Rene Haas: seducido por la IA, vigilado por los antimonopolio
El CEO de Arm, diseñadora de chips, capitaneará una prometedora salida a Bolsa, aunque no le bastará con el apoyo de las ‘big tech’
Si la experiencia entra a palos, Rene Haas (Estados Unidos, 1962) conservará algún que otro moratón de su pasado. Sus días en Nvidia como vicepresidente y director general de la unidad de productos computacionales acabaron hace diez años, pero la reputación que labró en la empresa todavía le precede: buen estratega, fiel al juego en equipo, pero, sobre todo, en palabras del CEO de Nvidia, Jensen Huang, es alguien que “recibe muy bien los golpes”.
El poco delicado método de dirección que se le atribuye a Huang nunca amedrentó al ejecutivo. Es más, lo motivaba. Quizá ese tipo de presión fuera un útil entrenamiento para lo que se le vendría. Porque hoy, como CEO de Arm, compañía británica diseñadora de chips, lidera la salida a la Bolsa neoyorquina de su empresa.
Nasdaq espera pacientemente su incorporación al juego el próximo septiembre. No obstante, su OPV, a ojos de la analista de Reuters Karen Kwok, no se prevé que tenga grandes beneficios financieros por la misma razón por la que Nvidia no pudo hacerse con Arm el año pasado: los reguladores antimonopolio.
Probablemente, la veteranía de Haas se vea con buenos ojos en su cometido: el consejero delegado, graduado en ingeniería electrónica por la Universidad de California en Berkeley, lleva envuelto en la gestión empresarial desde finales de los noventa y porta orgulloso sus canas. Es su forma de entender el trabajo, sin embargo, el valor añadido que normalmente le atribuyen.
Como apasionado de deportes como el baloncesto y el fútbol americano, extrapola el funcionamiento de estas actividades al entorno empresarial. Su estrategia, comparable con la visión del reconocido entrenador de la época dorada de los Chicago Bulls, Phil Jackson, es partidaria del libre albedrío: cuando los demás piden tiempo muerto para solucionar los problemas, él cree que la respuesta está en la misma cancha, en cómo se manejan los jugadores. “No puedo arbitrarlo todo”, asegura el ejecutivo al hablar de la forma en la que lidera su compañía.
La revista Fortune lo retrata como alguien a quien le gusta que sus empleados cuestionen sus pareceres y lo desafíen, aunque marcando límites claros. Virtudes que pesaron en su nombramiento, en febrero de 2022, como consejero delegado de Arm.
El fallido intento de compra por parte de Nvidia en enero de ese año hizo que la empresa británica tuviera que remodelar sus estrategias. Un perfil como el de Haas encajaría en ello: su presencia en Arm no había pasado desapercibida desde su entrada en la empresa allá por 2013. El ejecutivo puede presumir de recoger en su currículo desde la treintena puestos directivos en empresas de semiconductores como Tensilica, y probablemente sea eso lo que ha facilitado su ascensión hasta el cargo que hoy sostiene.
Aunque pase desapercibida ante el ojo inexperto del gran público, la propiedad intelectual de Arm, en forma de chips, está presente en la gran mayoría de los dispositivos inteligentes. Pero el canto de sirena de la inteligencia artificial lo ha tentado. La compañía abre horizontes: se niega a reducir su actividad al mercado de la electrónica de consumo al existir la oportunidad de apostar por la innovación en boga. Haas, que temía la dependencia de la empresa con respecto al negocio de los smartphones, decía el septiembre pasado ante Decoder que la empresa comenzaba a “girar hacia otros mercados” y la salida a Bolsa, ideada para aprovechar el rebufo de la IA, sería clave para ello.
No obstante, esta decisión se observa con recelo desde la perspectiva de las autoridades antimonopolio, como es el caso de la Comisión Federal de Comercio (FTC): Arm quiere copar nuevas áreas de consumo y, en el proceso, consolidar su posición en ellas, hecho que le otorgaría un peligroso protagonismo en entornos como el de la computación en nube o la producción de coches inteligentes y que acabaría por sumarse a su ya destacado peso en la electrónica.
Septiembre queda marcado en el calendario como el mes en el que se producirá la ya bautizada por el Telegraph como la “americanicación de una gran compañía británica”. El objetivo que han marcado desde la empresa es lograr una valoración de 70.000 millones de dólares, según Bloomberg.
Arm, que no se cruza de brazos ante cualquier oportunidad, ya tiene pretendientes a inversores de referencia. Aunque no son simples inversores, sino titanes. Amazon, Apple, Samsung, Nvidia e Intel vigilan de cerca los pasos de la empresa. Quién no se interesaría por la que podría ser la OPV más importante de la historia del sector tecnológico.
La venta de participaciones a estas compañías no solo reforzaría sus vínculos con ellas y dotaría de estabilidad al precio de la acción, sino que además supondría una importante estrategia de marketing. Pero la FTC puede poner pegas a esas sinergias. Arm, según la analista Karen Kwok, necesita también grandes inversores institucionales. No basta con estar bajo el ala de las big tech por excelencia, si la FTC no le permite alzar el vuelo.
Una vida personal reservada
Redes. A sus 61 años, su actividad en redes se basa en lo laboral. Eso sí, él mismo controla sus cuentas, aunque no sea especialmente activo.
Hincha. Es fan orgulloso del equipo de baloncesto Los Angeles Lakers y del equipo de fútbol americano Las Vegas Raiders.
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