Ir al contenido
_
_
_
_

Viaje a Rovereto, la capital del Bitcoin Valley italiano

En la ciudad de la región Trentino-Alto Adige más de 30 comercios aceptan la criptomoneda como forma de pago. También alberga el Comproeuro, donde los inversores pueden adquirir y vender sus activos

Marco Amadori, fundador de la Bitcoin Valley, frente al Comproeuro en Rovereto (Trento).

Una placa colocada a la orilla del río Adige en Rovereto (Trento, 37.754 habitantes) cuenta el legado cultural y el pasado económico de la cuarta ciudad más grande de Trentino-Alto Adige: “Los empresarios de la zona tenían poca propensión al riesgo, poseían capitales bastante limitados y no utilizaban el crédito bancario”. Una frase curiosa si se lee con la mirada actual. Hoy Rovereto es la capital del Bitcoin Valley italiano, ubicada en una región con la densidad más elevada de tiendas bitcoin friendly: 6,47 por cada 100.000 habitantes. En total hay más de 100, pero solo Rovereto cuenta con 31 y con el Comproeuro, donde vender y comprar bitcoin. En toda Italia las tiendas que los aceptan son 950, según Quibitcoin.it.

Marco Amadori (48 años) es el protagonista de esta historia. En una mañana soleada de principios de enero, sentado en un bar de Rovereto que acepta bitcoin, este empresario se define como un nerd informático. Siempre se ha dedicado a ello, pero todo cambió cuando empezó a trabajar como desarrollador en la Fundación Bruno Kessler, especializada en investigación tecnológica e inteligencia artificial. Era el 2012. En aquel entonces, dio una charla en un TEDx y unos minutos antes de acabar mencionó al bitcoin. “Es un software y una moneda virtual distribuida y descentralizada. Está en un estado embrionario, con unos 60.000 usuarios”, comentaba.

Lo que más le ha interesado durante años era el aspecto tecnológico. “Un día mi jefe preguntó si alguien sabía algo sobre bitcoin. Me pidió que preparara una charla para explicárselo a los demás”. Mientras profundizaba en el tema, surgió la idea que dio vida al Bitcoin Valley: se acercó al dueño de la pizzería donde solía comer y le preguntó si quería aceptar bitcoin como experimento y él asintió. Un año después, en 2016, fundó su propia startup que creaba software sobre la red bitcoin. Pero pronto se dio cuenta de que su potencial iba más allá. “A la gente le interesaba cómo funcionaba, si se podía pagar con ello”. Así abrieron el Comproeuro.

En un cruce de calles empedradas en el corazón de la ciudad, destaca un edificio color naranja. La planta baja es la sede de este local repleto de símbolos de bitcoin. Allí, cuenta Amadori, organizan cursos de formación sobre la criptomoneda. Pero el núcleo del negocio es la compraventa de bitcoin, el único activo disponible, porque es donde creen que reside el valor. “La mayoría de los clientes entra porque quiere comprar y vender”.

El bitcoin se rige en principios férreos de libertad financiera y descentralización. Pero paradójicamente, hay quien prefiere ir al Comproeuro a adquirirlo. “No se fían de internet, te quieren ver personalmente porque es algo nuevo. Y confían en nosotros”, espeta Amadori. El proceso es sencillo: el cliente les envía euros (mínimo 150) y ellos les dan bitcoin. Los tokens que compran proceden de exchanges, sobre todo Kraken. Para cada operación de compraventa se aplica el “bitcoin streetprice”, un precio de cambio que les permite obtener un margen de beneficio y cubrir los costes de envío de fondos al wallet del inversor. En 2023 contaron unos 200 usuarios, con un importe medio de transacción de 10.000 euros, calcula Federico Sannicoló, encargado de Comproeuro. “La mayoría de los clientes tiene más de 65 años, y entre 30 y 40″.

También ofrecen servicios de consultoría a las empresas y les proveen datáfonos o una aplicación especifica para aceptar pagos con esta criptomoneda. Los negocios que se han sumado son varios: restaurantes y hoteles, estancos, tiendas de ropa y autoescuelas. Muchos aplican descuentos, entre un 10% y un 22%. “Lo hacen para incentivar el pago en bitcoin y porque han entendido que está bien guardarlos”, sentencia Amadori. La euforia llegó hasta los colegios: en 2017, en el área de la Vallagarina, los comedores escolares empezaron a aceptar esta cripto.

A unos pocos metros del Comproeuro, un grupo de estudiantes recién salidos del instituto entra en el restaurante Piadinamore. En el escaparate destaca una pegatina redonda naranja con la letra ₿. Rosaria Miorandi regenta el local y mientras apunta los pedidos cuenta que empezó a aceptar bitcoin en enero de 2019 y que utiliza la app para procesar los pagos en pocos segundos: el cliente solo tiene que abrir su wallet, escanerar el código QR del pago y darle a enviar.

“Hubo un momento en el que me olvidé que tenía bitcoin. Pero un día escuché que había subido el precio y fui a revisar. De 500 euros tenía 3.500″, recuerda todavía sorprendida. Aunque suele conservarlos en su billetera, esa vez convirtió parte del dinero para pagarse el dentista. “Tenemos pocas transacciones al mes, unas cinco quizás. Creo que es un sector que la gente todavía tiene que entender”. Dentro de pocos meses, Miorandi se jubila pero su negocio seguirá: “Marco, le tienes que enseñar a mi hija cómo usar la app para aceptar bitcoin”, le recuerda a Amadori antes de despedirse.

Los empresarios que al principio convertían sus bitcoin a euros ahora se muestran arrepentidos. Durante su descanso, Fabio De Gasperi, gerente de la tienda de ropa deportiva TestOneshop, toma un espresso en el bar La Piazzetta, de Davide Dematté. “¿En tu tienda cuántas transacciones haces con bitcoin?”, pregunta el hostelero. “Pocas todavía”, contesta De Gasperi. Ambos comercios son bitcoinfriendly aunque reconocen que esta forma de pago no acaba de despegar. “Durante un periodo los guardé pero luego los convertí. He hecho mal”, lamenta Dematté.

Pero hay quien es más entusiasta. Al lado de Piazza delle Erbe, un rincón de edificios coloreados, se encuentra el bar Le Radici. El local, escondido detrás de unos portales de madera de 1915, lo regenta Elisa Cont, quien empezó a aceptar bitcoin en 2020. Calcula que procesa unas 20 transacciones al mes. El Satoshi spritz, un evento que organizan a menudo en su local y que reúne a la comunidad cripto de la zona, es parte de este éxito. “Lo que me gustaría hacer es guardar los bitcoin, pero a veces necesito liquidez”. Además de aceptarlos, también ha pagado con ellos. “Tuve que cambiar un componente del coche. El mecánico los aceptaba y pagué con ellos”, recuerda.

Un cliente paga con bitcoin en el local Piadinamore.

Sin duda Amadori es el más entusiasta, aunque reconoce que se trata de un proyecto experimental y que el concepto de bitcoin como forma de pago todavía no ha llegado. “Estamos en la fase de descubrimiento de valor. Pero sucederá”, dice. Hasta ahora ha tenido poco contacto con la política local. La última vez fue en 2017, cuando la provincia autónoma aprobó una moción para estudiar el uso del bitcoin. No obstante, no fueron más allá. Este periódico se ha puesto en contacto con las autoridades locales y regionales, pero no ha recibido respuesta.

Lo que más le preocupa ahora es MiCA. “Puede ser un desastre para la empresa. Está pensada para emisores y proveedores cripto y nosotros compramos y vendemos bitcoin pero no somos un exchange. No tenemos los euros ni los bitcoin de nadie, solo en el momento de la transacción. Somos un facilitador de transacciones”. La compañía está a la espera de la Consob (la CNMV italiana) para saber si están sujetos a la medida, que implicaría aumentar su capital social y crear una firma mucho más estructurada, lo cual pondría en duda su supervivencia.

Pese a los retos en el camino, Amadori confía en el futuro del Bitcoin Valley. “Han pasado casi 10 años y seguimos aquí”, espeta el empresario, quien recuerda que han sido los primeros en pagar los empleados en bitcoin y en fundar una compañía con capital social en esta criptomoneda. Además ve interés en la comunidad local. Un termómetro de ello es la ventana bitcoin, colocada en uno de los escaparates del Comproeuro. Los ciudadanos pueden escanerar el QR que aparece en la pantalla desde su wallet y en pocos segundos reciben 122 satoshi (unos 0,11 céntimos) en regalo. “Desde que ha aumentado el precio de bitcoin, más gente para y lo escanea”, explica Sannicolò. “Puedes pasar cada 10 minutos y, si tienes suficientes, hasta comprarte un café o un helado”.



Más información

Archivado En

_
_