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La tribuna de los fondos
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El mercado piensa en un aterrizaje suave

El precio de los activos se tiene que ir adaptando al nuevo régimen de inflaciones más altas y tipos de interés más elevados

Arranca febrero con fiebre compradora en los mercados, después de un enero que ha pasado a la historia como uno de los más alcistas de los últimos 35 años. Tal vez todo sea culpa del cambio de año calendario. Atrás quedaron los nubarrones de 2022. La inflación desbocada, las subidas de tipos interminables y la recesión inevitable sumieron a los mercados en uno de los peores y más difíciles años que se recuerdan para la gestión activa. De momento, y a pesar de las temperaturas gélidas, el sol brilla deslumbrante en los mercados financieros. ¿Tanto han cambiado las cosas en cinco semanas?

Hemos comentado en muchas ocasiones que los mercados golpean primero y piensan después. El año pasado noquearon a varias categorías de activos. Curiosamente, lo más golpeado del año pasado, es lo que está volando en este arranque de 2023. Los bonos con duraciones largas, el crédito, el high yield y las acciones de crecimiento se sitúan a la cabeza, alcanzando en algunos casos el doble dígito en pocas semanas. Una vez más, el mercado da donde más duele y es que el consenso estaba en otras cosas.

El jueves, después de escuchar a Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, en la rueda de prensa posterior a la primera subida de tipos del año (25 puntos básicos), me vino a la cabeza la célebre frase de Baltasar Gracián, “más obran quintas esencias que fárragos”, extraída de su obra Oráculo manual y arte de prudencia de 1647.

Las quintas esencias del mensaje de Powell fueron: “Por primera vez, podemos hablar de desinflación” y “las discusiones de los miembros del consejo de la Fed son de un par de subidas más”. Claro, conciso y concreto. Justo lo que le gusta al mercado. Qué se espera cuando se espera. El año 2022 se centró en los fárragos, y esa falta de claridad hizo que se descontara lo peor. Ahora se espera que la inflación vaya entrando en cintura y que a la subida de tipos ya le queda poco y se sabe cuánto. A su homóloga, Christine Lagarde, le ha dejado el camino abonado para unirse a ese tono más moderado o dovish, como se suele denominar.

El comportamiento de los activos trata de descontar el futuro y, por ello, se anticipa. Se anticipa en lo malo y se anticipa en lo bueno. Después de correcciones importantes, suelen producirse subidas importantes. El punto más bajo del mercado casi siempre coincide con el nivel máximo de pesimismo y de claudicación de los inversores. 2022 dejó niveles mínimos de renta variable en las carteras y niveles máximos de liquidez. Apuestas por el crédito de corto de plazo y nada de duración.

Una vez más, el comportamiento del mercado demuestra que el pensamiento “ya invertiré cuando lo vea más claro” acaba en “ahora que me apetece volver a invertir, los precios están un 20% más arriba”. Y siempre pasa. Las emociones nos dificultan tomar decisiones racionales en momentos de malas noticias y de alta incertidumbre en los mercados. De ahí que aprender a capear las crisis, permaneciendo invertido, sea tan importante, al igual que lo es tener carteras diversificadas que permitan evitar grandes accidentes que nos dejen fuera de juego.

Hemos comenzado el año ligeramente sobreponderados en renta variable, manteniendo en la parte de ideas posiciones en emergentes y tecnología, que nos hicieron sufrir en 2022, pero que suben con fuerza en 2023. A lo largo del año pasado, incrementamos notablemente el riesgo en renta fija, aprovechando la notable ampliación de los diferenciales de crédito y la subida incesante de las tires de los bonos de gobierno. En ciertas ocasiones, hay que apretar los dientes y pensar en las potenciales rentabilidades futuras. En renta fija, hoy sí, hay valor, después de muchos años de una relación rentabilidad/riesgo muy deficiente.

En renta variable, y a pesar del fuerte rally de este inicio de año, merece la pena mantener un poco de cautela hasta tener más visibilidad sobre la evolución de los beneficios empresariales. Sería esperable una cierta desaceleración de los mismos y así lo ha descontado el mercado, pero tal vez el daño final acabe siendo inferior al que se anticipa.

Terminando con Gracián y con su famosa frase “lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun lo malo, si poco, no tan malo”, es probable que lo malo se pueda quedar en poco y que los bancos centrales sean capaces de aterrizar la nave en el punto justo de controlar la inflación sin hacer descarrilar el crecimiento. Lo sabremos a lo largo de este año y en eso están ahora los mercados.

El entorno invita a ser constructivos y a optar por alternativas de inversión que son atractivas después de las grandes correcciones de 2022. Conviene recordar que los mercados suelen comportarse con un movimiento pendular que exacerba los extremos, hacia un lado y hacia otro, para acabar convergiendo en los fundamentales. No perder eso de vista, a pesar del ruido, es nuestra prioridad. El precio de los activos se tiene que ir adaptando al nuevo régimen de inflaciones más altas y tipos de interés más altos. La buena noticia es que las rentabilidades que podemos esperar a futuro serán también más elevadas que las que teníamos en los años pasados. Bienvenidas sean.

Marta Campello es Socia y gestora de Abante

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