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Tribuna
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Salir del armario nos toca a todos

Lo que se respira entre las paredes de las empresas se exhala después al exterior a través de sus trabajadores, que transmiten su cultura

Todos buscamos la felicidad, principalmente, la propia. Raro será que no queramos también la de los demás. Esta es una aseveración en la que parece que raramente los seres humanos no podamos coincidir. Claramente, no es descabellado pensar que deseemos el bienestar del prójimo a pesar de las diferencias que a cada uno nos puedan caracterizar. Pero cuando se tira un poco del hilo, este axioma se desmorona, poniendo de relieve que no es tan evidente que dejar a los demás en paz viviendo su vida en libertad sea una meta para muchos habitantes del planeta que ocupamos. Por eso, aún se tienen que celebrar días, semanas o meses en los que se proclame la libertad de los distintos colectivos que a lo largo de la historia han sufrido las agresiones físicas, verbales o morales por parte de quienes raramente se han visto atacados en el ejercicio de sus derechos fundamentales.

Esta es la razón por la que cada año en el mes de junio las sociedades más avanzadas se vuelcan en ayudar a que las personas del colectivo LGBTI podamos vivir en libertad, sin que nadie se sienta ofendido por la forma en la que cada uno nos relacionamos según nos pida el cuerpo.

Las empresas tienen mucha responsabilidad en esto. Lo que se respira entre sus paredes se exhala después al exterior a través de sus trabajadores, que también transmiten la cultura de empresa a sus familiares y amigos cuando comentan las acciones que se están llevando a cabo en su organización para respetar a las personas del colectivo.

Aún hay un amplio número de personas LGBTI que, según diversos estudios, tienen miedo de salir del armario dentro de sus empresas para evitar ser víctimas de cuchicheos, bromas o, lo que es más grave, discriminación, impidiendo que puedan avanzar en su carrera profesional o viendo amenazado su puesto de trabajo. Y esta es una protección, innecesaria dirán algunos, que buscamos para evitar sufrir. Una coraza que nos hace ser menos nosotros mismos y más infelices al no poder expresarnos y vivir con libertad, pero que, como toda protección, la utilizamos cuando existe una amenaza exterior. Si siempre brillara el sol, nunca necesitaríamos paraguas. Y, por supuesto, que es una decisión libre y estrictamente personal declarar o no la orientación sexual en el trabajo, en la familia o con los amigos, pero es fundamental que no manifestarlo sea por elección y no por temor a sufrir discriminación.

Todos los integrantes de una organización deben ser conscientes de que las personas del colectivo LGBTI también viven, compran, comen, viajan y se relacionan fuera del barrio de Chueca. Es el momento de ser respetados y tratados con toda normalidad en las actividades cotidianas, en el día a día de la sociedad. Seguramente, nadie vuelva a hacer una broma sobre homosexuales delante de mí, pero el éxito sería que se desterraran de nuestro lenguaje porque no aportan nada positivo. Trabajemos por buscar la felicidad, pero no solo la nuestra, también la de los demás.

Jesús Ortega Roldán, ‘Chief compliance officer’ de Aqualia

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