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En colaboración conLa Ley

La ansiedad se ceba con casi siete de cada diez abogados y los bufetes no aciertan con las medidas

Un estudio del ICAM revela el impacto negativo del trabajo en el bienestar mental de la mitad de los profesionales. El miedo a que trunque su carrera les lleva a guardar silencio

Businesswoman with headache
Jamie Grill (Getty Images)

Casi la mitad de los abogados siente que su trabajo tiene un impacto negativo o extremadamente negativo en su estado mental y psicológico, un sentimiento que afecta al 49,1% de los profesionales del derecho. Además, casi un siete de cada diez (65,7%) reconoce haber sufrido ansiedad como consecuencia de las presiones de su entorno profesional en el último año, un trastorno que reconocen más las abogadas, así como en los segmentos de edad intermedios. Precisamente las mujeres y los más jóvenes son quienes están impulsando un cambio para poner fin al estigma de hablar del malestar mental que generan algunas prácticas muy arraigadas en la profesión.

La salud mental de la abogacía está dejando de ser un tabú, aunque el cambio hacia un reconocimiento de los efectos que tienen las jornadas extenuantes y las elevadas cargas de trabajo en el bienestar de los profesionales del derecho es lento y se avanza poco a poco. La falta de desconexión y la disponibilidad permanente se han transformado en parte de la cultura profesional legal, hasta hace muy poco incuestionable. Pero el cambio, que implica también una transformación de la cultura profesional, avanza a pequeños pasos.

Los datos del I Estudio sobre salud mental de la abogacía madrileña, que hoy ha dado a conocer el Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid (ICAM), son elocuentes: menos de un tercio (28,8%) asegura que su labor profesional le hace sentir bien, mientras que un 18,2% restante tienen sentimientos neutros. El sentimiento negativo sobre los efectos del trabajo legal en la salud mental es independiente del género y del lugar de trabajo, es decir, de si se trata de un despacho pequeño o de un bufete de grandes dimensiones. Además, afecta considerablemente a los menores de 30 años, con un 65%, un porcentaje que baja discretamente cuando se trata de encuestados entre 31 y 45 años. En el caso de los mayores de 46 años es casi la mitad y poco menos de un tercio entre quienes superan los 60 años.

Además de provocarles ansiedad, otros efectos de las largas horas en el bufete, la sobrecarga de trabajo y los plazos perentorios son el sedentarismo y no practicar suficiente ejercicio físico. Pero hay más. Un 46,6% tiene fatiga, mientras que los pensamientos negativos y deprimentes afectan a más del 43%, casi el mismo porcentaje que quienes admiten padecer alteraciones emocionales. Estos síntomas son reconocidos mayoritariamente por mujeres (64% frente a 36% de hombres) y son más acentuados en profesionales a partir de los 45 años de edad.

Jornadas maratonianas

Las dos situaciones que generan un mayor malestar entre los encuestados han sido la imposibilidad de disfrutar de tiempos de descanso alejándose del trabajo y de la rutina diaria, que afecta al 47,9%, así como la presión para trabajar largas jornadas laborales

para sacar adelante la carga de trabajo, que ha sido mencionada por casi el 35% de los encuestados. Esto último es una práctica muy generalizada en el sector jurídico y sus efectos nocivos son más reconocidos por mujeres, perfiles más jóvenes y también entre profesionales de despachos de abogados medianos y de mayor tamaño. La falta de tiempo es también uno de los principales problemas que deriva en estrés de los profesionales de la abogacía. El 49,9% de los encuestados manifiesta postergar con frecuencia las tareas pendientes. Y aunque un 42,4% consideró la posibilidad de tomarse un tiempo libre, finalmente no lo pudo hacer.

El fenómeno de los problemas de salud mental también se asocia al silencio. Y es que existen gruesas barreras para compartir estas situaciones extremas que afectan al bienestar de los profesionales y suele ser un tema tabú. El principal obstáculo es el miedo a que compartir con otros el malestar psicológico pueda tener una repercusión negativa en el desarrollo profesional y en oportunidades para crecer en su entorno laboral (39,6%), pero también resulta relevante la preferencia de no hablar con los jefes o los compañeros de trabajo las situaciones de estrés por la presión profesional.

El cambio de mentalidad se está desarrollando de la mano de las abogadas y de los profesionales más jóvenes, dos colectivos que han liderado una mayor apertura a discutir y a afrontar los efectos de los ritmos de trabajo en la salud mental de los profesionales del derecho. Los abogados de los despachos más grandes de la capital también muestran una mayor tendencia a abordar estos problemas.

Y es que esta es una “profesión compleja y de alto riesgo desde la óptica del bienestar”, explica el decano del ICAM, Eugenio Ribón, que pone el acento en los niveles constantes de estrés, los plazos improrrogables, la presión por captar nuevos clientes y un cierto individualismo generalizado en esta profesión. Todos ellos son factores que “crean una tormenta perfecta para descuidar nuestro bienestar”, subraya. Ribón también recuerda que es algo de lo que no se hablaba hasta hace muy poco, pero eso no significa que no exista.

Medidas ineficaces

¿Qué hacen los despachos frente a este panorama? Ha habido algunos avances, aunque discretos. Casi la mitad de los abogados y abogadas cuenta con medidas de flexibilidad para adaptar sus responsabilidades laborales: el 54,6% de los encuestados asegura que disfruta de teletrabajo, mientras que el 42,8% tiene horas flexibles.

Los patrones de trabajo flexible son, precisamente, lo más demandado entre profesionales en franjas intermedias de edad, un interés que se reduce entre los más jóvenes y los más senior y que puede vincularse con la etapa vital en la que normalmente se cuenta con responsabilidades familiares. El 50% acusa la falta de horas para estar con su círculo social y amigos, mientras que más del 46% echa en falta pasar más tiempo en familia. Esto repercute en la calidad de las relaciones sociales y afectivas.

Los datos del informe apuntan a una carencia importante en los despachos, donde no suele haber un plan integral y coherente para abordar el reto de la salud mental. El 25,3% de los casos no se ofrece ningún tipo de apoyo. Y entre los bufetes que sí han dado pasos en este sentido, las iniciativas muy variadas y la opinión generalizada es que son ineficaces o de poca envergadura. De hecho, el 14,2% de los abogados y abogadas que participaron en el informe considera que se trata de pequeñas iniciativas con un impacto muy limitado en una mejora real de las condiciones de los profesionales.

La medida impulsada por los despachos que más mencionan los encuestados son los patrones de trabajo flexible, con el 14,6%, seguida de las políticas de conciliación, señaladas en el 13,1% de los casos. Algo más lejos se sitúan la posibilidad de acceder a tiempo libre extra (8%) y los servicios de atención psicológica gratuita (5,7%). Contar con un personal senior más accesible es señalado por el 5% de los encuestados, aunque no parece claro que esto tenga un gran impacto en la salud mental.

Falta más concienciación sobre la problemática de la salud mental asociada a la cultura del trabajo jurídico en los despachos. Aunque informes como el del ICAM buscan romper con el tabú predominante en la abogacía y orientan sobre el camino a seguir, todavía hay mucho camino por recorrer. Entre las recomendaciones para mejorar, está la necesidad de abordar el bienestar desde una perspectiva integral y sistémica, desde el punto de vista psicológico, físico y social, Y también fomentar la sensibilización, de manera que se ponga fin al estigma sobre el bienestar psicológico de los abogados y abogadas.

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