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Las dos caras del sector del libro: “Si Cervantes escribiese hoy el ‘Quijote’, no se lo publicarían”

El sector editorial español goza de buena salud. Su facturación crece y está relativamente menos concentrado que otros países. No obstante, los escritores menos conocidos no lo tienen fácil

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Belén Trincado Aznar
Fernando Belinchón

Considerado como uno de los más grandes escritores de la historia de la humanidad y el principal de España, Miguel de Cervantes, el autor del imperecedero El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, quizá no lo tendría fácil para que su obra magna viera la luz hoy en día. Ya en su tiempo, no lo fue; pero en la actualidad, Cervantes lucharía, en primer lugar, por competir dentro del prolífico sector literario español con el fin de atraer la atención de una editorial, y en segundo lugar, pero no menos importante, por conquistar a un público que tiene a su disposición un catálogo de estímulos infinitamente más amplio que allá por el siglo XVII.

Al acercar la vista a ella, la industria del libro deja una lectura agridulce. Una de las muy buenas noticias es que, desde el punto de vista editorial y económico, el sector goza de buena salud en nuestro país. Una de las malas es que los escritores más noveles o poco conocidos no lo tienen fácil.

Dilucidar el destino de la obra de Cervantes no es sencillo de adivinar. Ahondando en la foto de la industria que se encontraría, según los datos de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) y de la Agencia del ISBN, el organismo encargado de registrar y entregar una identificación a los libros que les permite acceder al mercado de librerías, en 2022, último año con números cerrados, el sector editorial facturó 2.718,52 millones de euros, un 5,5% más que en el anterior ejercicio, habiendo repuntado un 2,49% el número de ejemplares vendidos, hasta alcanzar 178,45 millones de unidades en el mercado interno. Un 52% de los españoles se declara lector frecuente, mientras que un 36% dice no leer nunca o casi nunca. Cuando se le pregunta por la marcha de este sector, Antonio María Ávila, director ejecutivo de la FGEE, explica que 2022 fue el séptimo año seguido de crecimiento de ingresos, y adelanta que los datos preliminares apuntan a una nueva mejoría de la facturación, que se acercará al 5% en 2023.

El mercado es variado. Libros educativos y de no ficción son los responsables de aproximadamente la mitad de los ingresos, mientras que el resto, corresponde a la narrativa en sus distintas formas, lo que todo el mundo imagina cuando se le habla del mercado literario. En cuanto a la estructura empresarial, Ávila desgrana que hay unas mil editoriales que trabajan con más asiduidad, mientras que 20 de ellas son los grandes del sector y se reparten el 60% de toda la facturación. La dominancia de los grandes es más baja que en otros países como Francia o Alemania, donde los gigantes acumulan el 80% del mercado, lo que indica un panorama más repartido y algo más diverso.

Paralelamente, al margen de las editoriales tradicionales, y al calor de la negativa o el silencio que obtienen por respuesta muchos de los escritores que les envían sus originales, ha cobrado fuerza la autopublicación –un negocio que ya existía en la época cervantina–, ya sea por libre, por Amazon o por editoriales especializadas en ella.

“Más escritores que lectores”

Pese a la buena marcha de las editoriales en general, ese hipotético Cervantes contemporáneo en busca de compartir su Quijote se encontraría un complicado mercado desde el punto de vista del escritor. A la pregunta de si los autores enfrentan una saturación de oferta, la respuesta varía –enormemente– en función de quién la emita.

Javier Arrevola, director general de la Casa del Libro, cree que no, y fundamenta su visión en que en las librerías que capitanea se venden muchos de los títulos principales, pero también se venden, y no poco, todo tipo de libros. “Si no hubiera variedad, se perdería la magia de la librería y, con ella, la magia del libro. Si todo estuviera concentrado en mil libros y las librerías solo ofrecieran los top, se perdería todo”.

Con él coincide Marcelo López, director de operaciones de Zasbook, editorial de autopublicación. “Yo soy de la opinión de que los contenidos son el gran negocio del siglo XXI. Puedes escribir Caperucita Roja, y puedes dar 75 versiones distintas de ese mismo contenido. Puedes ilustrarlo. Darlo en formato electrónico. Hacer una serie de Netflix. Una novela derivada… Un contenido bueno tendrá su hueco y la competencia no debe asustar. Hay mucha gente, sí, pero no debe preocupar”, valora.

Si bien, distinta es la perspectiva del escritor. Sara Flamenco, periodista y autora de la bilogía de novela romántica compuesta por Completando el puzle y La pieza que no encaja, eligió autopublicar a través de Amazon ante el silencio de las editoriales a las que acudió. “Desde el punto de vista del escritor, veo el mercado literario hipersaturado. Hay muchísima gente que escribe cosas que están bien e incluso veo también libros de calidad dudosa. Creo que hay muchos libros para los escritores, no tanto para los lectores. Eso hace que sea más complicado acceder al mundo editorial”, sostiene.

¿Cuántos libros se publican al año en España? Miguel Jiménez, director de la Agencia del ISBN, detalla que, en 2023, aproximadamente todas las 3.500 editoriales que podrían ser consideradas activas –“siendo generoso con los criterios de que es activo y que no”– solicitaron 84.111 de estos particulares DNI que se entregan a cada libro. Sumados los 6.311 que fueron registrados por sus propios autores, deja un total de 90.422 libros publicados y registrados en el ISBN.

No obstante, este número, que equivale a 364 nuevos libros por cada día hábil del año, debe ser cogido con múltiples pinzas. Primero, porque la frontera entre publicados por editoriales y autopublicados es muy difusa. Dentro de los 84.111 que, según el ISBN, fueron publicados por editoriales, también hay autopublicados. Al comprobar la lista de las 20 editoriales más prolíficas de España en 2023, la primera, sin ir más lejos, es Círculo Rojo, una editorial especializada en autopublicación que registró 2.758 títulos.

En segundo lugar, no todos son libros como los que vienen a la cabeza al hablar del sector literario. “De los 90.000 libros que he dicho que hay en total, tienes que descontar la mitad a bote pronto. Descuenta los libros de texto, porque son otro mundo, van a un sector que es clientela cautiva. Si quitas los códigos de editoriales de derecho, los libros en los que todos pensamos, novelas, cuentos, narrativa..., probablemente sean la mitad de los que se editan”, concede Jiménez. Con todo, habría que sumarle los libros autopublicados en Amazon, ya que no aparecen en los registros del ISBN. “Es una burrada. Desde el punto de vista del librero, si te llegan aunque solo sean 20.000 libros nuevos al año cada día habría que estar cambiando el escaparate varias veces”, describe el experto.

Por su parte, Antonio María Ávila, de la FGEE, recuerda que, como es lógico, todos los escritores quieren publicar, y responde a la pregunta sobre la saturación aludiendo a una chanza que suele hacer. “Las editoriales reciben cientos de originales que no habían pedido de gente que no se conoce. Esto da trabajo, y no poco. Yo siempre digo de broma: España es un país donde nadie lee y donde todo el mundo escribe”. Si se hace caso al refranero popular, entre broma y broma, la verdad asoma.

¿Se publicaría el ‘Quijote’?

Marcelo López cuenta que varios factores harían de molino de viento imposible de batir en esta gesta. De un lado, está el hecho de qué se demanda por parte del público. De otro, una cuestión técnica pero que redunda en un factor clave para los negocios: el riesgo. “Si yo fuese Miguel de Cervantes y mandase el Quijote a una editorial, no me lo publicarían. Por qué. En primer lugar, porque en el tamaño 15x21 que se maneja normalmente para meter tanto contenido necesito muchas páginas. Esto se traduce en un riesgo de fabricación tal, que, a la mínima, se traduciría en un tremendo error. Si fueras Cervantes, la única salida para publicarlo sería acudir a la autopublicación sí o sí”.

Con las cartas sobre la mesa, la respuesta a la pregunta de si se publicaría el Quijote o no está clara: es sí. Sin duda. Al menos, si se atiende a la definición estricta de “publicarse”. A la mínima que Cervantes hubiera tenido el equivalente moderno a un puñado de maravadíes de su época, así sería, ya que la autopublicación está al alcance de todo aquel que quiera pagarla. Otra cosa, y bien distinta, es si conseguiría difusión y éxito, que, pese a lo difuso y debatible del concepto “éxito”, en el caso del mundo literario equivale en el imaginario colectivo a vender libros y ser reconocido como un gran escritor. “Está la imprenta que coge a un autor y el autor paga la edición y no hace nada más, que son el 80% de ellas, y después hay editoriales de autopublicación que se han dedicado a hacer una labor mínima aunque sea de labor editorial, corrección, promoción... Porque lo importante no es solo que un libro esté bien editado, que también, sino que hay que hacerlo llegar al público”, dice Ávila. Y llegar al público no es sencillo, pero con una publicación más accesible y otros medios, como las redes sociales, no es imposible.

A falta de que el padre del ingenioso hidalgo de la Mancha hubiera nacido en la época contemporánea, y sin poder obtener una respuesta de qué habría sucedido completamente fiable por razones obvias, una cosa sí es segura: al igual que antaño, para que el Quijote saliera a la luz hoy en una editorial tradicional haría falta valentía. “Ha pasado muchas veces que a lo largo de la historia obras que hoy son consideradas clásicas no fueron admitidas a la primera. Cuando sí lo fueron, muchas veces se debió al empeño de un editor que se enfrentó a todo el mundo cuando todos lo desaconsejaban. Yo no creo que lo rechazaran. Por eso es bueno que exista una pluralidad de editores para que, si lo rechaza uno, se lo acepte otro. Muchos fueron rechazados, pero, al final, siempre alguien les editó”, concluye Ávila.

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Fernando Belinchón
Madrid. 1994. Máster en periodismo económico por la Universidad Rey Juan Carlos. Redactor de la Mesa Web de CincoDías. En el periódico desde 2016.
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