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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las normas de la UE sobre deuda darán unidad a costa de la relevancia

El nuevo enfoque fiscal puede ser a la vez demasiado duro y demasiado complicado para que funcione

Banderas europeas fuera de la sede de la Comisión Europea, en Bruselas.
Banderas europeas fuera de la sede de la Comisión Europea, en Bruselas.YVES HERMAN (REUTERS)

Los ministros de Hacienda de la Unión Europea han logrado por fin ponerse de acuerdo sobre un nuevo conjunto de normas fiscales. La buena noticia es que el nuevo marco es menos austero que la difunta configuración anterior. Pero para atravesar la tormenta política, el esquema añadió concesiones a Francia, Alemania e Italia. Como resultado, el nuevo enfoque puede ser a la vez demasiado duro y demasiado complicado para que funcione.

No cabe duda de que las normas vigentes ya han caducado. El antiguo Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE, establecido en 1992 para aportar disciplina fiscal al creciente bloque de la moneda única, se puso a prueba durante la crisis del euro, y se suspendió durante la pandemia. Ya antes estaba claro que un recorte enérgico del gasto provocaría recesiones.

Las antiguas normas, ampliamente consideradas inaplicables, exigían recortes de la deuda cada año en una vigésima parte del exceso sobre el 60% del PIB, lo que se traduciría en recortes del 4% del PIB para un país muy endeudado como Italia. La resaca de la pandemia hizo imprescindible un nuevo enfoque: se espera que casi la mitad de los 20 países de la zona euro incumplan el objetivo de déficit del 3% en 2024.

Según las nuevas normas, que aún deben negociarse con el Parlamento Europeo, los países dispondrán de cuatro o siete años para ajustar sus déficits presupuestarios a los objetivos del 3% del PIB fijados por la UE. En lugar de requisitos uniformes, los Gobiernos trabajarán con la Comisión Europea en planes de sostenibilidad de la deuda que tengan en cuenta factores como el gasto en inversión, además de los números rojos.

Gracias a Alemania y sus aliados, sigue habiendo algunos objetivos estrictos. Los países con una deuda superior al 90% de la producción deben reducirla una media del 1% del PIB al año. E, incluso, una vez que los Estados consigan reducir su déficit por debajo del 3% del PIB, tendrán que fijarse como objetivo la mitad de ese nivel, para dejar un margen de seguridad en tiempos difíciles.

Pero países como Francia e Italia han presionado para conseguir varias exenciones que reduzcan las dificultades. Los costes de los intereses, actualmente en alza tras las subidas de tipos del Banco Central Europeo, no se incluirán en algunos cálculos del déficit hasta 2027, lo que reducirá la velocidad a la que habrá que recortar el gasto. Y los países tendrán cierta flexibilidad para excluir de sus cifras las inversiones ecológicas o militares.

Dejar margen para la inversión tiene sentido: el crecimiento es al menos tan importante como el gasto total a la hora de hacer que las deudas parezcan sostenibles, especialmente dada la necesidad de los países de destinar recursos a la transición ecológica. El riesgo, sin embargo, es que las numerosas exenciones permitan a los Estados endeudados maquillar sus cifras, haciendo que los objetivos carezcan de sentido para los mercados.

Y, aunque la UE afirma centrarse en la sostenibilidad de la deuda, su planteamiento ignora factores críticos como los costes de los intereses de los países y los vencimientos de la deuda. Enfrentados a otro marco desconcertante, los inversores en renta fija podrían dejar de lado las normas y juzgar por sí mismos qué países se encuentran realmente en una senda fiscal viable.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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