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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los bancos centrales giran la mirada, pero no el rumbo

Que la Fed hubiera congelado o incluso bajado los tipos podría incluso haber generado aún más temor entre los depositantes

CINCO DÍAS
Jerome Powell, en el Capitolio, el 8 de marzo.
Jerome Powell, en el Capitolio, el 8 de marzo.KEVIN LAMARQUE (REUTERS)

Los bancos centrales navegan un difícil equilibrio entre la lucha contra la inflación y la estabilidad financiera, pero la primera sigue ganando la partida con claridad, pese a los problemas bancarios de las últimas semanas. La Reserva Federal de Estados Unidos mantuvo el miércoles la senda alcista de tipos, aunque moderándola a 25 puntos básicos, frente a las anteriores subidas de 50 puntos; ayer, el Banco Nacional Suizo sorprendió, relativamente, elevando el precio del dinero dos cuartillos, dando por amortizada la crisis de Credit Suisse –que, por otro lado, no ha sido una noticia del todo inesperada, dados los tambaleantes últimos años de la entidad. Y el Banco de Inglaterra, tras un decepcionante dato de inflación, subió los tipos 25 puntos básicos.

Las turbulencias de los bancos estadounidenses no anuncian una crisis significativa de liquidez (y en todo caso los bancos centrales se han coordinado para garantizarla), por lo que la decisión de Jerome Powell y su equipo de seguir subiendo los tipos parece la más razonable. Congelarlos o incluso bajarlos podría haber sido incluso contraproducente, generando aún más temor entre los depositantes, pues no sería del todo coherente con las llamadas a la calma de las autoridades.

Sí parece conveniente a partir de ahora suavizar el endurecimiento monetario, porque, como señaló Powell y como había comentado ya Lagarde, las complicaciones en el mercado de crédito ejercen en la práctica el mismo efecto que una subida de tipos. Además de la herramienta clásica de los tipos y de las dotaciones extraordinarias de liquidez para mitigar posibles tensiones, los bancos centrales tienen una tercera herramienta para navegar estos tortuosos tiempos: el endurecimiento cuantitativo y la reducción del balance; la Fed opta, por ahora, por mantener el ritmo de adelgazamiento.

Las subidas de tipos (en este caso, más bien una normalización monetaria) siempre tardan en tener resultados; pese a la contundencia de los bancos centrales en los últimos meses –y al impacto también restrictivo de los precios al consumo–, el efecto ha llegado mitigado a consumo y actividad. Las perturbaciones energéticas y el eco de los estímulos de la pandemia siguen permeando el coste de la vida, y convirtiendo la inflación en el enemigo a batir.

Los hogares y empresas endeudadas deberán asumir que su posición demanda, por ahora, menos atención que la de los consumidores en general. Aunque el discurso de los banqueros centrales esté empezando a girar.

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