El declive de las abejas acelera y amenaza al planeta
La mortalidad de la ‘Apis mellifera’ aumenta hasta el 40% en los últimos años. Las prácticas para compensar las pérdidas ayudan pero son costosas


Las abejas son esenciales para la preservación de los ecosistemas y la alimentación humana. Son los mayores polinizadores del planeta. Se conocen unas 20.000 especies, de las cuales 1.100 habitan en la península ibérica, una de las zonas de mayor biodiversidad de Europa. Sin embargo, la comunidad científica advierte sobre un preocupante declive en muchas de sus poblaciones, tanto en número de individuos como en su área de distribución.
“No tenemos aún series largas de datos para todas las especies, pero los estudios coinciden en que las poblaciones silvestres enfrentan amenazas crecientes, ligadas a cambios en los hábitats, el uso de pesticidas, la intensificación agrícola y los efectos del cambio climático”, señala Luis Navarro, catedrático de Botánica en la Universidad de Vigo y portavoz del proyecto LIFE4Pollinators, una iniciativa europea dedicada a proteger a los polinizadores silvestres mediante la educación, la mejora del hábitat y la participación ciudadana.
Una tendencia similar afecta también a la abeja de la miel (Apis mellifera), la especie más conocida y domesticada por el ser humano para la producción de dicho néctar. “En los últimos años se ha observado un aumento significativo en la mortalidad de las colonias en España, con pérdidas anuales que oscilan entre el 30% y el 40%. Esta elevada mortalidad sugiere un posible descenso en el número total de colonias”, explica Cristina Botías, investigadora de la Universidad de Alcalá (UAH).No obstante, Botías puntualiza que, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el censo apícola nacional experimentó un crecimiento notable entre 2010 y 2024, con un aumento del 52% en el número de explotaciones, que pasaron de aproximadamente 24.000 a más de 36.000. Este incremento fue acompañado también por una subida en el número total de colmenas.
El proyecto Smart Green Bees ha recuperado más de 12 millones en ocho puntos de España
“Este aparente contraste entre la elevada mortalidad y el crecimiento del censo se explica por las prácticas de manejo apícola: los apicultores compensan las pérdidas mediante técnicas de multiplicación de colmenas, como la creación de núcleos o la introducción de nuevas reinas”, subraya. Sin embargo, Botías avisa de que este esfuerzo constante por reponer las colmenas perdidas representa una carga significativa para el sector, tanto por el aumento del trabajo necesario como por los elevados costes que implica, lo que se traduce en importantes daños económicos.
Otras iniciativas
La apicultora Laura Fernández-Getino García, del Colmenar de Valdemiel, comenzó a trabajar con abejas hace más de 13 años, con unas pocas colmenas destinadas al autoconsumo. Actualmente gestiona más de 200, distribuidas principalmente entre Brihuega y la Sierra Norte de Guadalajara. Sobre la situación actual del sector, comenta: “Cada año es diferente. Hay temporadas en las que puedes llegar a perder la mitad de tus colmenas, y otras en las que las pérdidas son menores”.
Fernández-Getino García forma parte del proyecto Smart Green Bees, que tiene como objetivo repoblar 48 millones de abejas ibéricas (Apis mellifera iberiensis). Esta subespecie autóctona de la península está perfectamente adaptada al entorno, pero se ha visto amenazada en los últimos años por diversos factores, entre ellos la llegada de especies invasoras, como la avispa asiática (Vespa velutina), que causa estragos en los colmenares. Impulsado por LG España, en colaboración con la asociación El Rincón de la Abeja, la iniciativa ya ha logrado recuperar más de 12 millones de ejemplares en ocho localizaciones del país, entre ellas Málaga, Valencia, Alicante, El Bierzo, la Sierra de Madrid y Brihuega (Guadalajara).
Más de 1.100 especies viven en la península ibérica, una de las regiones más biodiversas de Europa
“La Apis mellifera iberiensis es fundamental porque puede polinizar prácticamente todas las especies vegetales de nuestro territorio. Su pérdida tendría un efecto en cascada devastador”, afirma Paola Vecino, presidenta de El Rincón de la Abeja. Pero no se trata solo de recuperar una abeja, señala, sino de restaurar la biodiversidad de todo el ecosistema. “Ya estamos viendo cómo en zonas con mayor densidad de abejas ibéricas, como Brihuega, aumenta la presencia de plantas como la jara, que alimentan también a otras especies polinizadoras”, añade.
Vecino señala que, para lograrlo, el proyecto combina tecnología con prácticas tradicionales, como el llamado método Doolittle, que permite triplicar las colmenas mediante la cría de nuevas reinas. A esto se suma la instalación de sensores en las colmenas, que monitorizan parámetros clave –como temperatura, humedad o peso– para calcular con precisión el tamaño de la población y detectar posibles riesgos. Además, se impulsa el semillado estratégico con especies de plantas autóctonas, con el fin de asegurar alimento suficiente y favorecer la recuperación de la flora local.
Retos
Sin embargo, las abejas y el sector apícola se enfrentan a numerosas amenazas que comprometen su supervivencia. Según Cristina Botín, de la Universidad de Alcalá, entre los factores más preocupantes se encuentran los patógenos –como el ácaro Varroa destructor y el hongo Nosema ceranae–, la exposición a pesticidas y residuos tóxicos, o degradación de hábitats que les proveen alimento.
Además, el cambio climático, “que no solo favorece la aparición de fenómenos meteorológicos extremos, sino que también provoca desajustes entre los periodos de actividad de las abejas y la floración de las plantas de las que dependen”, apunta. A esto hay que sumarle también la introducción de especies comerciales que compiten con las autóctonas, sostiene Navarro, de Life4Pollinators. Con el objetivo de proteger el equilibrio ecológico, en España se aprobó en 2020 la Estrategia nacional para la conservación de los polinizadores, una iniciativa que busca coordinar esfuerzos para detener el declive de estas especies, restaurar hábitats, mejorar las prácticas agrícolas y fomentar la investigación y el conocimiento sobre su situación, resalta Navarro. “A nivel europeo, también se han establecido metas con horizonte en 2030 que refuerzan esta línea de acción”.

La investigadora de la UAH indica que, ante la falta de tratamientos realmente eficaces contra las enfermedades que afectan a las abejas de la miel, en el Centro de Investigación Apícola y Agroambiental de Marchamalo (CIAPA-IRIAF) se está trabajando en el desarrollo de colonias más resistentes y tolerantes a los factores ambientales adversos, como parte de una estrategia a largo plazo para fortalecer al sector apícola. No obstante, ambos expertos insisten en que la protección no puede limitarse únicamente al manejo de colmenas de abeja melífera. “Es como pensar que proteger a las aves del mundo se resuelve criando gallinas: no es así”, advierte Navarro. La clave está, apunta, en preservar la diversidad completa de las poblaciones silvestres para garantizar la capacidad de resiliencia de los ecosistemas. “Si conservamos a las abejas, estaremos conservando también la base de nuestra propia vida”, concluye.
Incendios
A las múltiples amenazas que ya enfrentan las abejas, se sumaron los incendios forestales que asolaron diversas regiones de España el pasado verano. Aunque desde el proyecto Smart Green Bees aseguran que ninguna de sus colmenas resultó dañada, la presidenta de El Rincón de la Abeja alerta de que el impacto ecológico ha sido importante. “Algunos ecosistemas que albergaban tanto abejas melíferas como silvestres no solo desaparecieron con el fuego, sino que ahora tienen muy difícil recuperarse”, explica.
Botín señala a su vez que en zonas como Ourense o Extremadura los apicultores han reportado la pérdida de numerosas colmenas debido al fuego. “Muchas de las colonias que sobrevivieron enfrentan ahora una grave escasez de alimento, ya que el entorno ha quedado devastado. La recuperación de la vegetación útil para la apicultura podría tardar años”, advierte.
Ante esta situación, indica, muchos apicultores se han visto obligados a trasladar sus colmenas a zonas no afectadas y a proporcionar alimentación suplementaria, ya que el entorno actual no ofrece recursos suficientes para la supervivencia.
Contexto climático incierto en la UE
Mientras en distintas regiones de Europa se multiplican las iniciativas para conservar la biodiversidad y frenar el colapso de los ecosistemas, las negociaciones sobre el futuro climático del continente se encuentran en un punto delicado. La propuesta de la Comisión Europea de reducir un 90% las emisiones de gases de efecto invernadero para 2040 –con respecto a los niveles de 1990–, enfrenta la oposición de varios de los principales países miembros, como Francia, Alemania, Italia y Polonia.
Estos países han expresado reservas por motivos económicos, industriales y estratégicos, argumentando que la transformación acelerada hacia una economía baja en carbono podría perjudicar la competitividad o poner en riesgo ciertos sectores. La falta de acuerdo ha obligado a posponer la votación del objetivo, prevista inicialmente para septiembre, y trasladarla a una cumbre de jefes de Estado en octubre.
Uno de los puntos más controvertidos es el uso de créditos de carbono internacionales, que permitirían compensar emisiones comprando derechos de contaminación en terceros países. Aunque para algunos Gobiernos esta opción representa una vía flexible para alcanzar los objetivos, otros actores la consideran un riesgo para la integridad medioambiental porque podría retrasar las medidas reales de descarbonización dentro del propio territorio europeo.
Esta falta de consenso en las políticas climáticas comunitarias genera una sensación de incertidumbre en sectores ya vulnerables, como el de la apicultura. Las abejas y otros polinizadores, fundamentales para el equilibrio ecológico y la seguridad alimentaria, ya sufren las consecuencias del cambio climático: eventos extremos, incendios forestales, pérdida de biodiversidad vegetal y desajustes entre floración y ciclos biológicos. Además, enfrentan otras amenazas como incendios, pérdida de hábitats y desequilibrios en la floración.La falta de consenso ha obligado a posponer la votación del objetivo, inicialmente prevista para septiembre, a una cumbre de líderes en octubre. El debate gira en torno a las implicaciones económicas, la competitividad industrial y el uso de créditos de carbono internacionales, una medida controvertida que podría restar efectividad a la acción climática real.
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