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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Entre el ciclo japonés y el ciclo chino, el ciclo alemán

Se sabía que el sector inmobiliario germano estaba en crisis, pero las dificultades tocan ya otros sectores, como el del automóvil, y el consumo de los hogares

Juan Ignacio Crespo
Olaf Scholz
El canciller alemán, Olaf Scholz.LIESA JOHANNSSEN (REUTERS)

No sé si a Friedrich Hegel le hubiera gustado mucho ver su propio dicterio aplicado a la industria alemana: “Todo lo que existe merece perecer”. Pero eso es lo que parece que está deseando tanto la industria china como la conspiración del gas natural encabezada por Putin hace justo dos años, así como los vanguardistas del coche eléctrico.

También conspira el deseo de autodestrucción que palpita siempre en todo lo natural y que ha llevado a que en Alemania se hayan cerrado las centrales nucleares para empezar a consumir carbón y arriesgarse a volver a los viejos tiempos de la lluvia ácida, aquel fantasma de los años 1970 que hacía que se travistieran de polución los viejos poemas, algo escatológicos, de Bertold Bretch a la Selva Negra: …”los abetos mean en el gris del amanecer…”

El cierre prematuro de las centrales nucleares trae consecuencias: el consumo de gas natural en Alemania para producir electricidad está en su nivel más elevado de los últimos dos años, incluso en un mes de enero en el que los precios del gas han caído un 7,5%.

Esa buena noticia de bajada de precio se conjuga con una mala para los alemanes: las deudas de dudoso cobro están subiendo allí más que en ningún otro lugar de Europa y ascienden a 13.600 millones de dólares.

Se ve que a todo modelo de crecimiento económico le llega su san Martín. Se sabía que el sector inmobiliario alemán estaba en crisis desde hace tiempo, pero las dificultades se están extendiendo a otros sectores, entre ellos el del automóvil, claro, y también al consumo de los hogares.

“En nuestro mundo nada es eterno”, o así, al menos, reza el poema japonés con el que a los niños se les enseña el silabario katakana, que son sus primeras letras. No es mala idea prepararlos para las contingencias de la vida a las que se irán enfrentando en sus años mozos, aunque no sé si en la edad adulta recordarán esa ley de la naturaleza que hizo entrar en crisis en 1990, como en Alemania, en China ahora, su modelo de crecimiento económico.

Pero como nada es eterno, no lo es ni para lo bueno ni para lo malo, por lo que resulta que la Bolsa japonesa está a punto de recuperar, después de 34 años, el nivel máximo que había alcanzado el 3 de enero de aquel año. Ahora está su índice más conocido, el Nikkei 225, a solo un 2,5% de subida adicional de recuperar su máximo histórico.

La crisis de la Bolsa en Japón, a pesar de los tipos de interés cero o negativos durante tantos años, se ha tomado mucho más tiempo del que se hubiera podido pensar cuando se inició, momento en el que yo le apliqué la mejor plantilla conocida para las grandes crisis: la caída y posterior recuperación del índice Dow Jones Industrial después del crac de 1929 (al índice norteamericano le costó 23 años recuperar su máximo histórico, con una Gran Depresión y una Guerra Mundial de por medio).

Curiosamente, el tipo de cambio del dólar contra el yen está casi en el mismo sitio que estaba al iniciarse el año 1990: en 149 yenes por dólar.

Se ve que las políticas monetarias ultra laxas del Banco de Japón consiguieron que la economía nipona solo pasara por un estancamiento prolongado y no por una Gran Depresión a costa de que la crisis se prolongara durante mucho más tiempo.

Todo ello sucede mientras en China el Gobierno se está empleando a fondo para intentar contener la caída de sus Bolsas, que parecen estar bajo la misma maldición que el Dow Jones de 1929 y el Nikkei 225 de 1990. El índice SSEC de la Bolsa de Shanghái pierde, desde que se iniciara la crisis bursátil en mayo del año 2015, un 48%, y no han sido suficientes las llamadas continuas de las autoridades financieras de China para contener esa caída. Solo la semana pasada, con la acción decidida de compra de acciones por organismos públicos y con la recomendación a las empresas de que recompraran sus acciones en Bolsa, han experimentado un pequeño alivio.

Con todo y con eso, y visto el ritmo, tan parecido al japonés, lo más probable es que la crisis en la Bolsa china tenga por delante un largo período antes de recuperar su máximo del año 2015. A corto plazo, y visto que el Gobierno chino está empeñado en mostrar ese escaparate que es la Bolsa mucho más reluciente, lo que hay que esperar allí es una recuperación transitoria de cierta envergadura.

Con todo esto nos estamos acercando al mes de marzo de 2024 y surge la pregunta de qué va a pasar con la Bolsa de EE UU, un país donde si la deuda del sector público no para de crecer, la del sector de las familias tiene proporciones alarmantes: 17,5 billones (trillion) de dólares.

En los diez últimos años, el mes de marzo no le ha sentado muy bien a los índices americanos: ocho de ellos fueron entre problemáticos (4) y muy problemáticos (4) para las Bolsas. Sobre todo, en 2020, por la pandemia, en 2022, por la subida de tipos de interés y en 2023, por la quiebra de bancos regionales.

Es probable que veamos problemas, antes de que continúen su senda alcista.

¡Cuídense de los idus de marzo!

Juan Ignacio Crespo es estadístico del Estado y analista financiero

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