La nueva era de la electricidad: tecnología, infraestructura y una demanda problemática
La transición energética supone una de las mayores reasignaciones de capital desde la Revolución Industrial y empujará al planeta a invertir 3,3 billones de dólares en 2025. No obstante, la falta de inversión en las redes eléctricas y la proliferación de las herramientas digitales pueden suponer un reto


Los cambios en la matriz energética global son cada vez más evidentes y están llevando a la humanidad hacia una nueva era de la electricidad. Así lo confirma un informe reciente de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que prevé que la inversión energética mundial aumente en 2025 hasta alcanzar un nuevo récord, a pesar de las dificultades derivadas de las elevadas tensiones geopolíticas y la incertidumbre económica. Las últimas proyecciones anticipan que la inversión global en este sector aumentará un 2%, hasta los 3,3 billones de dólares este año, con especial foco en las renovables y en desmedro de los combustibles fósiles.
No obstante, los expertos alertan de que existen diferentes riesgos, entre ellos, la falta de infraestructura y la creciente demanda de las nuevas tecnologías como la inteligencia artificial o los centros de datos. “Las tendencias de inversión muestran que se acerca una nueva era de la electricidad. Hace una década, las inversiones en el suministro de combustibles fósiles eran un 30% superiores a las de generación, redes y almacenamiento de electricidad. Este año, se calcula que las inversiones en electricidad sean aproximadamente un 50% superiores al total destinado a comercializar petróleo, gas natural y carbón. Sin embargo, la inversión en redes, que actualmente asciende a 400.000 millones de dólares anuales, no está logrando mantener el ritmo del gasto en generación y electrificación”, indica un informe de la AIE.
Los expertos del fondo Tikehau Capital coinciden con esta perspectiva, y resaltan que la transición energética representa ya una de las mayores reasignaciones de capital desde la Revolución Industrial. “Solo en 2023, la inversión en tecnologías limpias superó los 2 billones de dólares, más del doble que en combustibles fósiles. Y si se cumplen los escenarios del Acuerdo de París, se espera que dos tercios del gasto energético global para 2035 se destinen a tecnologías de baja emisión”, explican David Martín y Christian Rouquerol, codirectores de Iberia de Tikehau Capital, a CincoDías.
Más demanda
La demanda energética se ha disparado a nivel global. Entre 2013 y 2023, el consumo mundial creció más de un 15%. “En esta transición energética, la electrificación juega un papel clave. Según la Agencia Internacional de la Energía, la proporción de combustibles fósiles en el mix energético global se redujo del 82% en 2013 al 80% en 2023. No obstante, debido al crecimiento de la demanda total de energía, el consumo absoluto de combustibles fósiles sigue siendo mayor que hace una década”, señala Tom Levering, gestor de cartera de Wellington Management.
Este escenario de transición representa una oportunidad única para los inversores en infraestructuras. “La solución pasa por un cambio progresivo de los hidrocarburos a fuentes eléctricas, lo que impulsará aún más la demanda de electricidad en proporción a nuestro consumo. Actualmente, la electricidad representa alrededor del 20% del consumo energético global, pero las previsiones indican que esta cifra podría alcanzar el 50% en el futuro”, apunta Levering,
No obstante, ese crecimiento imparable de la demanda es también un desafío en material de inversión e infraestructura. La AIE avisa de que la inversión en redes eléctricas tiene dificultades para seguir el ritmo del aumento de la demanda energética y la implementación de energías renovables. Según la entidad, cada año, se gastan unos 400.000 millones de dólares en redes eléctricas en todo el mundo, en comparación con alrededor de un billón de dólares en activos de generación.
Asimismo, satisfacer esta demanda, sin embargo, supondrá un reto enorme. “Materializar el escenario de electrificación de la Agencia Internacional de la Energía es un reto titánico. Será necesario elevar el peso de la electricidad en la demanda energética final del 23% en 2022 al 57% en 2050 y las energías renovables deberán pasar del 42% al 90% del mix eléctrico en 2040”, afirma Valentin Vigier, jefe de análisis de inversiones responsables de LFDE.
Nuevas tecnologías
Los expertos consultados coinciden en que la digitalización y las nuevas herramientas tecnológicas son uno de los principales factores que multiplicarán la demanda energética en las próximas décadas. De hecho, la AIE proyecta que la demanda de electricidad de los centros de datos a nivel mundial se duplicará con creces para 2030, alcanzando aproximadamente los 945 teravatios hora (TWh), un poco más que el consumo eléctrico total de Japón en la actualidad. La IA será el principal impulsor de este aumento, y se proyecta que la demanda de electricidad de los centros de datos optimizados para IA se cuadruplicará con creces para 2030.
Tan solo en Estados Unidos, el consumo de energía de los centros de datos representará casi la mitad del crecimiento de la demanda de electricidad de aquí a 2030. “Impulsada por el uso de la IA, se prevé que la economía estadounidense consuma más electricidad en 2030 para procesar datos que para fabricar todos los bienes de alto consumo energético en conjunto, como el aluminio, el acero, el cemento y los productos químicos. En las economías avanzadas en general, se proyecta que los centros de datos impulsarán más del 20% del crecimiento de la demanda de electricidad de aquí a 2030, lo que permitirá que el sector energético de dichas economías recupere la senda del crecimiento tras años de estancamiento o disminución de la demanda en muchas de ellas”, manifiestan desde la AIE.
Cabe resaltar que la digitalización en general seguirá impulsando este crecimiento. “Si bien parte de este aumento en la demanda se debe a la IA, la mayor parte responde a otras tendencias a largo plazo. La digitalización y la conectividad han incrementado exponencialmente la generación y el uso de datos. Por ejemplo, cada imagen que subimos a redes sociales se almacena y se replica múltiples veces en distintos servidores a nivel global. Cuanto más popular es una imagen, más complejo y exigente se vuelve este proceso”, detalla Tom Levering a CincoDías.
Inversión global
Como consecuencia, existe también una creciente necesidad de financiación, algo que puede suponer un desafío en los próximos años. Así, se prevé que el capital privado represente la gran mayoría de las inversiones en infraestructura energética, como ha ocurrido en los últimos años. “Existe una amplia disponibilidad de capital privado para este sector, pero es necesario abordar los desafíos recientes relacionados con la regulación, la volatilidad de los precios y los retrasos en las redes para poder liberar todo su potencial”, pondera Dario Bertagna, director general sénior y codirector del área de clean energy de Capital Dynamics.
Los datos de la AIE confirman que esta inversión a nivel global en el sector estará centrada en la transición verde. De los 3,3 billones de dólares calculados en inversión total, alrededor de 2,2 billones se destinarán colectivamente a energías renovables, nuclear, redes eléctricas, almacenamiento, combustibles de bajas emisiones, eficiencia energética y electrificación, el doble que los 1,1 billones de dólares destinados al petróleo, el gas natural y el carbón.
“A nivel mundial, el gasto en generación de energía de bajas emisiones casi se ha duplicado en los últimos cinco años, liderado por la energía solar fotovoltaica. Se estima que la inversión en energía solar alcanzará los 450.000 millones de dólares en 2025, lo que la convierte en el mayor rubro de la inversión energética mundial”, sostiene la AIE.
En conjunto, los países occidentales concentran la mayoría de la inversión. No obstante, China es el mayor inversor individual en energía, con un gasto que supone casi tanto como Estados Unidos y la Unión Europea juntos. “El grueso de la inversión se está concentrando en Estados Unidos y Europa, que representarán juntos cerca del 50% del gasto energético global en 2035, el doble que en 2024. Esta concentración tiene una lógica clara: ambos bloques están desarrollando planes de reindustrialización y autonomía estratégica, impulsando políticas públicas y creando un entorno favorable para la inversión en infraestructura energética”, expresan los expertos de Tikehau Capital. Desde la gestora, puntualizan que China lidera la cadena de valor en tecnologías limpias, concentrando entre el 65% y el 95% de la capacidad global en producción de paneles solares, turbinas eólicas, baterías y vehículos eléctricos.
En esta línea, cabe mencionar que los datos de la AIE reflejan que los patrones de gasto siguen siendo muy desiguales a nivel mundial. “Por ejemplo, África representa solo el 2% de la inversión mundial en energía limpia en la actualidad, a pesar de albergar al 20% de la población mundial”, revela un informe reciente de la entidad.
Desafíos del sector
Los expertos temen que este crecimiento vertiginoso atraiga numerosas complicaciones. “De lo que se habla menos es del reto que esta creciente dependencia de las energías renovables supone para las redes energéticas nacionales, debido en gran parte a la naturaleza intermitente de la energía renovable. La luz solar sobre los paneles solares, la velocidad del viento para hacer girar las turbinas y otros elementos naturales relacionados con el clima que impulsan estas fuentes energéticas no son constantes a lo largo de un día determinado, y pueden diferir significativamente de las previsiones diarias, lo que plantea retos”, opina Lee Moscovitch, socio de Schroders Greencoat.
El experto de Schroders plantea que las batería podrían ser una respuesta de infraestructura para solucionar este problema. “Los Gobiernos de todo el mundo están reconociendo las mayores ventajas del almacenamiento de energía en baterías, que se incorporan cada vez más a los planes nacionales de transición energética. Esto es especialmente cierto en Europa, donde, de nuevo, la penetración de las energías renovables es mayor, y donde no menos de 14 Gobiernos ya han incluido el aumento de almacenamiento en baterías dentro de sus políticas energéticas”, resalta Moscovitch.
Umberto Tamburrino, CEO y CIO para Europa de Sosteneo Infrastructure Partners, coincide en que las infraestructuras tradicionales de generación de energía renovable no bastan para gestionar las necesidades del sistema. “Deben ir acompañadas de nuevas infraestructuras que aporten la flexibilidad necesaria; por ejemplo, centrales híbridas de generación y almacenamiento en el mismo punto de conexión, para hacer frente al cambio de paradigma de producción energética, en el que la mayor parte de la energía consumida suele proceder de fuentes intermitentes”, indican desde la entidad vinculada a Generali Investments.
En el caso puntual de Europa, la antigüedad de las redes supone otro obstáculo. “Casi el 40% de los 11,3 millones de kilómetros de líneas eléctricas tienen más de 40 años. Así pues, es necesario renovar y ampliar esta red para absorber la futura electrificación masiva: vehículos eléctricos, bombas de calor, necesidades industriales. El Tribunal de Cuentas Europeo prevé en su informe de análisis un aumento del consumo del 60% en las horas pico en 2050. El organismo alerta de que deben realizarse inversiones considerables en los 27 países de la Unión Europea, cifradas en 1,87 billones de euros hasta 2050”, comentan los analistas de LFDE.
No obstante, las fuentes consultadas concuerdan en que estos obstáculos suponen también una oportunidad. “Como espejo de los riesgos de transición están las oportunidades de transición. Allí donde los Estados y las organizaciones supranacionales quieran organizar la economía para cumplir los objetivos climáticos, habrá incentivos para que los inversores canalicen el capital hacia donde sea necesario para la transición. Estar al tanto de esas estrategias es clave para que los inversores se anticipen y busquen aquellas oportunidades en las que puedan generar rentabilidad financiera al tiempo que contribuyen a crear una economía baja en carbono, desbloqueando así el valor de la transición”, concluye Jeanne Michon-Savarit, responsable de sostenibilidad de Infranity.