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La urgente búsqueda de la perfecta cobertura contra la inflación

Los bonos protegidos contra las subidas de precios con retornos reales positivos son la mejor opción

Carne en un supermercado de Los Ángeles (California, EE UU).

La inflación está causando estragos en la riqueza invertida. Salvo las materias primas, todas las grandes clases de activos -desde los préstamos apalancados estadounidenses hasta la renta variable de los mercados emergentes- están perdiendo dinero. Los inversores se apresuran a proteger sus activos contra los estragos de la subida de precios. Tendrán que reestructurar sus carteras para adaptarse a este cambio de régimen. El problema es que incluso las coberturas tradicionales contra la inflación han resultado decepcionantes.

Durante más de un cuarto de siglo, los inversores se beneficiaron de una inflación baja y estable. La estabilidad de los precios se tradujo en unos beneficios empresariales más previsibles. La bajada de los tipos de interés se tradujo en un aumento de las valoraciones de la renta variable y la renta fija.

No es ningún secreto que los valores de renta fija rinden mal cuando la inflación aumenta rápidamente. Los llamados vigilantes de los bonos exigen una compensación extra por mantener estas obligaciones, por lo que los rendimientos suben y los precios bajan. Al final de la llamada Gran Inflación de los años setenta, los bonos del Tesoro estadounidense habían perdido tanto dinero en términos reales que se les apodó “certificados de confiscación garantizada”.

Las acciones, que son derechos sobre activos reales, protegen de la inflación a largo plazo. Pero en plazos más cortos, las valoraciones de la Bolsa tienden a bajar a medida que aumenta el retorno de los bonos. Cuando la inflación se disparó por última vez entre 1966 y 1981, la relación entre el precio y los beneficios de la renta variable estadounidense se redujo a la mitad.

Durante las dos últimas décadas, las carteras de inversión convencionales se beneficiaron del hecho de que los bonos y las acciones se movían en direcciones opuestas en periodos cortos. Cuando el mercado de valores bajaba, los tipos de interés a largo plazo caían, lo que impulsaba los precios de la deuda. Una cartera de inversión de referencia con un 60% asignado a la renta variable y un 40% a la renta fija ofrecía rendimientos fabulosos.

Pero cuando la inflación se dispara, las acciones y los bonos se correlacionan positivamente, subiendo y bajando juntos. La incapacidad de ambos tipos de activos para ofrecer protección cuando la inflación repunta ha obligado a los inversores a buscar otras coberturas.

La propiedad es el activo real por excelencia. Pero el valor de los ladrillos y el cemento no siempre aumenta en consonancia con los precios. En tiempos difíciles, los Gobiernos suelen imponer controles sobre los alquileres, mientras que los propietarios se enfrentan a mayores costes hipotecarios. Los mercados inmobiliarios residenciales de todo el mundo están sufriendo las consecuencias de la subida de los tipos de interés.

El oro lleva milenios siendo un depósito de riqueza. Durante la década de la Gran Inflación, el metal amarillo se revalorizó alrededor de un 1.400%. Durante la mayor parte de ese tiempo, el precio del oro se movió de forma inversa al mercado de valores, proporcionando a los inversores la diversificación que ya no ofrecían los bonos.

Durante la década de la Gran Inflación, se revalorizó un 1.400%. La mayor parte de ese tiempo, el precio se movió de forma inversa a la Bolsa, proporcionando la diversificación que los bonos ya no ofrecían. Este año, sin embargo, ha caído un 8% en términos de dólares. Los defensores del oro no están demasiado consternados: este mal retorno es en gran parte consecuencia de la fuerte subida del dólar. Ha obtenido rendimientos positivos midiendo en euros, yenes y libras esterlinas.

En los últimos doce meses, sin embargo, la bárbara reliquia ha caído alrededor de un 8% en dólares. Los amantes del oro no están demasiado consternados: los malos resultados recientes son en gran parte consecuencia de la subida del billete verde. El oro ha registrado rentabilidades positivas en euros, yenes y libras esterlinas.

Aun así, muchos inversores no quieren tocar el oro porque no genera ingresos y es difícil de valorar. Además, ha demostrado ser una cobertura extremadamente volátil en el pasado, formando burbujas cuando los inversores pierden la confianza en los activos de papel y desplomando su valor cuando el ciclo inflacionista baja.

Las materias primas industriales son otra alternativa a los activos de papel, pero también son volátiles y están expuestas a las recesiones industriales. El cobre atravesó dos ciclos de auge y caída en la década de 1970. La historia se repite. En 2021, el cobre subió un 26% por el repunte de la inflación, pero en 2022 llegó a perder todo lo ganado.

A finales de los setenta, tras una década de pésimos resultados de la renta fija y la variable, no faltaron consejos sobre cómo cubrir las inversiones. Los autores del libro Inflation-Proofing Your Investments (Protege tus inversiones de la inflación), publicado en 1981, recomendaban que las carteras tuvieran un 40% en oro y plata, y solo un 5% en bonos a largo plazo y un 15% en inversiones bursátiles. Resultó ser un consejo terrible. Durante las décadas siguientes, las acciones y los bonos se dispararon, mientras que el oro entró en un largo mercado bajista.

“Cada intento de cobertura contra la inflación tiene sus atractivos, riesgos y defectos particulares”, escribió el periodista Henry Hazlitt en 1978. Eso es cierto para el sector inmobiliario, el oro y las materias primas. Pero los bonos protegidos contra la inflación, cuyo principal e intereses están vinculados a un índice de precios, no existían entonces. El Gobierno británico introdujo los gilts indexados en 1981, mientras que Estados Unidos ofreció por primera vez valores del Tesoro protegidos contra la inflación (TIP) en 1997.

En teoría, estos valores deberían de proteger a los inversores de la subida de los precios. En 2022, sin embargo, los bonos indexados demostraron ser una de las peores coberturas contra la inflación. Algunos gilts británicos indexados a largo plazo se desplomaron, e incluso los TIP a 10 años bajaron más de un 10%. Estas pérdidas se produjeron porque los rendimientos de los bonos se ajustaron al nuevo mundo de tipos de interés más altos desde un punto de partida de extrema sobrevaloración.

Con todo, el rendimiento real de los TIP a 10 años ha pasado de negativo a positivo, y está más o menos en línea con el crecimiento de la productividad de EE UU, un indicador aproximado del valor razonable de los TIP. En cambio, el rendimiento real de los bonos del Tesoro convencionales a 10 años es bastante menor, y en negativo.

Hazlitt escribió que la única cobertura fiable contra la inflación es acabar con ella. Puede que sea cierto. Pero los bonos protegidos contra la inflación con rendimientos reales positivos son la segunda mejor opción. Si la Fed pierde su batalla contra la subida de los precios, más gente llegará a apreciar el seguro que proporcionan. Los inversores prudentes deberían sustituir sus bonos del Tesoro convencionales por TIP. Un rendimiento real decente y la protección contra la inflación inesperada deberían de ayudarles a dormir más tranquilos por la noche.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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