Telefónica, Arabia Saudí y el Gobierno, un pulso soterrado en un largo compás de espera
Este martes se cumple medio año de la irrupción de STC en el capital de la operadora sin que se haya resuelto cómo se organizará el capital
El primer anuncio del 2024 en Antena 3, la cadena de TV con más audiencia en las míticas Campanadas de Fin de Año, fue de Telefónica. Un acontecimiento que demuestra que este año es importante para la teleco, puesto que cumplirá su primer siglo de historia. Pero no solo por eso. Un ejercicio que se esperaba de celebraciones y festejos se ha convertido en un momento transcendental para la empresa, en el que se decidirá su futuro durante decenios. Un futuro que se dirimirá en el pequeño trayecto, apenas unos 10 minutos en coche, entre el Palacio de La Moncloa y la sede de Telefónica en el barrio madrileño de Las Tablas; y un gran viaje, de varias horas de avión, hasta Riad.
Este martes hará seis meses desde la noche en la que el grupo de telecomunicaciones saudí STC sorprendió a todos con su irrupción en el capital de Telefónica. Comunicó la adquisición de un 9,9% de las acciones, un 5% por vía directa y un 4,9% a través de derivados. La adquisición se tejió durante meses tan en secreto que pilló desprevenido hasta al propio presidente de la compañía, Jose María Álvarez Pallete, que estaba de viaje. También pilló a contrapié al Gobierno, que en virtud del escudo antiopas y debido a los contratos de Telefónica con el Ejército, tiene el as bajo la manga de poder vetar la transacción.
Desde aquella noche del 6 de septiembre de 2023, la teleco saudí ha optado por un perfil bajo. Las incógnitas sobre su futuro se multiplican. Si bien en un principio afirmaban que pedirían pronto la autorización gubernamental, y que tenían avanzada la documentación, el expediente parece no terminar de llegar al buzón del ministro de Economía, Carlos Cuerpo, y la de Defensa, Margarita Robles, encargados de pilotar el proceso. Desde el entorno de la compañía no se mueven de un escueto: “Nuestros planes siguen adelante tal y como estaban previstos”. Meses de silencios e incógnitas.
Un silencio que solo ha roto el Gobierno. Fueron en un principio las declaraciones de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, en contra de la operación las que abrieron el paso al conflicto. Estas palabras se tradujeron en una búsqueda soterrada de inversores españoles para reforzar el núcleo de accionistas patrio en la compañía para acompañar a Caixa (que ostenta en torno al 6%) y BBVA, con el 4,8%. Cristalizaron finalmente, al filo de las Navidades, en la petición del Consejo de Ministros a la SEPI para que adquiera el 10% de la teleco. Era la fórmula elegida para que España equilibrase de nuevo el accionariado y que de paso el Estado volviese a controlar una parte de la teleco, más de 20 años después de la última privatización. Después de esto, silencio también por parte del Ejecutivo, que solo rompió la semana pasada durante el MWC el ministro de Transición Digital, Jose Luis Escrivá, cuando sugirió que el Gobierno podría utilizar la nueva sociedad pública tecnológica que está construyendo, SEITT, para entrar en Telefónica. Desde la SEPI se recuerda, no obstante, que el mandato para entrar en la teleco lo siguen teniendo ellos.
El mutismo que ha rodeado toda la transacción en estos meses ha disparado las especulaciones en el mercado. Esta situación la resumió bien el propio presidente de la compañía, Jose María Álvarez Pallete, en la última presentación de resultados. “No hay noticias ni de STC ni de la SEPI. Los accionistas minoritarios dan estabilidad a la acción de Telefónica”, espetó. La semana pasada se reunieron las cúpulas de la teleco española y la saudí para abordar la adquisición y la posible entrada de STC en el consejo de administración.
Los bancos de inversión, siempre ávidos de negocio, tratan de posicionarse, de un lado y del otro en esta batalla a tres. De los cenáculos del Madrid financiero han salido alguna de las salidas que los asesores financieros han tratado de trasladar a cada una de las partes, algunas incluso involucrando a Indra y su filial Minsait y la eterna intención de Telefónica de hacer una operación corporativa con su negocio tecnológico. Una de estas alternativas, que ha tenido una particular difusión entre los bancos de inversión, es una especie de solución salomónica. Abogaba por que los saudíes renunciasen a ese 4,9% en derivados y se quedasen con el 5%, el mismo porcentaje que tienen Caixa y BBVA. Y que la SEPI entrase con otro 5%. Unos justifican el fracaso de este movimiento al rechazo de STC, otros al golpe encima de la mesa del Gobierno y su declaración para hacerse con el 10% y otros a una combinación de ambos factores.
Lo cierto es que el siguiente paso lo tiene que dar ahora el Gobierno y la SEPI. Deben buscar un banco de inversión que estructure para ellos esta complicada irrupción en Telefónica. Por el momento no hay tampoco noticias de si ya ha elegido a este asesor —aunque el mercado cree que lo hará de la mano de un banco español— ni de cómo financiará la operación. Las fuentes consultadas coinciden en apuntar a la complejidad financiera de lo que pretende hacer el Gobierno: comprar el 10% de Telefónica sin que se entere el mercado ni se inmute la acción, sepultada por debajo de los 4 euros por título. El ejemplo no lo tienen que buscar muy lejos. Está en la operación que articuló en secreto STC, hace ahora justo un año, de la mano de Morgan Stanley, Linklaters y Allen Overy, para durante seis meses comprar acciones de Telefónica en el mercado sin que el precio se disparase. Ellos, por ejemplo, eligieron el verano, una época de poca actividad en Bolsa, para lanzar su gran ofensiva.
Por el flanco saudí algo parece indicar que ya mira a otros lugares. Durante estos meses ha puesto los ojos en el mercado luso y es finalista en la puja por los activos de Altice en Portugal, que antaño fueron Portugal Telecom, y ahora están aquejados de problemas por varios escándalos de corrupción. Los saudíes han llegado a la final, que se dirimirá durante el mes de abril, compitiendo junto al fondo de capital riesgo Warbug Pincus e Iliad, la firma del magnate Xavier Niel. Pocos en el mercado parecen entender el alcance de abordar ambas transacciones a la vez: acaso intentar crear un gran grupo de telecomunicaciones ibérico o simplemente tratar de reforzarse en Europa buscando compañías de telecomunicaciones baratas.
Entre medias, los saudíes afrontan una presión fenomenal para que se conformen con un 5%. Entrar en una compañía como Telefónica con el enfado del Gobierno, y más con una empresa pública en el capital, no parece un contexto propicio para que la gran teleco española vuelva a sus días floridos y cristalice valor en su deprimida cotización en Bolsa. Muchos les susurran al oído que presione el botón de las ventas y se disponga a vender en mercado su derivado, que expirará justo dentro de un año. Para cualquier movimiento aún tienen tiempo.
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