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El Foco
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

España y su sudoku demográfico-territorial

El país presenta actualmente un alto grado de vulnerabilidad poblacional y social que condiciona fuertemente su futuro

Manifestación en defensa de la España vaciada.
Manifestación en defensa de la España vaciada.Álvaro García

Empezamos aclarando que en este texto el concepto sodoku se toma la segunda acepción del diccionario de Oxford: “asunto o situación complejos y de difícil solución o comprensión porque intervienen en ellos muchos y distintos elementos, especialmente con datos y cifras”, no es, pues, en la acepción primera que habla del conocido pasatiempo, porque la cuestión a tratar es de singular importancia.

Y es que España ha experimentado en las últimas seis décadas un cambio demográfico, social y territorial que cabe calificase de excepcional: la velocidad de este cambio y su profundidad singularizan nuestro país en el contexto internacional.

Las consecuencias de estas transformaciones son unos profundos desequilibrios espaciales entre los espacios rurales y urbanos, por más que de dualidad rural urbana debe ser sustituida en la actualidad por la del continuo rur-urbano esto es, un espacio plural que presenta distintos de grados de urbanización…y de ruralización.

En 1960 España era un país eminentemente rural: más del 50 % de la población residía en los núcleos rurales entonces frente al 18 % en la actualidad; atrasado en el plano económico y, dependiente mayoritariamente del sector primario desde la perspectiva laboral: 42 de cada 100 empleos en 1960. Actualmente, el porcentaje de empleo el sector primario no alcanza, según la Encuesta de Población Activa ni el 4%, frente al 76,3 % que lo hace el sector terciario.

A la vez nuestro país, aparece, en el conjunto de países europeos, escasa (93 hab./km2) y desigualmente poblado: el porcentaje de territorio deshabitado es casi el 87%, frente al 32%, 53%, 40% o 53% de Francia, Italia, Alemania o Portugal respectivamente, a la vez que nuestras grandes áreas urbanas concentran el 70% de la población y representan solo el 7% del territorio del país.

Sin embargo, actualmente son las grandes áreas metropolitanas las que definen y dominan nuestro sistema de asentamientos, consecuencia de un proceso de urbanización fuertemente concentrador en lo demográfico y marcadamente segregador en lo social. Un dato: en Europa hay una treintena de kilómetros cuadrados que concentran más de 40.000 habitantes, de los cuales dos tercios se encuentran en España (el barrio de la Florida en Hospitalet de Llobregat, El Agra del Orzán en A Coruña, algunas secciones censales del Barrio del Pilar en Madrid, son buenos exponentes). Estas grandes concentraciones urbanas contrastan abruptamente con grandes los vacíos demográficos y espacios de extraordinariamente baja densidad de población que aparecen en nuestro país (Sistema Ibérico, La Raya en la frontera con Portugal desde norte de Cáceres hasta Orense pasando por el occidente de Salamanca y Zamora, Montes de Toledo, Sierra Morena, Montaña Cantábrica…). El violento contraste entre unas y otras aras nos hacen aparecer como una anomalía en el contexto de los países europeos.

Asimismo, hay que tener en cuenta lo que alguna vez hemos definido como el factor D: la demografía. La población española está envejeciendo a uno de los ritmos más altos del mundo como consecuencia de un doble envejecimiento, de una parte el provocado por la vertiginosa caída de nuestro índice sintético de fecundidad: 1,19 hijos por mujer en 2021, el segundo más bajo de Europa, muy lejos del 2,1 que asegura el reemplazo generacional, que explica el envejecimiento por la base de la pirámide de población y, de otra parte, por el aumento de la esperanza de vida, que es una de las más elevadas del planeta, y que explica el envejecimiento por su cúspide. Nuestra edad mediana es en 2022 ¡44,1 años!; cuando en 1982 era tan solo 34,1 años.

España, además de ser uno de los países más longevos del mundo, exhibe en la actualidad una esperanza de vida muy alta: 86 años las mujeres, 79,5 años los hombres, a pesar de que el Covid la redujo 1,5 años entre 2019 y 2020, dato medio que no debe ocultar fuertes notabilísimas diferencias territoriales: en Canarias la esperanza de vida se redujo entre los años citados solo 0,1 años frente a los 3,6 años que se redujo en Madrid

Por lo que respecta a la estructura demográfica a principios de los 60 del pasado siglo nuestro país se mostraba como uno de los más jóvenes de Europa (uno de cada cuatro habitantes tenía menos de 15 años, hoy lo es uno de cada diez). Aquella rejuvenecida estructura era consecuencia de una fecundidad que se había mantenido relativamente alta hasta 1978 (2,86 hijos por mujer en 1960; 2,87 en 1970; 2,77 en 1976; año que índice evolución de la fecundidad inicia en España su caída; 2,1 era el número de hijos por mujer en 1980; 1,16 en el 2000; 1,19 en 2021); la envejecida estructura demográfica actual la explica al 90% la bajísima fecundidad y solo el 10% restante el incremento de la esperanza de vida

Las migraciones internacionales son un nuevo factor demográfico a considerar. En los años sesenta éramos un país de emigrantes: 2.600.00 españoles marcharon a Europa ente 1946 y 1970. En 2022, según el Pere residen fuera de España 2.742.605 compatriotas de los cuales 1.019.795 tienen como destino Europa, por más que esta nueva emigración, altamente cualificada (solo entre los años 2007-2017 unos 87.000 trabajadores eran españoles de alta calificación con título universitario o grado superior) se fueron a otros países de la UE) poco tiene que ver con la vieja emigración de trabajadores a la industria, la construcción y los servicios de hace medio siglo. Pero es que, a la vez, actualmente somos uno de los principales destinos de la inmigración internacional: 6.246.130 extranjeros residen en nuestro país en 2022 lo que significa el 13,29 % de la población total).

Por otra parte, y de forma paralela, estamos asistiendo a un fenómeno social que cabe calificarse de histórico: el debilitamiento progresivo de la clase media, fenómeno que también se está produciendo en todo el mundo occidental, hecho que es consecuencia de las sucesivas crisis en las últimas décadas: energética de 1973, financiera de 2008, sociosanitaria en 2019 y bélica en la actualidad: la clase media ha pasado de representar el 63 % en 2006 a representar actualmente el 57% dato que prueba la involución social aludida y la velocidad del cambio. De otra parte, asistimos, a unos niveles de desigualdad de renta sin parangón en Europa y a una polarización social y económica cada vez mayores.

España, en suma, presenta un alto grado de vulnerabilidad demográfica y socio-territorial que condiciona fuertemente su desarrollo futuro. Es el momento de modificar nuestro modelo productivo aprovechando el impulso de los fondos estructurales y llevarlo a niveles de mayor productividad, así como plantear una reforma fiscal más progresivo y eficiente, que permita asegurar la sostenibilidad nuestro estado de bienestar desde principios de justicia social y equidad intergeneracional: tenemos 47.661.554 razones para hacerlo.

Pedro Reques es Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Cantabria

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