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La zona euro puede dejar abiertos los grifos fiscales

Hay cierto margen para apoyar la inversión, ayudar a las clases bajas y promulgar reformas estructurales

getty images

En los dos últimos años, los Gobiernos europeos abrieron los grifos fiscales, inundando la zona euro con 530.000 millones para combatir los efectos de la pandemia y la invasión de Ucrania. Las espitas se están cerrando. Este arrebato de austeridad parece miope. Los presupuestos públicos y la carga de la deuda son manejables. Los ministros de Economía deberían utilizar los fondos adicionales para potenciar el crecimiento, ayudar a los grupos de renta más baja y promulgar reformas estructurales. Si no se exceden, también pueden aliviar el golpe de los esfuerzos del BCE por controlar la inflación.

Muchos ciudadanos europeos siguen preo­cupados por sus facturas de luz y gas. Pero los líderes de la zona euro se enfrentan a la presión de los responsables monetarios para frenar las dádivas. Philip Lane, miembro del consejo del BCE, advirtió a finales de año que la expansión de los déficits fiscales provocaría una subida de los tipos. A Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, también le preocupan los efectos inflacionistas de la intervención gubernamental.

La mayoría de los banqueros centrales admiten que la ralentización del crecimiento y el aumento del coste de la vida exigen la intervención pública. Pero, como le gusta decir a la jefa del BCE, Christine Lagarde, el estímulo público debe obedecer a la regla de las tres T: debe ser temporal, orientado (targeted) a shocks específicos y a medida (tailored) de los grupos más vulnerables de la sociedad. Sin estas restricciones, el gasto público podría hacer subir los precios o incluso provocar un colapso de la deuda soberana como el de Reino Unido en septiembre.

Los dirigentes europeos parecen seguir este consejo. Tras una expansión del 3,75% del PIB en 2020-22, la orientación fiscal agregada de la zona euro –una métrica del coste de las medidas políticas discrecionales adoptadas por los Gobiernos– volverá a ser neutra este año, según la Comisión Europea. Pero esta tacañería parece fuera de lugar cuando se consideran los déficits públicos. La diferencia entre ingresos y gastos de los Estados se está reduciendo. La Comisión calcula que el déficit agregado de la zona euro será del 3,7% del PIB en 2023: cerca del 3,5% prepandemia, y muy por debajo del 7% de 2020.

Mientras, la deuda pública es cada vez más manejable. El endeudamiento agregado del bloque en proporción al PIB caerá al 92% en 2023 desde el 99% de tres años antes, ayudado por la inflación, que ha hecho subir el valor nominal de la producción. Es cierto que seis países –Bélgica, Grecia, España, Italia, Francia y Portugal – seguirán teniendo una deuda superior a un año de PIB. Pero de ellos, solo Bélgica verá aumentar su apalancamiento.

Para que las finanzas públicas se mantengan saneadas, el coste de la deuda de un Gobierno –el tipo de interés medio que paga por sus bonos– debe ser inferior al aumento de los recursos disponibles para hacer frente al servicio de esa deuda, medido por el crecimiento del PIB nominal. En este sentido, Alemania, España, Francia e Italia están en la mejor situación desde al menos 2001, según un reciente artículo del blog del BCE. Incluso Italia experimentó en 2021 y 2022 algunas de las mejores condiciones de financiación en dos décadas.

Es cierto que este benigno entorno se deteriorará en 2023 a medida que la inflación baje y las subidas de tipos hagan subir los retornos de los bonos. Pero las condiciones de financiación seguirán siendo favorables. Los rendimientos de la deuda italiana a 10 años se han triplicado en el último año hasta superar el 4%, pero ese tipo solo afecta a los nuevos empréstitos. El vencimiento medio de la deuda italiana es de siete años, lo que significa que solo necesita refinanciar el 14% cada año.

Así, los ministros de Economía tienen la oportunidad de cebar la bomba. Si se limitaran a mantener el gasto discrecional al nivel de 2022, liberarían unos 175.000 millones. Es la mitad de lo que el comisario europeo Thierry Breton cree que necesita la UE para responder a las subvenciones verdes de EE UU. Como alternativa, los Gobiernos podrían utilizar parte del dinero para ayudar a los más pobres. Como ha señalado Isabel Schnabel, miembro del consejo del BCE, en octubre la inflación fue 2,2 puntos más alta para los que pertenecen al quintil más bajo de la población por ingresos que para los del quintil más alto, la mayor diferencia desde 2006.

Otra opción sería que los Gobiernos apoyaran el repunte pospandémico de la inversión en Europa, que crece más rápido que en EE UU, según la OCDE. Este gasto no tiene por qué ser inflacionista. Aunque el BCE prevé que los precios al consumo sigan subiendo un 3,6% en diciembre, la inversión pública que impulsa la capacidad productiva de la economía, como las reformas estructurales o las subvenciones ecológicas, debería de tener un efecto limitado sobre los precios.

Los inversores en bonos son menos previsibles, especialmente en un bloque que vivió su propio drama de deuda soberana hace una década, y que vio hace unos meses cómo Reino Unido sufría una minicrisis autoinfligida en los bonos del Estado. Pero los expertos del BCE estiman que, incluso sin un endurecimiento fiscal, la carga de la deuda de Italia, Francia y España sería sostenible al menos hasta 2027.

Por supuesto, los Gobiernos deben ser conscientes de los límites del gasto. Si la ratio deuda/PIB de Italia subiera 10 puntos desde el actual 144%, los retornos de los bonos subirían probablemente 65 puntos básicos. Eso los acercaría incómodamente al nivel del 5%, en el que los inversores podrían cuestionar la capacidad del país para pagar sus deudas, según Capital Economics.

Pero estas preocupaciones legítimas no son motivo para reimponer la austeridad. Mientras el BCE controla el crecimiento para reducir la inflación, los Gobiernos europeos pueden mantener abiertos los grifos fiscales.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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