Los riesgos de la jornada de 37,5 horas, y los nuevos contratos hispano-saudíes
Hay que tener cuidado con lo que se desea en materia laboral
La vicepresidenta Yolanda Díaz y la patronal CEOE vuelven a enfrentarse, ahora en torno a la reducción a 37,5 horas de la jornada laboral en el sector privado. Antonio Garamendi reclama que les dejen negociarlo directamente con los sindicatos, mientras que la líder de Sumar ha dejado claro qué entiende ella por diálogo: impondrá el recorte, lo quieran o no. Díaz señala que los españoles, en su mayoría, desean esa minoración de las horas de trabajo, y así es, aunque no es evidente que asuman que puede suponer una pérdida salarial en términos reales, si va acompañada de una pérdida de productividad total. Es verdad que trabajar menos horas puede aumentar la eficiencia, pero no es algo automático. Además, las personas con menos ingresos son las menos proclives a esta reducción de la jornada; se echa de menos una mención concreta a este colectivo por parte de Díaz.
Es una vieja aspiración del hombre trabajar menos, y la tecnología ayuda a que así sea. Bien está, en la medida que eso no impida cubrir las necesidades básicas. Luego surge otro desafío –del primer mundo–: ocupar el tiempo de ocio de forma satisfactoria y no alienante.
La inflación, una oportunidad para medir la diferencia real entre los sabores
Ha llegado el momento de que las cadenas de distribución alimentaria tomen la iniciativa. El veto de Carrefour a Pepsico ha ido seguido del anuncio de la rebaja de precios de 500 de sus productos de marca blanca. También Dia y Ahorramas han llevado a cabo campañas de descuento parecidas.
Esta crisis inflacionaria ha roto muchas costumbres, o podríamos llamarlas adicciones, de los consumidores, que están renunciando a sus marcas favoritas en favor de alternativas más asequibles. Quizás estén comprobando que la diferencia de sabor es más pequeña que la que hay entre los embalajes.
Nuevos contratos entre españoles y saudíes: esta vez, en ingeniería
Como Técnicas Reunidas no ha ganado dos decenas de títulos de Grand Slam de tenis, los dos nuevos contratos de la firma de ingeniería con Saudi Aramco (en alianza con la china Sinopec) no provocarán ni la infinitésima cantidad de polémica que el acuerdo de Rafa Nadal para promocionar Arabia Saudí. Es más: la compañía española subió ayer un 7,34% en Bolsa. Se trata de desarrollar nuevas instalaciones de líquidos de gas natural, en la modalidad llave en mano. Es un nuevo éxito de la ingeniería española, que de este modo refuerza su papel en la cadena de suministro energético de los combustibles fósiles. Una fuente de energía que tampoco hará felices a los preocupados por los criterios ambientales, sostenibles y de gobernanza, pero que sigue siendo imprescindible.
La frase del día
“El Brexit fue totalmente acertado. Es un modelo para Alemania. Si gobernamos, intentaríamos reformar la UE y eliminar su déficit democrático, y recuperar la soberanía de los Estados. Si no fuera posible, podríamos celebrar un referéndum sobre el Dexit”
Alice Weidel, líder de Alternativa para Alemania
Las derivadas políticas y económicas de la guerra de Israel y Gaza
El conflicto Israel-Palestina (que la UE quiere resolver instaurando dos Estados) y sus derivadas regionales en el mar Rojo, con los ataques de los hutíes a los barcos que quieren cruzar el canal de Suez, tiene consecuencias múltiples en la política y la economía mundial. La más obvia, la inflación de precios por el encarecimiento del transporte marítimo, que tiene que dar la vuelta por África (en particular, afecta a las exportaciones rusas de petróleo a Asia). Pero también puede ayudar a la victoria de Donald Trump en EE UU, porque los votantes jóvenes querrían que Joe Biden fuera más duro con el Gobierno israelí, y preferirán abstenerse, aunque eso suponga el triunfo de los republicanos, más cercanos aún a Benjamin Netanyahu.
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