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El futuro de Irán: una ecuación geopolítica que puede desequilibrar la economía global

Una escalada de violencia demasiado grande complicaría la subsistencia del régimen teocrático, pero una solución diplomática podría afectar a sus intereses geoestratégicos. La vía militar parece cada vez más inviable por los intereses que China tiene en el territorio

A pesar de los recientes esfuerzos por consolidar la paz, el destino incierto del conflicto entre Israel e Irán sigue suponiendo un riesgo para la economía global. El régimen del ayatolá Jamenei se encuentra en una encrucijada, puesto que tiene que acceder a una solución pacífica tras haber recibido gran daño de sus principales enemigos: Estados Unidos e Israel. “El equilibrio de poder en la región se ha alterado radicalmente”, explica Jonathan Panikoff, investigador del think tank Atlantic Council, en un análisis reciente. En esta línea, si bien la comunidad internacional parece empujar al país hacia una salida pacífica, el régimen fundamentalista podría retomar la violencia para aferrarse al poder.

El ataque de Israel a territorio persa, respaldado por Estados Unidos, inició bajo el argumento de que los iraníes podían contar con armas nucleares. Ahora que esta amenaza parece haber sido neutraliza (por lo menos de forma temporal) las opciones de Jamenei son más limitadas: una escalada de violencia demasiado grande podría complicar la subsistencia del régimen teocrático, pero una solución diplomática podría afectar sus intereses geoestratégicos. “Durante años, las proyecciones de poder de Irán se basaron en una triada de capacidades: su red de intermediarios, misiles balísticos y programa nuclear. Las tres se han visto gravemente disminuidas”, explica Panikoff.

La vía diplomática es la que los principales interesados parecen querer explorar. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se ha mostrado favorable a esta solución. Sin embargo, los líderes de Israel e Irán no se muestran tan entusiasmados por esta labor ni por las probables concesiones que tendrán que realizar. Si bien esta reacción aumenta las posibilidad de nuevas hostilidades, los expertos consideran que las extensas pérdidas económicas, que en Israel ya suponen un daño superior a los 3.000 millones de dólares en infraestructura según la agencia Bloomberg, pueden ser una motivación para buscar la paz.

“Un alto el fuego es, por definición, temporal. O bien conduce a un acuerdo más permanente para poner fin a los combates, o bien acaba por romperse”, sentenció en un análisis reciente Peter Jones, profesor de la Universidad de Ottawa y experto en relaciones internacionales. “Existe controversia sobre cuánto del programa nuclear iraní fue destruido o si podrán reconstruirlo. Desconocemos si el frágil alto el fuego entre Israel e Irán se mantendrá y se traducirá en un acuerdo real. Qué vendrá después y quiénes son los ganadores y los perdedores en todo esto son preguntas interesantes”, añade el experto en un artículo publicado recientemente en la revista canadiense Policy.

Europa es una de las potencias que está promoviendo una solución diplomática negociada con ambas partes. Aunque Bruselas parece favorecer el cambio de régimen, una escalada del conflicto puede incrementar aún más los costes de producción y ocasionarle mayores dificultades comerciales y de suministro, una situación que según el BCE podría perjudicar el crecimiento de la Eurozona. Si bien la relación entre Europa e Irán se viene deteriorando debido a las sanciones (impulsadas por su apoyo militar a Rusia y sus violaciones a los derechos humanos), el comercio total de bienes entre la UE e Irán en 2024 ascendió a 4.500 millones de euros, muy por debajo del volumen que sostiene con los países del Golfo (161.700 millones) o con Turquía (unos 210.000 millones).

Ante esta situación, Daniel Shapiro, investigador de Atlantic Council, considera que Estados Unidos debería trabajar con los países del Golfo y de Europa para intentar regresar a las negociaciones sobre un acuerdo que impediría a Irán enriquecer uranio, “ofreciendo cierto grado de alivio de las sanciones que los líderes iraníes, decididos a estabilizar su régimen, puedan ofrecer como una victoria para su pueblo”.

El problema del Golfo

Si Irán decide optar por la violencia, el principal riesgo de una nueva escalada bélica es un bloqueo del tráfico marítimo por el estrecho de Ormuz, la vía acuática por la que pasa cerca del 20% del suministro global de crudo. Esta medida podría ganarle la animadversión global, así como la de sus propios aliados regionales. Ahora bien, para el Estado persa, esta medida supondría un enfrentamiento con casi todos sus vecinos: según Schroders, los envíos de Arabia Saudí suponen el 35% del tránsito de crudo por este punto; los de Irak, el 25%; los de Emiratos Árabes, el 12%; los de Kuwait, el 10%, y los de Qatar, el 5%. Asimismo, el 10% de los envíos de crudo de Irán también circulan por esta vía.

“La interrupción del Estrecho de Ormuz exigiría una acción agresiva contra el transporte marítimo internacional, con el riesgo de un mayor aislamiento de Irán y la posibilidad de arrastrar a otras potencias a un conflicto más amplio debido a infracciones del derecho marítimo internacional”, agregan desde Schroders.

Sobre esta posibilidad, un informe reciente de JP Morgan calcula que la mayoría de los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) perderían ingresos, con la excepción de Omán, cuyas terminales petroleras se encuentran en la orilla este del Estrecho. “Cabe destacar que las exportaciones de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos no se verían completamente reducidas. Los saudíes aún podrían exportar a través del oleoducto Este-Oeste y los emiratíes también podrían utilizar su oleoducto para sortear el Estrecho. Sin embargo, Baréin, Kuwait y Qatar dependen plenamente del Estrecho para sus exportaciones de petróleo”, indican desde JP Morgan.

En esta línea algunos expertos consideran que el régimen de los ayatolás solo apelaría a esta medida como último recurso. “Salvo que se caiga en la irracionalidad, algo que no puede descartarse si el régimen está al borde de la implosión, el oscuro escenario de un cierre del estrecho de Ormuz o de la destrucción de grandes instalaciones petrolíferas sigue siendo menos probable. Esto es algo que los mercados financieros parecen haber asumido, dados los niveles aún razonables a los que cotiza el Brent”, indica un análisis reciente de Edmond de Rothschild AM (EdRAM). Aun así, desde la firma resaltan que la inestabilidad ya supone una gran subida de los costes, entre ellos, el aumento del precio para el aseguramiento de los buques petroleros.

El rol de Pekín

Otra razón para descartar esta escalada es la influencia de China, el principal aliado económico del régimen de los ayatolás. Pekín se ha apoyado en Irán para reforzar su influencia en la región, a la vez que amplía su relación comercial con los países del Golfo (que ahora pertenecen a los BRICS). En 2021, ambas naciones firmaron un programa de cooperación de 25 años. Posteriormente, Irán se unió a la Organización de Cooperación de Shanghái, en 2023. En este contexto, el Gobierno de Xi Jinping parece interesado en que nada cambie, debido a las inversiones que tiene tanto en territorio iraní como en la zona.

El gigante asiático ha comprado alrededor del 90% del petróleo producido por Irán en lo que va de 2025, lo que convirtió a este país en el origen del 13,6% de sus importaciones (1,38 millones de barriles por día), según informó la agencia Reuters. Esta cifra es similar a la de 2024, cuando el país persa abasteció el 14% de la demanda china de crudo a pesar de las sanciones internacionales. El gigante asiático ha sido el principal socio comercial de Irán durante 10 años, con un volumen comercial bilateral que ronda los 15.800 millones de dólares, según el Ministerio de Comercio Chino. Asimismo, empresas como China National Petroleum Company tienen importantes proyectos en este país.

Cabe resaltar que el interés de Pekín por la región no se restringe a la energía. En 2018, la Corporación Nacional de la Industria de Maquinaria de China firmó un contrato de 738 millones de dólares para ampliar y renovar la línea ferroviaria que conecta Teherán con las ciudades de Hamedan y Sanandaj, informa la agencia Reuters.

Ese mismo año, una filial de la Corporación de Construcción de Ferrocarriles de China firmó un contrato por 490 millones de dólares para otro proyecto ferroviario. Asimismo, la empresa china Norinco International selló un acuerdo en 2018 para construir la primera línea de tranvía en la ciudad iraní de Qazvin, por un valor aproximado de 150 millones de dólares. En este contexto, una escalada que suponga el colapso del Gobierno podría conllevar un riesgo para las empresas chinas.

Por estos motivos, cualquier tipo de disrupción por parte de Irán supone un conflicto incómodo para su principal aliado. Un ejemplo de esto es la postura neutra que el presidente chino, Xi Jinping, mostró al inicio del enfrentamiento. El líder declaró que el conflicto con Israel se tenía que solucionar “lo antes posible para evitar una mayor escalada de las tensiones” y que Estados Unidos no debería interferir en su comercio con el país persa a pesar de las sanciones. Días después, el presidente estadounidense, ironizó diciendo que China “podía seguir comprando petróleo de Irán”, haciendo alusión al problema que supondría un bloqueo del estrecho de Ormuz para este país.

El mito desmitificado

Los expertos coinciden en que una de las consecuencias más inesperadas de la escalada bélica en la región es la “desmitificación” de la fuerza militar iraní, una situación que reduce las alternativas del régimen. En el pasado, los analistas advertían de que una ataque contra el régimen de los ayatolás podría desencadenar en una guerra regional. Sin embargo, las reacciones de Teherán ante los bombardeos de Israel han mostrado que la capacidad de su ejército está muy por debajo de lo estimado (naturalmente, descartando la posibilidad de que Teherán cuente con armas de destrucción masiva que pueda utilizar contra sus enemigos).

¿Por qué es esto relevante? Hasta el momento, las potencias regionales, incluyendo las musulmanas como Arabia Saudí, habían tolerado el financiamiento de la insurgencia y los grupos fundamentalistas en países como Yemen por temor a una escalada regional. Sin embargo, el evidencia de las limitadas capacidades bélicas de Irán podría darle a estas potencias (y también a Estados Unidos e Israel), una mayor confianza para extender su influencia y sus negocios en la región.

La pérdida del miedo a Irán supone una revolución para la forma en que se concibe Oriente Medio. En este contexto, un conflicto de escala moderada podría ser una de las posibilidades si los ataques se reanudan. Desde JP Morgan ponderan que en el “escenario más favorable”, la guerra podría ser breve y los precios del crudo se ajustarían a su valor razonable con relativa rapidez. “En tal situación, el impacto positivo en los exportadores de la región sería limitado, al igual que el impacto negativo en los importadores. Los precios se mantendrían elevados en torno a los niveles actuales durante varios meses, mientras el estrecho de Ormuz permanezca accesible”, pronostican desde JP Morgan.

De hecho, desde la entidad consideran que una posible consecuencia de este tipo de situación sería la “mejora de la cuenta corriente y los saldos fiscales” en toda la zona del Golfo. “Dada su alta exposición, Kuwait, Omán y Arabia Saudí serían los principales beneficiarios. Ya que tanto Arabia Saudí como los Emiratos Árabes Unidos tienen capacidad disponible, el crecimiento de su PIB también podría verse beneficiado”, señalan desde la entidad financiera.

Otra posible respuesta por parte de Occidente podría ser aumentar la presión a las fuentes de ingresos de Teherán. Así, Niamh Kearney, economista sénior en Oxford Economics, estima que una imposición de sanciones más severas por parte de Occidente al país, provocaría una disminución de la producción petrolera persa, lo que cortaría un 1% del suministro mundial aproximadamente. “El precio del petróleo Brent probablemente se mantendría en torno a los 75 dólares por barril, unos 6 dólares por encima de nuestra previsión actual, lo que mantendría la inflación global ligeramente más alta durante más tiempo”, apunta la economista.

¿Cámbio de régimen en Irán?

Jameneí. A pesar de que el régimen iraní ha celebrado el éxito de sus operaciones contra Israel, el líder religioso de Irán, el ayatolá Jamenei, no ha aparecido en público desde el 13 de junio. Esta señal es tomada por algunos analistas como una muestra de temor y de la debilidad del régimen ante su posible caída.

Alternativas. Uno de los principales problemas planteados por los expertos para el cambio de régimen en Irán es la falta de alternativas “democráticas”, puesto que incluso los líderes más “progresistas” están alineados con el actual régimen, como es el caso del actual presidente, Masoud Pezeshkian. No obstante, los movimientos de insurgencia que afectaron al país, en particular aquellos que critican a la llamada “policía de la moral” de la Guardia Revolucionaria, son un foco que interesa a aquellos que quieren acabar con la teocracia de la nación.

EE UU e Israel. El presidente de Israel, Benjamín Netanyahu ha asegurado en repetidas ocasiones que su intención es poner fin al régimen fundamentalista de los ayatolás. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, también expresó esta intención, aunque posteriormente cambió de opinión y ahora se cuestiona su verdadera postura. Aun así, la mayoría de los expertos descartan una incursión militar a gran escala respaldada por Washington. Los fracasos en Irak y Afganistán, que costaron cientos de millones de dólares de los contribuyentes, generan rechazo tanto desde el Partido Demócrata como desde las filas republicanas de Trump.

G7. Un documento reciente del grupo expresa que, para estos países, Irán es la principal fuente de inestabilidad y terrorismo regional. “Hemos sido siempre claros en que jamás podrá poseer un arma nuclear. Instamos a que la resolución de la crisis iraní conduzca a una mayor ­distensión de las hostilidades en Oriente Medio, incluido un alto el fuego en Gaza, según la declaración”, indicaba el documento.

Reza Pahlavi. El hijo del rey derrocado por los gobernantes clericales de Irán ve una oportunidad para un cambio de régimen. Pahlavi, cuyo padre fue depuesto en la Revolución Islámica de 1979, es, por el momento, una de las figuras de la oposición más reconocible de Irán. Sin embargo, no parece contar con suficiente apoyo popular para poder movilizar a una porción significativa de la ciudadanía.

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