China no hará fácil la caída de la inflación
El país es un imperio con capacidad para fijar los precios en diferentes mercados y elevar las preocupaciones de los bancos centrales
El trabajo del banco central es preocuparse”. Así es como Alice Rivlin, vicepresidenta de la junta de la Reserva Federal, definió en la década de 1990 el trabajo de los responsables de la política monetaria. Las sociedades de la eurozona aún no han sentido el impacto de las subidas de tipos del BCE. Los gastos netos por intereses (pagados menos recibidos), como porcentaje del superávit bruto de explotación, continuaron en niveles mínimos históricos a finales del año pasado, mientras que la tasa de interés de los nuevos préstamos bancarios aumentó significativamente (200 puntos básicos desde el cuarto trimestre de 2022, según los análisis de UniCredit). El hecho de que la posición financiera de las empresas sea sólida ayuda a explicar la resistencia de la economía en general en medio de condiciones de financiación más estrictas, incluida la fortaleza continua del mercado laboral. Las empresas han podido contener en sus facturas los costes de los tipos de interés por sus fuertes posiciones de efectivo y también por el hecho de que el mayor coste de financiación comenzó realmente el otoño pasado; gracias a ello pudieron reemplazar la costosa emisión de bonos con préstamos más baratos. Ahora bien, en los próximos trimestres y a medida que el coste de los préstamos bancarios aumente, mientras que las ganancias de las empresas se debilitan, la política monetaria comenzará a afectar con más fuerza.
Si para entonces la economía china crece hasta un 7% (pues el país vuelve a moverse tras la política de Covid cero de 2022 y por tanto demandará más petróleo este año) algunos analistas como Wood Mackenzie creen que los precios del crudo Brent pueden subir hasta una media de 89,40 dólares por barril en 2023. El FMI constata que Asia contribuirá este año con alrededor del 70% del crecimiento mundial, una proporción mucho mayor que en los últimos años. De ese total, China aportará el 34% y el organismo prevé que la inflación general global descenderá del 8,7% de 2022 al 7% en 2023 debido a los precios más bajos de las materias primas; aunque es probable que la inflación subyacente (básica) disminuya más lentamente.
El regreso de la inflación al objetivo de los bancos centrales se ve poco probable antes de 2025 en la mayoría de los supuestos previsibles, por tanto las expectativas de un descenso rápido parecen un tanto voluntaristas, sobre todo si se atiende a los factores demográficos y geopolíticos. China, con 1.427 millones de habitantes, se asemeja más a un imperio que a un Estado al modo en que estos se han configurado en Occidente. Es un país comprador, productor, fabricante, inversor, financiador y exportador de materias primas críticas, pero también es el principal importador de las extraídas en otros lugares. Para asegurarse el acceso, las empresas chinas invierten en minas extranjeras, acumulan reservas de recursos minerales y lideran la producción mundial de muchas de estas materias. Eso da al país asiático una notable ventaja geopolítica como fuente de los recursos imprescindibles para la producción tecnológica global.
China produce entre el 90% y el 95% de las tierras raras del planeta, esenciales en la fabricación de productos tecnológicos como los teléfonos inteligentes, las pantallas de plasma o los vehículos eléctricos; el 87% del magnesio, el 43% del estaño, el 31% del zinc, el 83% del tungsteno y el 38% del molibdeno.
Ante esto, la Unión Europea ha identificado 30 materias primas como críticas para su industria con la intención de tratar de esquivar los conflictos y monopolios comerciales que ponen en peligro su cadena de suministro. Es el caso de la gran industria automotriz europea, totalmente dependiente de China, puesto que el 95% del magnesio que necesita para su producción es importado de allí. La demanda global de magnesio es de 1,2 millones de toneladas al año: China consume el 39% del total a la vez que produce el 87% de la oferta mundial; Europa y América del Norte consumen un 19%, respectivamente. La producción de magnesio chino se redujo drásticamente o incluso se detuvo el pasado año, lo que provocó la falta de suministro y una escalada de precios sin precedentes, que llegaron a estar entre los 10.000 y 14.000 dólares la tonelada, cuando a principios de este año estaban en 2.000 dólares. Recientemente más de una decena de asociaciones empresariales españolas, desde fabricantes de vehículos a conserveras, ha emitido un llamamiento urgente a la acción contra el riesgo inminente de paradas de producción en toda Europa por la escasez crítica en el suministro de magnesio chino.
Además, se espera una gran demanda de cobre, litio, níquel, hierro, aluminio, cobalto y tierras raras hasta 2030 debido a la electromovilidad y a las energías renovables necesarias para la descarbonización del mundo. En el caso del aluminio (necesario en sectores como la construcción, automóvil o tecnología) una mayor demanda incidirá en el precio de la energía. El coste para producir una tonelada de aluminio es cuarenta veces superior al de una tonelada de cobre, y China es el principal productor de aluminio del mundo con una cuota de mercado en ascenso por las sanciones a Rusia.
Los metales estratégicos son esenciales para la transición energética y en la medida en que el crecimiento de su demanda aumente, es más probable que se modifique el equilibrio de los mercados por las tensiones entre los principales consumidores. Por una parte, China, que depende en un 45% de materiales estratégicos clave para sus sectores de defensa, energía y digital; por otra, Estados Unidos, que necesita un 57%. Además, hay que añadir que la transición verde y alcanzar las cero emisiones netas para 2050 requiere de una inversión anual en energía limpia de aproximadamente 4 billones de dólares hasta 2030, y una mayor demanda de inversión tenderá a aumentar el nivel de los tipos de interés.
En definitiva, China es un imperio con capacidad para fijar los precios en diferentes mercados. Si además se tiene en cuenta que la población de la India superará este año en 2,9 millones a la de China, convirtiéndose en el país más poblado del mundo con 1.428,6 millones de habitantes, es evidente que las preocupaciones de los banqueros centrales van a sufrir una tendencia al alza, no a la baja.
Carlos Balado es Profesor de OBS Business School y director de Eurocofín
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