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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El ‘Plan Chicago digital’ soluciona muchos problemas financieros

Abordando la forma en la que se crea el dinero, ofrece una alternativa a simplemente poner parches en el sistema

Billetes de dólar.
Billetes de dólar.Jo Yong hak (Reuters)

He aquí una lista de algunos de los grandes problemas financieros del momento: los Gobiernos están sobreendeudados y el coste del servicio de esa deuda va en aumento; los bancos centrales tienen balances abultados y se enfrentan a pérdidas en sus tenencias de valores; los bancos comerciales están expuestos a la subida de los tipos y a los pánicos bancarios avivados por las redes sociales; la normativa financiera no está a la altura de las circunstancias; la inflación es difícil de controlar; y el destino de la zona euro sigue en entredicho. Para colmo, los banqueros centrales tienen problemas para encontrar el tipo de interés adecuado que vuelva a controlar la inflación sin colapsar simultáneamente el sistema financiero.

Estos múltiples problemas parecen insolubles. En teoría, sin embargo, podrían resolverse de un plumazo. A principios de la década de 1930, los economistas Henry Simons y Frank Knight, de la Universidad de Chicago, e Irving Fisher, de Yale, identificaron lo que, según ellos, era el defecto esencial de la banca moderna. El problema era que los bancos desempeñan dos funciones. Suministran crédito y, en el proceso de concesión de préstamos, crean dinero. Todo esto lo hacen con grandes cantidades de apalancamiento. Como resultado, el sistema bancario es intrínsecamente inestable. En tiempos de bonanza, los bancos conceden demasiado crédito y la inflación se dispara. En una crisis, los bancos dejan de conceder créditos de repente, la oferta monetaria empieza a contraerse y aparece la deflación.

La solución de los economistas, a menudo denominada Plan Chicago, consistía en retirar a los bancos comerciales del negocio de la creación de dinero. El dinero crediticio sería sustituido por un dinero emitido por el Estado, y todos los depósitos estarían respaldados por este nuevo dinero. Fisher esbozó las propuestas en su libro de 1935 100% Money. Describía cómo dejarían de producirse aumentos y contracciones repentinas del crédito bancario. Si este sistema hubiera estado en vigor en la década de 1930, no habría habido pánicos bancarios, ni colapso de la oferta monetaria, ni Gran Depresión. Como los bancos serían más estables, Fisher también sugirió que habría menos necesidad de regulación bancaria.

Milton Friedman, entusiasta defensor del Plan Chicago, argumentó que permitiría al Gobierno controlar la inflación simplemente estableciendo el crecimiento de la oferta monetaria en un porcentaje fijo cada año. La idea tenía otra ventaja sorprendente. Durante la transición, se exigiría a los bancos que cambiaran sus tenencias de bonos soberanos por dinero respaldado por el Estado. Este nuevo dinero no pagaría intereses. Como resultado, dijo Fisher, “la deuda pública con intereses se reduciría sustancialmente”.

En 1933, Frank Knight presentó el Plan Chicago al presidente Franklin Roosevelt, argumentando que el colapso financiero de EE UU había hecho inevitable un cambio importante en la estructura de la banca. Al final, Roosevelt rechazó las súplicas de Knight, optando en su lugar por reforzar los poderes de la Fed. Thomas Mayer, ex economista jefe de Deutsche Bank y director del Instituto de Investigación Flossbach Von Storch, ha actualizado el Plan Chicago para la era digital. Nunca ha habido mejor momento para aplicarlo, afirma.

En primer lugar, los bancos centrales de todo el mundo se plantean cómo introducir monedas digitales respaldadas por el Estado. Uno de los principales problemas de una moneda digital de banco central (CBDC) es que competiría con los anticuados depósitos bancarios. La respuesta de Mayer es que la CBDC debería sustituir a los depósitos, más o menos como preveían Fisher y Knight. Las condiciones para una transición están maduras. Como resultado de la relajación cuantitativa, los bancos comerciales disponen de grandes reservas y los bancos centrales poseen una gran parte del mercado de bonos soberanos. Las reservas bancarias pueden canjearse fácilmente por CBDC, que se utilizarían para respaldar depósitos. Al igual que en el Plan Chicago original, se produciría una fuerte reducción de los pagos de intereses de los Gobiernos.

Mayer calcula que en torno a la mitad de los 12 billones de euros de deuda soberana de la zona euro podrían, de hecho, erradicarse si se aplicara su plan. El proyecto de moneda única europea se asentaría sobre una base más firme, puesto que ya no habría necesidad de una garantía de depósitos común ni de una unión fiscal. Una vez que los depósitos bancarios estuvieran totalmente respaldados por dinero emitido por el Gobierno, no habría más pánicos al estilo de Silicon Valley Bank. Con un aumento de la oferta monetaria digital en línea con el crecimiento potencial de la economía, más o menos como aconsejaba Friedman, la inflación pronto estaría bajo control.

Un aspecto especialmente atractivo de la propuesta de Mayer es que los banqueros centrales ya no se ocuparían de fijar los tipos. En vez de eso, según su plan, “los tipos vienen determinados por la oferta y la demanda de fondos prestables. El tipo de compensación del mercado iguala la preferencia temporal de los ahorradores (el precio del tiempo) con la demanda de los inversores determinada por la productividad marginal del capital”. En otras palabras, el mercado encontraría el tipo de interés, al igual que encuentra los precios de la mayoría de los demás bienes y servicios. Los tipos, sugiere Mayer, acabarían siendo más altos de lo que han sido en los últimos años, pero serían menos volátiles.

Durante el reciente periodo de tipos ultrabajos, se han concedido más préstamos fuera del sistema bancario. Prestamistas no bancarios como Apollo Global Management tendrían un papel más destacado en el Plan Chicago digital. Los bancos tradicionales seguirían prestando servicios a sus clientes, liquidando transacciones y concediendo préstamos con su propio capital o mediante empréstitos. Pero no podrían prestar los depósitos de sus clientes. Aunque los bancos podrían quebrar, las bancarrotas individuales serían menos contagiosas y no provocarían una contracción de la oferta monetaria.

En la actualidad, hay pocas posibilidades de que el Plan Chicago digital se haga realidad. Las autoridades prefieren parchear las grietas del sistema a medida que aparecen, en lugar de abordar sus defectos subyacentes. A los banqueros les interesa preservar el statu quo. Los banqueros centrales no renunciarán a sus poderes de fijación de intereses sin luchar. Los políticos podrían acoger con satisfacción la reducción de la deuda pública, pero perderían la capacidad de inducir a los bancos a financiarla mediante la impresión de dinero. Puede que sea necesario un completo colapso monetario y financiero antes de que el plan de Mayer reciba la consideración que merece.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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