Elon Musk es su peor enemigo: enésimo capítulo
Su sueldo en Tesla, rechazado por una juez de Delaware, podría haberse justificado con una gestión adecuada
Tesla ha caído de cabeza en una zanja de Delaware que era totalmente evitable. Una juez de ese estado ha rechazado el audaz paquete salarial de 56.000 millones de dólares de Elon Musk en un dictamen en el que se esboza una letanía de disfunciones corporativas: un consejo controlado, un voto de los accionistas insuficientemente informado y un pago injustificado. La suma, por descabellada que sea, podría haberse justificado si se hubiera gestionado adecuadamente. El problema es que ahora será más difícil recompensar al hombre que impulsa la valoración.
Tesla no es un fabricante de automóviles cualquiera. Si lo fuera, los analistas de Morgan Stanley no imputarían aproximadamente un quinto de su precio objetivo a su negocio principal de fabricación de vehículos eléctricos. El ascenso de Tesla a una capitalización de un billón, que ayudó a desbloquear las controvertidas opciones sobre acciones de Musk en 2018, era difícil de cuadrar con sus operaciones generadoras de dinero. En cambio, los robots humanoides, la supercomputadora de IA Dojo y la promesa de robo-taxis autoconducidos llenan los espacios en blanco de la valoración.
Todo ello depende del papel de Musk como showman, tanto como el de empresario. Su voluntad de sobrepasar los límites de forma creíble, hasta Marte, le garantizó cierto margen de maniobra por parte de los accionistas de Tesla. Una caída en Bolsa tras la sentencia puede indicar que temen más perderle que pagarle de más. Las conclusiones de la juez Kathaleen McCormick se basan en ese poder: apodando a Musk “el paradigmático CEO superestrella”, postula que domina al grupo de consejeros que debe supervisarle.
Como resultado, concluye, una negociación razonable es imposible, especialmente contra un consejo poblado de amigos y un hermano de Musk. La admiración del asesor jurídico de la firma por este “le hizo llorar durante su declaración”, y sobre la cuestión de los conflictos de intereses, dijo que no había ningún conflicto en absoluto: la negociación salarial “fue un proceso cooperativo y colaborativo”. Musk lo describió mejor: “Me tuvo negociando contra mí mismo”.
Algunos consejeros auténticamente independientes, decidiendo la paga como un comité, y un voto bien informado de los accionistas probablemente habrían satisfecho la prueba legal de McCormick, y la habrían llevado a deferirse al juicio del consejo, como suelen hacer los juristas de Delaware. Los consejeros también habrían sido más prudentes si hubieran partido de sus propias deliberaciones, en lugar de dejar que Musk dictara las condiciones desde el principio.
Formular un nuevo paquete salarial debería, por tanto, de ser posible, al menos en teoría. Excepto que Musk ya ha envenenado el proceso, pidiendo públicamente aún más dinero y lamentando que la empresa se haya constituido en el Primer Estado (Delaware) [el jueves anunció que los accionistas votarán si cambian la sede a Texas]. Sin sus perdidas opciones sobre acciones, satisfacer sus deseos de compensación podría ascender a casi 100.000 millones, y una repetición legal de este lío. El dictamen de McCormick comparaba la relación entre Tesla y Musk con la del doctor Frankenstein y su monstruo. Hasta que no llega a su lecho de muerte, el científico no le advierte de que busque “la felicidad en la tranquilidad y evite la ambición”. Buena suerte con eso.
El arma secreta de Tesla
Se suponía que Tesla iba a dominar el mundo. En 2022, en la cresta de la ola pandémica de la subida de precios, el aumento de los beneficios y el creciente entusiasmo por los eléctricos, Musk preveía años de un crecimiento constante de las ventas del 50%. Los resultados del cuarto trimestre, publicados el 24 de enero, muestran que ese idilio se desvanece a medida que caen los precios y suben los rivales chinos. Al menos, Musk cuenta con una ventaja: sus rivales locales siguen rezagados.
Pese a sus grandes esfuerzos en electrificación, a sus rivales de la vieja guardia en el mercado de EE UU, como GM y Ford, les sigue costando moverse de la línea de salida. Y eso, a pesar de los aranceles que aíslan el mercado de la competencia china.
Según el proveedor de servicios de automoción Cox, Tesla es el único fabricante que alcanza los seis dígitos de ventas anuales de eléctricos en EE UU. Aunque se está ralentizando, su tasa de crecimiento siguió superando en 2023 a la de Ford, que acaba de anunciar que reduce la producción de su camioneta de batería. GM ha abandonado sus objetivos de eléctricos, y Toyota no lanzará su nueva generación de estos modelos hasta 2026.
Musk afronta una serie de riesgos cada vez mayores. Pero los tropiezos de otros pueden darle al menos un respiro en un mercado clave.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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