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En colaboración conLa Ley

¿Ser sostenibles y rentables? Las empresas buscan cómo cumplir con el ESG y no hacer aguas en el intento

Empresarios y juristas se han dado cita para surfear el “tsunami normativo” en sostenibilidad

Paloma Baena, directora de estrategia global en Renfe y Cristina Retana, directora de contenidos e innovación de Aranzadi LA LEY durante  II Congreso Internacional de ESG, organizado por la World Compliance Association.
Paloma Baena, directora de estrategia global en Renfe y Cristina Retana, directora de contenidos e innovación de Aranzadi LA LEY durante II Congreso Internacional de ESG, organizado por la World Compliance Association.

Pocos dudan de que el futuro del tejido empresarial europeo será sostenible. Esta palabra, la sostenibilidad, tan manida y manoseada en multitud de leyes, congresos y mesas de debates, plantea un complejo rompecabezas, cómo cumplir con el aluvión de leyes medioambientales que aprietan la soga a muchas mercantiles en la Unión Europea sin dejar de lado la razón de ser de cualquier compañía: ganar dinero. Un castillo de naipes que pasa por ser verdes, pero también rentables. Y competitivos. Plantar cara a empresas extranjeras que pueden cargar con mochilas regulatorias más livianas.

Buscar una fórmula de éxito en el endiablado laberinto de responsabilidad social ha sido el objeto de debate de empresarios y juristas que se han dado cita en el II Congreso Internacional de ESG, organizado por la World Compliance Association, que ha tenido lugar este miércoles en Madrid. En la cita, Isabel Tocino, vicepresidenta de Santander España, ha puesto blanco sobre negro a la raíz del problema. “Las empresas europeas no pueden competir con China fabricando coches eléctricos”, y la razón es simple: la carga regulatoria de las empresas europeas, el “tsunami normativo” -un término del que han echado mano los ponentes en varias ocasiones- está ahogando la competitividad, aseguró la exministra. Por lo que es conveniente avanzar en una regulación más robusta, que de oxígeno a la inversión, abogó Tocino.

Que el ESG (E de environmental, S de social y G de governance) está cristalizando en una mayor presión en las empresas se deduce por el aumento de la conflictividad. Lo que tiene su reflejo en las estadísticas judiciales. Así lo destacó Jaime Almenar, socio de Clifford Chance. “La litigiosidad climática se ha multiplicado de 2015 hasta ahora”, remarcó el abogado. También existe presión por parte de los inversores. “Todos los stakeholders están exigiendo mayor claridad con los objetivos climáticos”, compartió, por su parte, Alicia Muñoz, responsable de gobernanza, regulación y legal retail&comercial de Banco Santander.

Los ponentes coincidieron en que el ESG se encontraba en la agenda de todos los consejos y supone un factor que afecta, directamente, a los hitos de consumo. Pero ser sostenible no puede limitarse a una cuestión de discurso de boquilla y de buenas acciones de comunicación. “Si queremos hacerlo bien, la sostenibilidad tiene que aterrizar em la empresa, no en el marketing”, destacó Mar Bernal, responsable de sostenibilidad y operaciones de Light Source bp.

Inteligencia artificial: ¿amiga o enemiga?

En la carrera de las empresas para ser más competitivas, eficientes y sostenibles, el uso de la inteligencia artificial (IA) puede ser una aliada para llegar más rápido a la meta. El reglamento europeo, recientemente aprobado y que es pionero en el mundo, es una herramienta muy útil para reducir la huella de carbono en las empresas.

“El reglamento europeo de inteligencia artificial ha supuesto un hito en la regulación de la IA y uno de sus pilares es que el desarrollo de las herramientas deben estar orientadas hacia la sostenibilidad”, subrayó Cristina Retana, directora de contenidos e innovación de Aranzadi LA LEY. “Gran parte de las inversiones que están realizando las organizaciones están dedicadas a la inteligencia artificial generativa”, afirmó la experta.

En esta misma línea, Paloma Baena, directora de estrategia global en Renfe, subrayó que la inteligencia artificial es una aliada para la empresa y les permite ser más sostenibles. “Nos ayuda a tener mayor eficiencia del uso energético, a saber cuándo toca pasar revisión a los materiales, o evaluar el gasto de las personas que viajan en tren” ejemplificó. Pero también remarcó que aplicar la IA también puede ser un arma de doble filo. “Hay que tener cuidado con su uso porque cada vez que consultamos a ChatGPT es lo equivalente a cargar la batería del móvil, y cada vez que entrenamos un modelo de lenguaje estamos emitiendo 600 toneladas de CO2″, apuntó.

Las expertas coincidieron en que las empresas deben medir el impacto en sostenibilidad. Usar la IA puede ser una opción para ser más verdes pero también puede provocar lo contrario. Por otro lado, también estuvieron de acuerdo en que tener un marco regulatorio sobre sostenibilidad e inteligencia artificial es un potenciador para motivar a las empresas a “plantear objetivos de descarbonización más específicos y ambiciosos”, concluyó Baena.

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