de creación, que también es necesario, sino hacerlo durante toda la vida de la compañía, para ayudarle a crecer”. El director general de Cre100do añadió que “existe cierta concentración de empresas en los umbrales previos a los cambios de facturación”.
Carbó alegó una falta de apetito desde la empresa y el ámbito político por paliar esta situación: “Los economistas llevamos hablando mucho tiempo de ese umbral fiscal que está impidiendo dar el salto de ser una pequeña mediana empresa a una empresa de mayor tamaño. Sabiendo los beneficios tan enormes que pueden tener en materia de productividad y crecimiento no se entiende cómo en 20 años no se ha hecho nada por cambiarlo”.
Conde se refirió, finalmente, a la falta de un marco regulatorio común entre las comunidades autónomas, un aspecto que ha calificado de “locura burocrática”. “No cabe duda de que las barreras autonómicas hacen que baje la productividad”, lamentó.
Solo el 5% de los Fondos NextGen se destinó a I+D
Los expertos también hablaron sobre la capacidad que habían tenido hasta ahora los Fondos Next Generation EU como impulsores del crecimiento empresarial. Rafael Vaquero y Santiago Carbó coincidieron en destacar que su efecto ha dejado mucho que desear. Y es que, por el momento, de los 37.000 millones adjudicados por la Comisión Europea, en 2022 solo afloraron 2.000 invertidos en I+D. El dato lo aporta en un artículo reciente el profesor del Departamento de Dirección de Operaciones, Innovación y Data Sciences de Esade, Xavier Ferràs.
Ferràs señala que la inversión en I+D se incrementó un 12% en 2022, llegando a los 19.325 millones. “No está mal, pero los sectores económicos de menor valor añadido también crecieron, así que esto nos mantiene en un raquítico 1,44% de I+D sobre PIB. Menos de la mitad de la I+D que deberíamos ejecutar si hubiéramos cumplido la Agenda 2020″ añadió el profesor. Carbó señaló que “en la Comisión existía una visión política de que podía ser como una especie de germen del Tesoro europeo”, unos fondos hechos para mejorar la actividad empresarial y productiva de los países, sobre todo en el ámbito de la productividad asociada a la digitalización y de la sostenibilidad.
“Creo que es pronto para decirlo, pero parece que no se van a aprovechar, por lo menos a corto o medio plazo, porque realmente no había suficientes proyectos empresariales”, consideró el director de Estudios Financieros de Funcas.
Vaquero señaló, por su parte, que en el bienio 20-22, aunque el gasto en innovación aumentó un 22%, desaparecieron el 0,5% de empresas innovadoras. Además, indicó que los fondos europeos, deberían “acompañar a las empresas o incentivar esa adopción tecnológica, por supuesto, impulsando iniciativas de innovación”.
El director de estudios financieros de Funcas apuntó que, probablemente, el hecho de que el dinero llegara mediante subvenciones y no en forma de goteo a cada estado pudo influir negativamente: “Ahora que están estamos haciendo uso de los préstamos es posible que lo hagamos de una manera más observada y se logren parte de los objetivos. Tenemos que ser optimistas en ese sentido y ojalá tengamos una mejor gestión que favorezca la mejora de la productividad y de la resiliencia de la empresa”.
Empresas de tamaño intermedio (ETI)
Definición. Cuando una empresa supera los umbrales de las pymes pasa a ser considerada gran empresa. En la Fundación Cre100do creen que este paso debe ser más escalonado y debería existir una categoría a la que denominan “empresa de tamaño intermedio” más conocidas por sus siglas ETI. Estas empresas son aquellas que cuentan con una facturación de entre 50 y 500 millones de euros y entre 250 y 3.000 empleados.
Impacto. En la crisis del 2008 mostraron mayor capacidad de recuperación y fueron con diferencia el mayor generador de empleo de Europa. Estas empresas son las grandes exportadoras del país y aunque están altamente internacionalizadas se apalancan en proveedores locales, concentran a la mayoría de empresas industriales del país por su estructura accionarial y adoptan un enfoque de creación de valor a largo plazo con una clara apuesta por la innovación como factor diferencial.
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