Capital privado: el agua para la semilla del emprendimiento
Asistimos al fin de la bonanza de grandes tech como Meta y Twitter, pero nos olvidamos de pequeños jugadores que no suelen salir en los titulares
Hay incertidumbre. Demasiada, quizás. Sobra mencionar los motivos porque los encontramos diariamente en los titulares de todos los formatos periodísticos del país. Y con este clima, no es fácil aventurarse a predecir hacia dónde se dirige la economía y cómo se van a comportar los mercados de renta fija, variable o las inversiones alternativas. Sobre este último segmento, los comentarios son generalizados: correcciones en las valoraciones de las startups, procesos de levantamiento de capital en stand-by, rondas de financiación que reducen su tamaño medio, que se dilatan en el tiempo o ni siquiera llegan a cerrarse. Con todo, creo que hay motivos para ser optimistas. O debería haberlos.
Contamos en España con un ecosistema emprendedor consolidado, que ya representa una porción significativa del tejido económico del país, y que con la reciente Ley Crea y Crece se fomentará aún más la creación de estas nuevas startups. A esto se suma que España cuenta con una red de emprendedores con gran experiencia que han creado compañías y emprendido varias veces, lo que arroja un claro punto a favor de un ecosistema español que, según South Summit, ha crecido tanto en valor que ya equivale al 14% del valor del Ibex35.
A la vez que se perfila este futuro, se consolida el de muchas otras empresas que ya despegaron y están consolidadas. Según SpainCap, las 2.190 empresas invertidas y analizadas en fase venture capital incrementaron su plantilla en 26.658 trabajadores (+49,6%) en 2021, acumulando 80.378 empleados. El capital privado sigue demostrando ser una palanca fundamental de crecimiento y de creación de empleo para las empresas españolas incluso en un contexto económico incierto.
Pero este ecosistema no puede subsistir por sí solo. Los fondos cuentan hoy en día con un capital disponible para la inversión (dry powder) de más de 5.000 millones de euros, según los datos de SpainCap, y con voluntad de encontrar un destino de inversión atractivo y a precios más razonables. Estos últimos años hemos vivido una cierta inflación de valoraciones causada fundamentalmente por una política monetaria expansiva que inundó de capital el mercado, algo que se está corrigiendo en el contexto actual. A ello se suma el hecho de que las tendencias macroeconómicas no suelen impactar de forma tan directa en aquellas startups en fase inicial. De hecho, a pesar de este año tan convulso, las valoraciones de las etapas más tempranas (seed y series A) han subido de media con respecto al año 2021 (+29% y +20% respectivamente), mientras que las compañías más maduras (Series D+) han caído de media un 31% en el mismo período, según los datos de CB Insights3.
También nos encontramos con que el capital riesgo ha presentado siempre mejores rendimientos que otros activos, incluso en momentos bajistas de recesión o crisis. Por ejemplo, durante la caída de las puntocom y la recesión de 2007-09, los rendimientos del capital riesgo supusieron una ganancia media del 16%, mientras que el S&P500 perdió un 12%, y el Nasdaq, un 18%.
Partiendo de esta base, las caídas experimentadas en los últimos meses nos confirman por millonésima vez que las crisis también nos abren las puertas a oportunidades. Por eso quiero romper una lanza a favor del capital privado, y especialmente del capital semilla, los grandes motores que contrarrestan esta (potencial) crisis. Estamos asistiendo al fin de la bonanza de grandes jugadores tech como Meta y Twitter, hemos observado a grandes empresas dar un traspiés como WeWork, pero nos olvidamos de los pequeños jugadores que no salen en los titulares. Las startups en fases tempranas han probado su resiliencia a lo largo de los años, justo porque las empresas en fases incipientes son más flexibles y dinámicas y se adaptan más rápidamente a la nueva situación. Las empresas más maduras con grandes volúmenes de ingresos para sostener sus modelos de negocio sufren en mayor proporción la reducción de la demanda, y las crisis económicas sistémicas, dificultad de acceso al crédito, etc.
Según un informe de Bankinter sobre tendencias de inversión en startups, las rondas de tipo semilla y de series A han batido récords este año, con más operaciones que nunca en la primera mitad.
El capital semilla ha sido, una y otra vez, financiador de estos proyectos, de ideas innovadoras y precursoras de antesalas de algo grande. Por eso, desde el sector necesitamos un empujón de optimismo, porque tenemos el caldo de cultivo perfecto para impulsar con más fuerza a todos esos proyectos que están naciendo o que están a punto de nacer. En un momento como el actual, apoyar el ecosistema emprendedor con la ayuda del capital privado debería ser uno de los pilares que fundamenten las bases de un crecimiento económico sostenible y perdurable en el tiempo, que resista los embates de la volatilidad y fomente la creación de empresas innovadoras, disruptivas y alimente la buena fama de la que goza el sector, que tanto esfuerzo ha costado construir.
Clara Gutiérrez es Partner de BrainVC