La computación cuántica, ¿la próxima IA? Claves para invertir en la tecnología que promete cambiarlo todo
El gran reto informático del futuro ya cotiza en el mercado; subidas del 400% y caídas del 50% marcan un sector donde las incógnitas son tan inabarcables como las posibilidades

“La computación cuántica está llegando a un punto de inflexión”. Con esta frase, Jensen Huang, consejero delegado de Nvidia, abrió su discurso en la conferencia GTC celebrada la pasada semana en París. Previamente escéptico sobre la capacidad de hacer realidad el sueño cuántico, con su cambio de parecer, el gurú de la IA ha alimentado una nueva ola de expectativas en torno a esta tecnología. Unas esperanzas que se han visto reforzadas por los avances paulatinos que van anunciando las grandes tecnológicas y las empresas especializadas en el sector.
Los expertos de Bank of America la definen como “una de las mayores revoluciones que todavía están por llegar”. Con su capacidad de resolver cálculos que habitualmente llevarían “miles de millones de años” de forma instantánea, podría redefinir los límites del procesamiento de información. Como utilizar una calculadora, en lugar de un ábaco, para resolver operaciones.
“Nos va a permitir resolver cuestiones que ahora mismo no tienen solución, por ejemplo, problemas relacionados con el desarrollo de nuevos materiales, con la creación o mejora de fármacos, con la predicción meteorológica o la anticipación a desastres medioambientales”, resume Almudena Justo, directora del International Quantum Center, Fsas Technologies, Fujitsu. Un cambio de paradigma para la ciencia y también para la inteligencia artificial, cuyas aplicaciones pueden abarcar desde la simulación molecular a la logística o la criptografía.
El sector está aún en fase de pruebas, con gigantes como IBM, Google o la propia Nvidia explorando sus posibilidades y con una serie de retos que complican una aplicación práctica de la tecnología en la actualidad. El mercado no está monopolizado por los gigantes; una serie de pequeñas compañías también pujan por capitalizar los avances. Al calor de las palabras de Huang, las acciones de empresas como Quantum Computing, D-Wave Quantum, Arqit Quantum y Rigetti Computing repuntaron con fuerza. Pero mientras crece la expectación, también lo hace la especulación, ya que invertir en este sector es una apuesta de alto riesgo.
Desde el punto de vista inversor, hay varios caminos para adentrarse en la computación cuántica. De un lado, están fondos cotizados (ETF) que replican índices especializados como hace el fondo VanEck Quantum Computing. También está la opción de invertir directamente en las empresas que componen este tipo de índices, que en su mayoría son esas pequeñas cotizadas con más valor bursátil que ingresos o beneficios reales
D-Wave Quantum, una de las anteriormente mencionadas, se disparó en Bolsa un 25% el pasado 20 de mayo después de lanzar comercialmente un nuevo modelo de computador cuántico que, si bien mejora el rendimiento respecto a su antecesor, sigue teniendo problemas para funcionar de forma estable. Su capitalización es de 5.000 millones de dólares, pero si se pone el foco en sus cifras, en todo 2024, tuvo unos ingresos de 8,82 millones y unas pérdidas de 143 millones.
IonQ, otra compañía pequeña dedicada a la computación cuántica, acumula una revalorización de sus acciones cercana al 400% en el último año y ha sido identificada por algunos analistas como “la próxima Nvidia”. En 2024, sus ingresos fueron de 43 millones de dólares y sus pérdidas de 331 millones. En el caso del ETF VanEck Quantum Computing, su índice de referencia acumula un retorno total cercano al 224% desde su creación a principios de 2019.
Estas pequeñas empresas prometen a los inversores emociones fuertes y la posibilidad de grandes subidas. Pero no hay que olvidar que la mayor parte del desarrollo de esta tecnología, y de las inversiones, está en manos de grandes tecnológicas, cuyas cotizaciones recogen en menor medida los avances (por una cuestión de escala) pero que un inversor no puede obviar, sobre todo si trabaja con una perspectiva de largo plazo. IBM anunció este martes el primer superordenador cuántico a gran escala y tolerante a fallos: el Quantum Starling. Sus acciones subieron un 1,5%.
Por su parte, Google presentó a finales de 2024 su nuevo chip superconductor de 105 cúbits —unidad básica de computación cuántica—, mientras que a principios de año Microsoft reveló Majorana, el primer chip cuántico del mundo. Nvidia no se queda atrás en la carrera cuántica. La compañía ha abierto un centro de investigación en Boston, a la par que colabora con empresas como Quantinuum y Pasqal. Unos hitos que invitan a pensar que el tema está pasando de especulativo a invertible. Es tal el auge que grandes bancos como Bank of America y Wells Fargo están invirtiendo en ella y ya cuentan con al menos cinco patentes propias.
Promesa, realidad y riesgos
Para entender qué parte de la promesa de la computación cuántica puede hacerse realidad, es necesario conocer algo sobre su funcionamiento La experta del Quantum Center Fujitsu explica que es una forma diferente de procesar la información (mediante cúbits en vez de bits), y gracias a ella los ordenadores cuánticos son capaces de realizar cálculos de forma exponencialmente más rápida que cualquier superordenador clásico. A diferencia de los ordenadores que conocemos, que operan con valores 0 o 1; los cúbits pueden representar simultáneamente una combinación de 0 y 1. De este modo, y a grandes rasgos, un ordenador cuántico puede realizar las complejas operaciones de computación que requiere un determinado cálculo todas a la vez, y no una detrás de otra.
“A nivel de aplicación, tiene mucho interés en el sector financiero para la optimización de carteras y de inversión o para todos aquellos problemas donde el tiempo es una variable determinante”, apunta Justo. Si bien el potencial beneficio es claro, el principal problema de esta tecnología es su delicadeza extrema: para funcionar se precisan condiciones muy específicas de temperatura y estabilidad del sistema. Según detalla JP Morgan en un informe, los tres muros contra los que chocan los investigadores son la decoherencia, (los cúbits pierden su estado cuántico por calor, vibración o interferencias) los ratios de error de los cálculos por el llamado “ruido” y el conocido como colapso de medición: cuando el cúbit deja de ser una combinación de 0 y 1 y pasa a ser o bien un 0 o un 1.
Estos problemas científicos implican grandes retos desde el punto de vista del inversor. Según advierte VanEck Quantum Computing, la computación cuántica apenas comienza a encontrar aplicaciones prácticas y su camino hacia unos ingresos sostenibles a largo plazo sigue siendo incierto. Para alcanzar esa rentabilidad, se requieren inversiones considerables. “La investigación y el desarrollo cuánticos exigen una financiación significativa, con elevados costes en talento, equipamiento y tiempo antes de que los resultados sean comercialmente viables”, apunta el fondo. Como último eslabón, JP Morgan resalta que es una incógnita predecir cuál será la tecnología cuántica que acabará imponiéndose, lo que hace que las decisiones de inversión sean especialmente arriesgadas.
Así, no hay garantías de que los inversores que apuesten por esta tecnología obtengan beneficios. De hecho, el riesgo es tan elevado que, según VanEck Quantum Computing, la inversión en su ETF podría conllevar “la pérdida parcial o total del capital”. Sin olvidar que este sector está particularmente expuesto al vaivén de los expertos, dado que nadie sabe qué va a pasar. Si Jensen Huang cambia otra vez de opinión, las cotizaciones de las principales empresas del sector podrían hundirse hasta un 50% en Bolsa en un solo día, como ya pasó en enero. Si la computación cuántica será un fracaso o un éxito, o quizá, ambas cosas a la vez, solo el paso del tiempo lo determinará.