‘Infiltrados’ en bufetes o de patrulla con la policía, así se forman nuestros jueces
Su preparación en la Escuela Judicial la copian muchos países del mundo. Solo 188 alumnos se forman hoy allí, el 70% mujeres
Cerca del Tibidabo, con Barcelona a sus pies, se encuentra la Escuela Judicial. Un lugar donde, desde su creación en 1997, se forman las mentes brillantes que consiguen aprobar una de las oposiciones más duras en España. Ser juez es una de las profesiones de más prestigio, pero (especialmente en los últimos tiempos) también de las más cuestionadas. Es probable que muchos de los que discuten sus resoluciones en las redes sociales se lo pensarían dos veces si supieran la formación de élite que reciben en España, un modelo que copian en muchos países del mundo.
“Por fin estamos aquí”, pensó Claudio García, de Torrejón de Ardoz (Madrid), alumno de la nueva promoción, cuando vio por primera vez las instalaciones que tanto había buscado en internet. “No se puede pasar la oposición sin tener plena vocación”, confiesa.
Tras dejar atrás a más de 4.500 opositores en un examen tipo test y dos orales en el Tribunal Supremo, la primera clase que tuvieron los 188 alumnos de la actual promoción (el 70% mujeres) fue sobre violencia de género y doméstica. “Se está poniendo un especial énfasis en la perspectiva de género y la igualdad”, explica la también alumna Cristina Torralba, de Valencia.
Junto con otros 40 jueces o fiscales que vienen a prepararse desde Latinoamérica, su día comienza con una formación ordinaria en derecho europeo y constitucional, civil y procesal-civil, y penal y procesal-penal. Además de clases de inglés y de la especialización social y contenciosa.
A esto se le añade estancias con la fiscalía, notarios, registradores y procuradores, psicólogos y servicios sociales. E, incluso, realizan talleres de medicina legal y pericial y ética judicial.
Aparte de seminarios con abogados especializados en protección de datos o materias sanitarias, los alumnos pasan 15 días en bufetes de Barcelona. Ahí conocen cómo el letrado enfoca el caso con el cliente, muchas veces sin que el propio profesional sepa que está con un juez en prácticas. También ven cómo asisten a detenidos y acompañan a los abogados a juicio. “Lo que se busca es ver la forma de trabajar de un letrado, porque nos enfrentamos en los tribunales a muchos que tienen conocimientos superespecializados y en el caso del juez no es siempre así”, comenta Claudio.
Además, conocen de primera mano la labor de la Policía Nacional, la Guardia Civil y los Mossos d’Escuadra. Durante días completos, los acompañan para saber qué hay detrás de una larga investigación y por qué necesitan que les autoricen, por ejemplo, una intervención telefónica o una orden de entrada y registro. A su vez, hacen controles de alcoholemia por las noches con la policía para observar en qué estado están los ciudadanos y cómo llegan luego a los juzgados.
A prisión
Una de sus experiencias más trascendentales es acudir durante una semana a una prisión. Es lo que ellos llaman “una actividad de reflexión” en la que entran como internos, dejan a los alumnos solos en las celdas y los llevan donde están los presos para preguntarles cómo están sus procesos, cómo les trataron los magistrados y por qué están ahí. “Es para que seamos conscientes de una realidad que está muy cerca de lo que hacemos, pero a la vez muy lejos”, explica García. También para que se les caigan algunos mitos novelescos y televisivos y sepan de primera mano las consecuencias de sus decisiones. “Cuando acordamos una pena de prisión, hay que saber qué hay después”, añade Torralba.
Asimismo, y para sorpresa de muchos, los jueces tienen mucho que ver con que España sea líder mundial en trasplantes de órganos. En su formación entra el autorizar, en caso de muerte violenta, una autopsia para donar los órganos a quien lo necesite y no haya riesgos en una investigación penal. “Nos ofrecen asistir a un trasplante o ver cómo se hace una autopsia un sábado a las cuatro de la mañana cuando hay picos de accidentes de tráfico”, cuentan los alumnos.
Su finalidad es concienciar de lo vital de tomar una decisión a tiempo, por ejemplo, para mantener adecuadamente los órganos en la UCI. “Todo lo que está de actualidad en la sociedad, en la Escuela también”, asegura Torralba.
Actores en juicio
La actividad estrella para los alumnos es la simulación de juicios con actores, o entre ellos, donde asumen los roles de abogado, víctima, juez y fiscal. Los actores les ponen en situaciones tensas o conflictivas para aprender qué hacer, por ejemplo, si alguien altera el orden en sala.
La comunicación empieza a coger peso en su enseñanza. Tienen encuentros con la prensa y realizan talleres de escritura jurídica con lingüistas para acercar sus sentencias al lenguaje del ciudadano, algo que, según reconocen, “les cuesta mucho”. “Los jueces suelen ser herméticos”, razona Claudio, quien considera que esta formación también deberían tenerla en dirección contraria los periodistas.
Por el colapso de la justicia, también se les forma para ser ágiles, pero siempre dando la misma importancia a todos los casos. Salen concienciados de la necesidad de la mediación y de la formación continua, y critican que les tilden de “elitistas”: solo el 3% de alumnos tiene relación con jueces.
Sobre si les preocupa la imagen que tiene la sociedad de la justicia, la respuesta es sí. “Nosotros no hacemos las leyes, nos limitamos a aplicarlas conforme a la realidad social. No nos hacemos jueces por el dinero, porque no es, ni mucho menos, la profesión mejor pagada del mundo”, confiesan.
El camino no acaba aquí. Tras un año en la Escuela (con un sueldo de 1.200 euros), inician una segunda fase de prácticas tuteladas. Durante ocho meses se trasladan a otra cuidad y un juez asignado evalúa si están capacitados para llevar solos un juzgado. La tercera fase de “sustitución y refuerzo” se introdujo hace cuatro años y, pese a estar bastante cuestionada, con plena jurisdicción, el juez es evaluado por el presidente del Tribunal Superior de Justicia de la región.
Este camino, relata Cristina Torralba, conlleva muchos sacrificios personales, familiares y sociales, pero, al llegar a la Escuela, el esfuerzo cobra sentido.