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Tribuna
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El honor de ser decano del ICAM

Balance de José María Alonso antes de concluir el mandato al frente de la institución colegial más grande de Europa

ICAM

Escribo estas líneas cuando me queda escasamente un mes para concluir mi mandato al frente de la Institución colegial más grande de Europa: el Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid (ICAM); y quizás sea esta una buena oportunidad para hacer un breve balance de lo que han sido estos cinco años al frente de su junta de gobierno.

El ICAM aglutina a más de 76.000 abogados y abogadas, de los cuales cerca de 45.000 ejercen el precioso e indispensable oficio de la abogacía: defender el derecho de defensa, en su sentido más amplio, y asesorar a los ciudadanos en la salvaguarda de todos sus derechos e intereses. Somos un colectivo fundamental para el correcto funcionamiento de la sociedad, para la protección del Estado de Derecho y la lucha contra la arbitrariedad de los poderes públicos. Desde el principio me empeñé en que así se reconociera, negando de plano el manido calificativo de meros colaboradores de la Administración de Justicia, para reivindicar nuestra consideración como actores esenciales de la misma, en el mismo plano que los jueces, los fiscales o los letrados de la Administración de Justicia. Nuestra presencia, por primera vez, en la comisión provincial de Policía Judicial; los foros Justicia, en los que han participado los principales representantes del mundo jurídico, económico y social de nuestro país; los múltiples acuerdos alcanzados sobre las materias más variadas con la Comunidad de Madrid, el ayuntamiento de la capital y de otras ciudades de nuestra comunidad, el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Madrid, la juez decana, la fiscalía superior, la secretaría de gobierno del TSJ, la Guardia Civil o la Policía Nacional son buena prueba de ello; y todo ello, culminado con los magníficos actos del 425 Aniversario, con la presencia de SM el Rey y las máximas autoridades del Estado, dándonos la relevancia y el reconocimiento que nos merecemos. Por ello, estoy convencido de que hoy la abogacía tiene una presencia y una consideración en la sociedad muy superior a la que tenía hace cinco años.

Somos, como digo, más de 76.000 abogados y abogadas colegiados en el ICAM que ejercemos nuestra profesión de forma, con especialidades y en estructuras muy diversas. Intentar llegar a todos en atención a sus respectivas necesidades; ayudar a formarles o facilitarles la información jurídica más avanzada y actualizada ha sido una de nuestras prioridades. Cuarenta y tres secciones cubriendo todas las áreas de especialidad; cientos de cursos en el Centro de Estudios; acuerdos con las principales editoriales jurídicas que han puesto a nuestra disposición sus herramientas de gestión del conocimiento más sofisticadas y la creación, por primera vez, de un curso-máster propio de acceso a la profesión en colaboración con la Universidad Complutense, han sido, entre otros, buenos ejemplos de este compromiso.

Al principio de la legislatura, abrimos Espacio Abogacía para que ningún compañero o compañera tuviera problemas a la hora de reunirse con sus clientes o utilizar medios tecnológicos; instalaciones que luego facilitaron la creación de un espacio senior, como lugar de reunión y de ocio para nuestros compañeros y compañeras mayores, así como el establecimiento de un eficaz sistema de videoconferencias con todos los centros penitenciarios de la Comunidad de Madrid, de modo que los profesionales puedan interactuar con sus clientes internos sin necesidad de desplazarse a dichos centros. Todo ello sin olvidar que Espacio Abogacía ha sido de especial ayuda para todos los profesionales que han visto sustancialmente reducidos sus ingresos como consecuencia de la pandemia; ayuda a la que se sumó el millón de euros que el colegio dotó para colaborar a la recuperación de los más afectados.

Por su parte, el área de Defensa de la Abogacía, junto con las redenominadas Salas de Abogacía, han sido especialmente activas a la hora de salir al paso, o denunciar, situaciones de falta de consideración o respeto a los compañeros y compañeras por parte de diferentes operadores jurisdiccionales, o también a la hora de conseguir suspensiones de actuaciones judiciales, plenamente justificadas. El Barómetro de la Justicia, el acuerdo con la Comunidad de Madrid, en sus competencias sobre los funcionarios judiciales, o, entre otras muchas, las constantes reuniones con el presidente del TSJ, el secretario de su Sala de Gobierno y la juez decana son muestra palpable de ese constante esfuerzo que desde el colegio se hace para la salvaguarda de la dignidad en el ejercicio de nuestra profesión.

Los jóvenes, la igualdad y el turno de oficio han sido para mi verdaderas prioridades durante estos cinco años. Respecto de los jóvenes, nunca en su historia la Agrupación de Jóvenes Abogados ha tenido el reconocimiento, soporte y libertad de actuación como los que ha disfrutado durante este mandato. En materia de igualdad, se creó por primera vez la Comisión de Igualdad e Inclusión; se aprobó un Plan de Igualdad con 17 medidas que vertebran una actuación ejemplar a favor de la igualdad real y efectiva, y se han celebrado cinco excepcionales Cumbres de Mujeres Juristas, la última presidida por SM la Reina. Y, finalmente, en cuanto al turno de oficio, se ha conseguido que los pagos por la Administración se efectúen mensualmente; que se revisen al alza los baremos y que se remuneren actuaciones que antes no lo estaban. Sé que no es suficiente, pero se han dado pasos que por fin nos sitúan en el buen camino; como también ha supuesto un gran avance que se duplique la subvención para el Servicio de Orientación Jurídica.

La necesaria limitación de esta tribuna me impide relatar muchas otras cosas que se han hecho a lo largo de estos cinco años y de las que me siento profundamente orgulloso. Permítaseme sólo concluir con la recuperación de los más de 5,5 millones de euros que el fracasado proyecto tecnológico causó a las arcas del colegio con anterioridad a nuestra llegada.

Seguro que hay cosas a mejorar, pero nadie me podrá quitar la íntima satisfacción de haberme entregado en cuerpo y alma, con honestidad y buena fe, a servir a la Institución a la que he representado y a los miles de abogados y abogadas que la integran; nadie me podrá quitar el orgullo y el honor de haber sido su decano.

José María Alonso, decano en funciones del Colegio de la Abogacía de Madrid.

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