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Regenerar la tierra, la tendencia en agricultura que requiere una inversión de hasta 5.000 euros por hectárea

Agricultores y empresas apuestan por un modelo que repara el suelo y mejora la biodiversidad sin reducir las cosechas

El modelo de agricultura intensiva empieza a mostrar síntomas de agotamiento: suelos degradados, rendimientos a la baja y fuerte dependencia de agroquímicos. Frente a este desgaste, gana fuerza una alternativa que no solo busca reducir el impacto ambiental, sino también revertirlo: la agricultura regenerativa.

Maite Llorens, ingeniera técnica agrícola con más de 15 años de experiencia a pie de campo asesorando a agricultores desde la Fundación Global Nature, explica: “No hay una definición única de agricultura regenerativa. Es un modelo que tiene en cuenta las características de los distintos territorios, los diferentes cultivos y que se puede trabajar a medida. Lo fundamental son las prácticas que se adopten y que son claves para la salud del suelo y la optimización de los recursos”.

Algunas de estas prácticas son las cubiertas vegetales, que previenen la erosión; la rotación de cultivos, que rompe el ciclo de las enfermedades y reduce el uso de fertilizantes químicos, y la siembra directa sin laboreo, que hace la tierra más resiliente al cambio climático.

La burocracia y la falta de financiación son las principales barreras que frenan su desarrollo

Para Carolina Boix, investigadora del grupo de Erosión y Conservación de Suelos y Agua del CEBAS-CSIC, “la agricultura regenerativa va más allá de reducir daños: busca sanar, restaurar y hacer compatible la actividad económica con la naturaleza. Significa trabajar con el territorio, no contra él”. Y añade: “También es un acto de responsabilidad intergeneracional: pretende dejar la tierra en mejores condiciones para quienes vengan después”. Desde el punto de vista técnico, señala, sus beneficios son múltiples: “Mejora la fertilidad, calidad y estructura del suelo y también la biodiversidad, además de optimizar la retención de agua y reducir la erosión”.

Según Boix, “aunque hay variabilidad local, los rendimientos suelen mantenerse o incluso mejorar frente a los sistemas convencionales”, desmintiendo así el mito de que este modelo reduce la productividad. “Además, las subvenciones del Pacto Verde Europeo la hacen económicamente atractiva”, añade.

Pero el avance de dicha práctica también encuentra algunas barreras, como la burocracia y la falta de financiación. Un informe de marzo de 2025 elaborado por OP2B, Deloitte, PepsiCo y Unilever advierte que, aunque este modelo puede ofrecer un retorno anual del 4% en un plazo de 3 a 5 años, requiere de una inversión inicial elevada –entre 2.000 y 5.000 euros por hectárea–, con retornos que pueden tardar hasta nueve años. Solo entre el 2% y el 6% del capital necesario está cubierto.

Rotación de cultivos

Pese a estos obstáculos, las ventajas ambientales y sociales hacen que cada vez más grandes empresas estén apostando por este enfoque. Por ejemplo, Nestlé, que junto a la Fundación Global Nature y agricultores de Castilla y León y Navarra impulsa desde 2022 un proyecto centrado en los cultivos de cereal con los que elabora sus papillas infantiles. En total, cerca de 5.000 hectáreas gestionadas bajo estos principios. La inversión ya alcanza 1,5 millones y la compañía prevé duplicarla hasta 2027.

“Gracias a la agricultura de precisión, hemos reducido entre un 30% y un 40% el uso de fertilizantes nitrogenados, que representan hasta el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero en la agricultura de cereales”, señala Agustín Fuentes, ingeniero agrónomo de Nestlé, durante un encuentro de prensa para conocer un campo de trigo en Villarmentero de Esgueva (Valladolid). “Además, desde que comenzó el proyecto, la compañía ha reducido de media un 40% las toneladas de CO2 emitidas”.

El impacto es tangible: se espera que en esta misma campaña todo el cereal utilizado en las papillas infantiles que Nestlé comercializa en España provenga ya de estas prácticas, unas 20.000 toneladas de trigo, avena y cebada. “Nuestros mayores ya tenían mucho de este conocimiento, pero les faltaban las herramientas de las que disponemos nosotros”, comentan Antonio Torres y Jorge Manso, que cultivan trigo, veza, colza, y también lentejas y garbanzos, por su capacidad de fijar nitrógeno en el suelo.

Cubiertas vegetales

El olivar también se beneficia de este modelo. Deoleo, la mayor envasadora mundial de aceite de oliva, desarrolla desde 2018 un protocolo de sostenibilidad que incluye una apuesta decidida por la agricultura regenerativa. “En el olivar, un cultivo con suelos muy degradados y alto riesgo de erosión, la salud del suelo es clave”, detalla Juan Carrasco, su responsable global de sostenibilidad.

Su principal herramienta es la cubierta vegetal, espontánea o sembrada, que mejora la materia orgánica, aumenta la biodiversidad y sirve como sistema temprano de control de plagas.

Deoleo ha formado técnicos y agricultores, organizado 58 talleres en España y Portugal, y ya cuenta con 88 almazaras certificadas, 68 de ellas en España. Gestionan más de 338.000 hectáreas bajo criterios regenerativos, en colaboración con 60.000 agricultores. Participan en proyectos como Soil O-Live, con la Universidad de Jaén, o Olivitech, junto a la Universidad de Córdoba, para anticipar plagas y reducir agroquímicos. “No se trata de imponer, sino de inspirar”, resume Carrasco. El 39% del aceite virgen extra que comercializan proviene de almazaras certificadas y su objetivo es alcanzar el 70% en 2030.

Gestión hídrica inteligente

En un contexto de sequías y desertificación –que afecta ya a nueve millones de hectáreas en la Península, según el Ministerio para la Transición Ecológica–, el almendro se perfila como un cultivo estratégico. Con más del 79% de sus 800.000 hectáreas en secano, estudios europeos han demostrado su capacidad para proteger el suelo y favorecer la biodiversidad microbiana.

En este caso destaca el modelo SES (sistema eficiente y sostenible) desarrollado por ISFA. Esta empresa española ha invertido más de 250 millones en aplicar principios de agricultura regenerativa al almendro, pistacho y arándano, con 7.000 hectáreas activas en España y Portugal, todas certificadas bajo estándares internacionales.

 El sistema integra sensores y algoritmos que permiten ahorrar hasta un 30% de agua y reducir costes en un 63%. Desde la firma explican que se promueve la biodiversidad mediante hoteles para insectos, y se emplean cubiertas vegetales autóctonas que refuerzan el suelo, capturan más de tres toneladas de carbono por hectárea y reducen erosión y uso de fitosanitarios.

“Nuestra prioridad es garantizar la rentabilidad y la sostenibilidad socioambiental, no solo producir fruto”, subraya Iker Barón, socio fundador de la empresa, que también destaca el impacto social: generación de empleo rural cualificado y capacitación agronómica.

Tecnología al servicio de los cultivos

Dispositivos. La agricultura regenerativa se apoya en tecnologías avanzadas como sensores, datos y automatización para tomar decisiones más precisas, sostenibles y eficientes, cuidando los suelos y reduciendo insumos. Es, claramente, una agricultura 4.0.

Estaciones en tiempo real. Permiten monitorizar en tiempo real variables clave como temperatura, humedad, viento o punto de rocío. Una información crucial para anticipar plagas y enfermedades, ajustar el riego con precisión y reducir tratamientos innecesarios.

Tractores. Gracias a la geolocalización y la tecnología de dosis variable, es posible aplicar fertilizantes o fitosanitarios solo donde y cuando se necesitan, minimizando el impacto ambiental y el desperdicio de insumos.

Drones. Estos dispositivos sobrevuelan los cultivos captando datos que el ojo humano no percibe: estrés hídrico, presencia de plagas, estado nutricional de las plantas… Así, los técnicos pueden intervenir de forma temprana y localizada.

Imágenes por satélite. El seguimiento periódico por satélite permite evaluar el desarrollo de las cubiertas vegetales. Detectar zonas degradadas o con escasa cobertura facilita su recuperación.

Riego con sensores. Sondas enterradas miden la humedad y temperatura del terreno, permitiendo ajustar el riego gota a gota. Se evita así tanto el estrés hídrico como el exceso de agua, mejorando la salud del suelo y ahorrando recursos.

Apps de gestión. Integran todos estos datos en tiempo real y permiten al agricultor tomar decisiones más informadas, planificar labores, registrar prácticas sostenibles y facilitar certificaciones.

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