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Cómo puede Ana Botín vencer a los escépticos respecto a Santander

Su descuento en Bolsa trasciende su exposición a los emergentes: tendrá que pensar en separar activos

Santander banco
Infografía: Belén Trincado

Los inversores no compran lo que vende Ana Botín. Santander tiene una valoración mucho más baja que sus rivales. A menos que la presidenta ejecutiva del banco español pueda cambiar eso en 2023, es hora de pensar en disgregar activos.

La capitalización bursátil del banco, de casi 50.000 millones, es inferior a dos tercios de su valor contable tangible previsto para finales de 2023. Lleva casi un año estancado en torno a ese múltiplo. Es sorprendente, porque los analistas esperan que Santander obtenga un respetable 11% de rentabilidad sobre fondos propios tangibles (ROTE) en los próximos 12 meses.

Una forma de expresar la disonancia entre esas cifras es deducir la rentabilidad que los inversores exigen para mantener las acciones del banco. Según esta métrica, el coste de los fondos propios de Santander se situó en una media del 18% desde principios de 2022 hasta finales de diciembre, calculamos. Para sus rivales globales, la cifra implícita es del 14%.

A los inversores puede preocuparles la morosidad en las unidades brasileña y mexicana, donde los impagos suelen ser más elevados. En ese caso, Botín puede demostrar que controla el riesgo crediticio manteniendo bajos los gastos por insolvencias. Pero el coste implícito de los recursos propios de Santander es superior al de rivales latinoamericanos como el brasileño Itaú Unibanco y el mexicano Grupo Financiero Banorte, lo que sugiere que el descuento trasciende su exposición a los mercados emergentes.

Una explicación más factible es que a los inversores no les gusta la expansión geográfica de Santander. Botín considera que sus negocios globales, que se extienden desde Río de Janeiro a Rotherham (Inglaterra), ofrecen diversificación. Pero los inversores pueden diversificar por sí mismos. Los analistas de Credit ­Suisse estiman que, valoradas país por país, la suma de las partes del grupo debería ascender a unos 70.000 millones.

Para deshacerse de ese descuento, Botín debe demostrar que Santander es el mejor propietario de las partes que lo componen. Eso no siempre es evidente. Por ejemplo, su negocio español obtuvo un ROTE del 7,5% en los nueve primeros meses de 2022, por detrás del 8,4% de CaixaBank.

La unidad mexicana de Santander, con un 17%, está por detrás del 25% de Banorte. El ROTE del 11% de la filial británica se sitúa por detrás de Lloyds Banking Group, de mayor tamaño, que registró una rentabilidad del 13%.

Botín podría mejorar estas cifras distribuyendo mejor el gasto en tecnología y otros costes. Eso debería de reducir el coste medio de atender a sus 160 millones de clientes de todo el mundo.

Sus rivales, sin embargo, están tomando un camino diferente. HSBC, BBVA y BNP Paribas se han desprendido recientemente de sus bancos minoristas en Norteamérica por valoraciones desor­bitadas. La unidad estadounidense de Santander, que concede sobre todo préstamos de alto riesgo para la compra de automóviles y que, según los analistas de Credit Suisse, vale 11.000 millones de euros, podría atraer a un pretendiente local.

Una opción más radical sería disgregar negocios nacionales a inversores. Eso iría en contra de todo lo que Botín está intentando hacer. Pero a menos que el descuento se reduzca, tendrá que considerarlo.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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